Dom 21.09.2003

EL MUNDO • SUBNOTA  › HABLA ALBERTO SPEKTOROWSKI, ANALISTA ISRAELI

“No es un tema de territorios”

› Por Mercedes López San Miguel

La inviabilidad de la Hoja de Ruta, el plan de paz patrocinado por el Cuarteto (Rusia, UE, ONU y Estados Unidos) es el efecto de una nueva ruptura de las negociaciones entre israelíes y palestinos, en el contexto de violencia tanto física como discursiva. Página/12 dialogó con el analista Alberto Spektorowski, que vino a Buenos Aires invitado por la revista Horizonte y OSA (Organización Sionista Argentina) y reside en Israel desde 1974. Spektorowski asistió al otrora canciller israelí Shlomo Ben Ami –del gobierno de Ehud Barak– participando en diversas rondas de negociaciones con la Autoridad Palestina (AP).
–¿Qué busca el gobierno israelí al anunciar públicamente sus intenciones de deportar a Yasser Arafat?
–La primera interpretación es: próximo acto de terror, Arafat lo paga. Otra forma es: la vida de Arafat depende de Hamas. A la vez, es una puesta a prueba de las reacciones del mundo –de enojo– y las propias internas.
–¿Qué consecuencias traería eliminarlo a Arafat?
–Una tremenda violencia, llevaría a la zona a una situación dramática.
–¿Qué opina de la política israelí de asesinatos selectivos?
–Me parece que hay alternativas mucho más provechosas, como –lo que es contrario a la política de Ariel Sharon– fortalecer a la Autoridad Palestina al mismo tiempo que se combate a Hamas, hacer ciertas concesiones territoriales para darle a la AP cartas en las cuales puedan agregarse a la lucha contra el terrorismo de esa organización. El gobierno de Israel confunde: quiere encasillar a todos dentro de Hamas; eso le vende a Estados Unidos. Lo que pasa que acá juegan intereses de sectores del gobierno –con los que no acuerdo– para los que el terrorismo es una herramienta para cargar todo lo demás.
–¿Por qué ha fracasado la Hoja de Ruta?
–Porque nadie estaba interesado en ella. Los que estaban interesados eran Mahmud Abbas (el premier renunciante) y los sectores moderados; los radicales lo tomaban como un cese de fuego para ganar más fuerza, y la derecha de Sharon, como una trampa. Porque los de la derecha radical temieron que con el tiempo iban a tener que hacer concesiones. Pero la gente israelí estaba bien con pensar en ir tranquila a tomar un café. La gente pedía que se prolongara. El problema de Arafat es que hay dos cosas que no puede conceder: el fin total de la violencia –aunque puede bajarla– y la ley de retorno, la exigencia de los palestinos del retorno de los refugiados de 1948. En una palabra, esto no es solamente un tema de territorios. Lo que pasó con los gobiernos anteriores que venían negociando la paz es que jugaron a mirar y no mirar el terrorismo. Pero eso fue antes del 11 de septiembre. Porque después, la tesis antiterrorista tomó otra significancia. Israel se ajusta a la línea unilateral norteamericana.
–¿Qué representó la renuncia de Mahmud Abbas?
–Abbas venía haciendo bastante bien la idea de jugar el partido ganador –asumiendo las responsabilidades– y eso despertó desconfianzas de Israel por un lado y de los movimientos radicales por otro. Para éstos jugar el partido de ganador quiere decir hacer concesiones que no pueden: bajar la guardia por un lado, y olvidarse de la ley del retorno de los refugiados palestinos. Ese es el gran meollo: si la cosa fuera únicamente estado nacional vs. estado nacional, probablemente ya estaría resuelta. Pero lo que hizo fracasar no tanto Camp David sino el proceso de Taba fue el tema del retorno. Por eso, cuando Ben Ami conversaba con Arafat, si la discusión era territorial Arafat tenía el 95 por ciento de lo que quería; sobre el asunto Jerusalén también, pero con la ley de retorno no había ningún israelí que lo acompañara. Estuvimos muy cerca. Es cierto que no quedaba claro si el Parlamento israelí hubiera votado el arreglo.
–¿Cómo ve la entrada de Abu Alá?
–Es un moderado táctico como su predecesor, en ese sentido, vuelvo con la idea de jugar el juego ganador. Lo que pasa es que a Abu Alá lo veo más supeditado al entorno de Arafat.
–¿Cuál cree que sea la vía de salida?
–Precisamente, la propuesta de que los refugiados regresen a sus casas en el estado Palestino. Y romper con el modelo cultural de Medio Oriente, que es el de golpe con golpe. Justamente rompiendo esa fórmula cultural se puede virar el asunto y entrar en la línea ganadora. ¿Qué situación se puede dar? Bush y Rumsfeld siempre van a estar con Israel pero si los palestinos no generan violencia, va a pasar algo. Colin Powell va a llamar a Sharon al orden; los de la derecha radical israelí se van a poner a temblar; el partido laborista va a querer entrar; el Shinui –que está en el centro– querrá hacer entrar al laborismo. Sharon es veleta: se pone en el medio de la derecha y la izquierda. En una situación así, puede juntarse con Shimon Peres. Y así tiene un estado Palestino prácticamente fundado.
–¿Qué se puede esperar para el corto plazo?
–Veo tiempos difíciles. Ya lo decía Ben Ami: la paz es de los valientes, pero para este tiempo, la veo de “los exhaustos”. Porque los pueblos se cansan de ambas partes.

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