EL MUNDO
› HABLA RAPHAEL ISRAELI, EX JEFE DE LA INTELIGENCIA
La era de los “islamicazes”
Después del estallido de la Hoja de Ruta, de la decisión (retórica por ahora) que Israel tomó para expulsar a Yasser Arafat y de una escalada diplomática en que la comunidad internacional volvió a dividirse sobre el líder palestino, dos expertos israelíes de posiciones contrastantes responden a Página/12 sobre lo que puede esperarse.
› Por Eduardo Febbro
Los atentados del 11 de septiembre sumergieron al mundo en una evidencia: el terrorismo no tenía solamente características locales sino universales. ¿Quiénes eran sus autores? ¿Qué razones los llevaron a cometer un acto semejante? ¿Por qué ese tipo de terrorismo “suicida” se da casi exclusivamente en el mundo islámico y no en otras culturas? El profesor Raphael Israelí encontró una definición para explicar esos fenómenos. Israelí, ex comandante de los servicios de inteligencia militares de Israel, profesor de universidad, islamólogo de renombre internacional y autor de 12 libros dedicados al Islam, encontró, mediante un hábil juego de letras, un nuevo concepto que busca englobar ese tipo de terrorismo que golpea en Nueva York, Filipinas, Indonesia, Chechenia, Washington o Israel: los islamicazes. No ya los kamikazes japoneses que se arrojaban con los aviones en picada contra los portaaviones norteamericanos, sino los integristas que usan sus cuerpos como bombas. En un libro titulado Islamicazes, manifestaciones de la martirología islámica, Raphael Israelí realiza un detallado estudio sobre el fenómeno al que le atribuye razones religiosas, sociales, étnicas y nacionalistas. Discutible en muchos de sus aspectos por la radicalidad de los enunciados, el libro no deja sin embargo de destacar las condiciones históricas y políticas que conducen a muchos hombres y mujeres a dejar su vida para “dar en el blanco”.
–¿Qué significa exactamente el término “islamicazes” y por qué esa proximidad fonética con los kamikazes?
–Por lo general se emplea el término de “terrorismo suicida”, es decir, se colocan bombas mediante individuos que se suicidan con ese acto. Sin embargo, la expresión es incorrecta porque un suicida propiamente dicho es algo diferente. Un comportamiento suicida se caracteriza por tres cosas: en primer lugar, un suicida tiene una motivación privada, es alguien que tiene problemas y como no puede enfrentarlos, se suicida; en segundo lugar, un individuo suicida es alguien que actúa de manera solitaria. Si compartiera su proyecto con otra persona, obviamente ésta intentaría disuadirlo; en tercer lugar, cuando los suicidas llevan a cabo su acto, sus amigos o sus familias no reivindican el gesto. Por lo tanto, cuando observamos de cerca los comportamientos de los suicidas y de quienes yo llamo islamicazes, los tres criterios que mencioné no se aplican. Los terroristas no se suicidan para escaparse de sus problemas. Muy por el contrario, están convencidos de que suicidándose van a resolver un problema comunitario o religioso. Aquí ya vemos una diferencia fundamental. Tampoco se trata de individuos solitarios: están reclutados, financiados y entrenados por una organización. Por último, luego del acto suicida la familia se enorgullece de lo ocurrido. Los terroristas que se suicidan dejan un mensaje grabado que luego sirve de modelo. En suma, es un acto de heroísmo destinado a servir de ejemplo. Quiero señalar también otra diferencia radical: los islamicazes no se suicidan para morir sino para matar a un gran número de personas. Si usted quiere, el grupo humano que se asemeja más a los islamicazes son los kamikazes japoneses de la Segunda Guerra mundial. Aquí encontramos igualmente una fuerte connotación religiosa: kami, en japonés, quiere decir los dioses, y kazes significa el viento. Hay pues un fuerte elemento místico. En los dos casos se trata de suicidios organizados, sea por organizaciones terroristas en lo que atañe a los islamistas, sea el Estado japonés para los segundos. La única diferencia radica en que los kamikazes japoneses se concentraban exclusivamente en blancos militares norteamericanos. Por eso empleé el término de islamicazes.
–¿Qué explica concretamente que ese tipo de terrorismo se dé hoy casi exclusivamente en el mundo islámico y no en otras partes?
–Hay una suerte de infraestructura social que autoriza ese tipo de actos extremos. Los islamicazes se mueven en el seno de sociedades que los apoyan tanto en el plano ideológico como financiero, sea en el mundo de los chiítas como el de los sunnitas. No hablo aquí de un apoyo proveniente únicamente de los sectores clericales, lo que sería perfectamente comprensible, sino de un sostén que se extiende incluso a las clases intelectualmente más avanzadas. Por ejemplo, al día siguiente de los atentados del 11 de septiembre, el presidente de la Asociación de Autores y Escritores Arabes escribió un artículo donde declara que fue el día más feliz de su vida. Este ejemplo se extiende a otros similares donde nos encontramos con intelectuales que, en vez de enunciados humanistas, justifican a los terroristas que se suicidan por razones políticas. La mayoría de esos intelectuales se refiere incluso a una suerte de heroísmo reconquistado en el mundo árabe. Creo pues que existen condiciones sociales para que ese fenómeno exista. Eso explica que sea muy difícil combatirlos. No se trata de individuos aislados, digamos de criminales identificables. Son personas que viven dentro de una infraestructura que los apoya incluso en países moderados como Egipto.
–Usted plantea aquí una disyuntiva peligrosa porque enfrenta a todas las sociedades árabes contra el mundo.
–Ese es precisamente el problema de los islamicazes: ¿se los debe combatir individualmente para erradicarlos de la sociedad? ¿O acaso hay que declararles la guerra a todas las sociedades árabes o islámicas que los apoyan? Es obviamente un problema insoluble, no se puede hacer la guerra contra todo el mundo, no se puede cambiar a Arabia Saudita, a Egipto u otros países. En realidad, si vemos lo que pasó en Arabia Saudita o Jordania, constatamos que el poder local empieza a tomar medidas contra los islamicazes únicamente cuando las autoridades se ven amenazadas por esos actos. Sin embargo, es preciso insistir en el papel que desempeñan Estados como el iraní o el saudita en el desarrollo y la financiación de esos islamicazes. Estamos de hecho frente a un problema universal.
–¿Cuál es para usted la meta principal de los islamicazes?
–En principio, la casi totalidad de los países musulmanes estuvieron colonizados durante tres siglos por las potencias occidentales. Es obvio que existen residuos de amargura, pero es esencial recordar que a lo largo de todo el siglo XX hubo un esfuerzo considerable realizado por los intelectuales musulmanes y árabes para modernizarse tratando de imitar el modelo occidental. El Occidente colonizador tenía instituciones sólidas que merecían ser imitadas: la democracia, el multipartidismo, etc. Por ejemplo, el Egipto de los años ‘20 y ‘30 era mucho más democrático que hoy. Frente a esa ambición de modernizar las sociedades, la respuesta consistió en crear grupos radicales. Esa respuesta llevó al mundo islámico a pensar las cosas de la siguiente manera: el Islam era conquistador, era un ganador. Mientras los musulmanes permanecieron cerca de la religión, la civilización islámica prevaleció en el mundo. Cuando fuimos buenos musulmanes, Alá nos ayudó a ser el pueblo más potente de la Edad Media en momentos en que Europa tambaleaba. Pero las cosas cambiaron con el Imperio Otomano y, para muchos árabes y musulmanes, si todo se transformó fue porque hubo un alejamiento de la religión, del pensamiento islámico. Se intentó copiar el modelo occidental pero éste no se adecua a nuestra cultura. Por eso hubo una suerte de retorno a los fundamentos del Islam, un retorno marcado que lleva justamente el nombre de fundamentalismo. Y es en ese contexto donde surgen los movimientos islámicos radicales, integristas. A ello se le agrega otro aspecto, es decir, el nacional y el étnico. Ese principio lleva a que las sociedades se digan que es preciso evitar verse humilladas por los demás. Si usted recuerda las palabras de Bin Laden, muchas veces lo hemos oído decir “nos están humillando”, “nos han humillado”. De allí se desprende la meta de los islamicazes: si somos incapaces de igualar a quienes tuvieron éxito, o sea los occidentales, entonces debemos destruirlos. Si los destruimos dejarán de existir como un modelo contrario al nuestro. Creo que ése es el razonamiento principal. La mezcla de la religión y el nacionalismo conduce a los islamicazes.
–¿No existe acaso una diferencia entre los terroristas que cometieron los atentados del 11 de septiembre con los que cometen atentados en Chechenia, en Irak o Palestina? No todos se hacen explotar en nombre del Islam.
–Uno de los grandes problemas que tenemos es que no contamos con una definición universal sobre qué es realmente el terrorismo. Pero retengamos una definición: el terrorismo es matar o herir a civiles para alcanzar una meta política. Esto es válido en Chechenia, Irak o Palestina. Incluso si la lucha se justifica, el criterio principal es cómo esa lucha se lleva a cabo. Si un palestino hace explotar una base militar israelí nadie dirá que eso es terrorismo. Está luchando contra Israel sin matar civiles. Es razonable. Pero cuando un palestino o un checheno hace volar un autobús lleno de civiles, eso es terrorismo.
–Existe, no obstante, un detalle paradójico. Históricamente ha sido probado que muchas de las organizaciones islamistas radicales que existen en el mundo árabe musulmán fueron creadas desde el exterior, es decir por Occidente, con la meta de desestabilizar el poder central de los países. Por ejemplo, el grupo Los Hermanos Musulmanes fue creado por un inglés. Hamas fue creado por Israel para combatir a la OLP de Yasser Arafat dentro de los territorios ocupados.
–Hay muchas teorías sobre las conspiraciones internacionales. Pero si fueron o no creadas desde el exterior, es un detalle marginal. Me parece en el fondo una justificación fácil. Las sociedades son perfectamente capaces de organizarse y hacer lo que les conviene.
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