EL MUNDO › OPINION
› Por Alfredo Serrano Mancilla *
En España, se le llama Operación Salida a esos días clave en los que los ciudadanos salen masivamente de vacaciones. Tal vez este término esté actualmente desfasado debido a las antidemocráticas cifras de desempleo y pobreza que padece la mayoría de la población española después de las políticas de endeudamiento social para satisfacer las fraudulentas deudas con los capitales extranjeros. El 1° de agosto siempre fue el summum del descanso; el día que nadie quiere saber nada de algo de extrema gravedad. Tal como ocurriera hace tres años cuando la alianza bipartidaria PP-PSOE constitucionalizara las políticas neoliberales mediante reforma en pleno agosto –artículo 135 que prioriza el superávit presupuestario a pesar del déficit social–, esta vez, el presidente Rajoy aprovechó esta fecha para “dar explicaciones” en un horario de máximo rating en pleno verano, a las 9 de la mañana. La comparecencia, en la cámara de diputados, fue esperpéntica dando muestras inequívocas de que el sistema español se pudre, se oligarquiza aun más y se aleja de la esencia de la democracia. Rajoy, de nuevo, hablaba para conseguir la confianza de los capitales internacionales distanciado absolutamente del sentir del pueblo. En gran medida presionado por casi todos los partidos políticos, por una amenaza de una moción de censura que implicaría poner a otro presidente en su lugar, Rajoy apareció como siempre, leyendo sin improvisar, sin comunicar, sin salirse del guión de los asesores, y lo que es aun peor, como títere de lo que dictan los mal llamados mercados. Rajoy utilizó todo tipo de malabares retóricos para no decir nada, y para –como viene siendo habitual– hacer su particular Operación Salida. La economía no es buena pero mejora porque así lo dice la prima de riesgo, aunque la tasa de desempleo sea la más alta de la historia, aunque la precariedad laboral siga en aumento, la desigualdad crezca sin cesar, la pobreza se democratice, la salud y la educación ya no sean para todos o se tire por la borda como salvavidas a favor de la banca privada un total de 1.359.809 millones de euros a fecha diciembre de 2012. Un Rajoy sin complejos se atreve a justificar que no había dicho nada hasta ahora porque este tema, el de la corrupción, el de la financiación ilegal del partido para ganar elecciones, el de tener sobresueldos no permitidos, el de no declarar los impuestos, todo esto no es más que un debate estéril para los ciudadanos. Nocivo para la política es aquel momento donde un presidente esteriliza este tipo de inquietudes para la sociedad. Un Rajoy descarado osa afirmar, sin despeinarse, que “los que no tienen trabajo comen del valor de la prima de riesgo”. Poco debe saber este gallego de economía cuando la prima de riesgo no es más que el interés pagado a los dueños de una deuda ilegítima.
A este presunto corrupto le da todo exactamente igual para salir airoso de este atentado contra la política. Capaz es de ser el hazmerreír con una retahíla infatigable de citas con el único objetivo de hacer un show de escapismo democrático. Con un “me equivoqué”, vacío y marketinero, pretendía salir de este entuerto que lo deja bien herido, sin credibilidad, sin legitimidad para pedir más esfuerzos a los españoles. Un “me equivoqué” le bastó para no asumir responsabilidad políticas alguna más allá de las posibles penas judiciales. Y por si fuera poco, justamente sobre este último punto, Rajoy voló por los aires –y sin cuidar las apariencias– el respeto a la independencia de la Justicia, cuestionando a los jueces, a los procedimientos, a todo lo que se le ponía en el camino.
España está en crisis, pero no económica, que también, sino que está en crisis integral política, de fondo, heredera de una transición fallida, presa de una integración colonizadora, con una democracia aparentemente edificada sobre un bipartidismo omnipresente al servicio de un sistema que no permite tan pacíficamente que broten alternativas populares que lo pongan en peligro, ni en cuestión. Rajoy es sólo –y no es poco– el as que preside este circo que le llaman democracia, y no lo es.
* Doctor en Economía. Coordinador para América latina, Fundación CEPS.
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