EL MUNDO › OPINION
› Por Mercedes López San Miguel
Mariano Rajoy vive el momento de mayor desgaste y falta de credibilidad de sus 19 meses al frente del Ejecutivo español. En las elecciones que ganó en noviembre del 2011, el líder del Partido Popular (PP) había sacado el 44,6 por ciento de los votos. Hoy, según una encuesta, sacaría poco más de la mitad. Con un 23 por ciento de los votos, saldría prácticamente empatado con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Y a no mucha distancia de Izquierda Unida (16 por ciento) y Unión Progreso y Democracia (UPyD, 11,8 por ciento), de acuerdo con el sondeo de Metroscopia realizado para el diario El País esta semana.
Lo que cuenta un hombre en la cárcel y con casi 50 millones de euros en Suiza como el ex tesorero del PP, Luis Bárcenas, suena más verosímil para los españoles que lo que diga el presidente conservador, enclavado en la crisis económica. Bárcenas dice que le pagó sobresueldos a Rajoy, pero éste niega cualquier financiación irregular y sólo admite que se equivocó al confiar en el tesorero. “No me voy a declarar culpable, porque no lo soy”, dijo en la comparecencia de ayer.
La mala imagen del presidente no es nueva, pero fue empeorada al extremo con los escándalos de corrupción de su partido. Además del caso Bárcenas, avanza en la Justicia el llamado “caso Gürtel”, donde empresarios y políticos del PP aparecen envueltos en una trama de sobornos y obsequios a cambio de jugosos contratos públicos. En mayo, un 86 por ciento de los consultados tenía “poca o ninguna confianza” en Rajoy, según el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas.
Durante la campaña, Rajoy había prometido reactivar la economía, generar empleo y mejorar la realidad de los jubilados. Pero el mismo día en que fue investido, en diciembre de 2011, anunció que su política económica iba a girar en torno de la palabra “ajuste” como respuesta a la ayuda del Eurogrupo a la alicaída banca española. El PP, gozando de una mayoría absoluta en el Parlamento, aprobó una reforma laboral que amplió la jornada y desamparó a los trabajadores ante el despido, aumentó los impuestos sin molestar a los más ricos; elevó la edad jubilatoria de 65 a 67 años y recortó drásticamente el gasto en salud y educación. Más aún, frente a sus intentos privatizadores de la sanidad y la enseñanza, encontró movilizaciones ciudadanas. La marea blanca que surgió en Madrid el año pasado se sumó a la marea verde contra los recortes en educación que ya salía a las calles con los indignados desde el malogrado segundo gobierno del socialista Rodríguez Zapatero.
Los suicidios por desahucios (desalojos) pusieron de relieve otro aspecto del círculo vicioso de una crisis no curada. Personas desesperadas que ante el inminente desalojo de sus familias por la falta de pago del crédito hipotecario se quitaron la vida. Ante ese drama, el colectivo Plataforma de Afectados por la Hipoteca alzó su voz y, aunque no logró todos sus objetivos, consiguió que el Parlamento aprobara una ley que dificulta los desalojos. Lo que no se ha frenado es el éxodo de España de todos aquellos que ya no ven un futuro posible. El año pasado abandonaron el país 476.748 personas, entre españoles y extranjeros, según la cifra brindada por el Instituto Nacional de Estadística español.
La caída de la popularidad del líder del PP es tan dura como la cifra record de desempleados (26 por ciento), que no hizo más que crecer en los 19 meses de gobierno. El sondeo de Metroscopia demostró la falta de credibilidad que tienen Rajoy y su partido en medio de la crisis y la corrupción. Un 56 por ciento de los españoles consultados le cree a Bárcenas cuando dice que pagó sobresueldos a la cúpula del PP y que la formación se financió de forma irregular. Un 78 por ciento de los votantes del oficialismo desconfía del relato de Rajoy, ni que hablar del 90 por ciento que asegura que el presidente fue a comparecer forzado por la oposición, que en este caso son todos los partidos unidos exigiéndole que dé explicaciones. Los líderes del PSOE, IU y UPyD le pidieron ayer que renuncie. “Hágale un favor a España: dimita y convoque elecciones generales” dijo el izquierdista Cayo Lara. Y es que a esta altura, y con los papeles de Bárcenas en el tribunal, las palabras de Rajoy no convencen. El caso Bárcenas viene a ser uno más de los dislates que involucran al partido gobernante y a su líder; probablemente sea el que le cueste más caro.
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