EL MUNDO
› UNA LUCHA ENTRE QUIENES QUIEREN VENDER GAS Y QUIENES NO
Cómo es Tarija, la Kuwait boliviana
El gas, que fue el motivo de la caída de Sánchez de Lozada, divide a los bolivianos. Aquí hablan los que quieren venderlo.
Por Francesc Relea *
Desde Tarija
Desde que corrió la voz de que Tarija era la Kuwait de América la ciudad boliviana vive un boom migratorio, que moviliza a numerosas familias en busca de mejor vida. El 87 por ciento de las reservas de gas natural del país andino se encuentran en el subsuelo de esta ciudad del extremo sur de Bolivia, a 1600 kilómetros de La Paz y colindante con Argentina, cuyos habitantes se declaran mestizos, occidentales e hispanohablantes. Los tarijeños han salido a la calle masivamente para reclamar el derecho a exportar el gas y rechazar el referéndum que prepara el gobierno para resolver una cuestión incendiaria, que provocó la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.
El gas divide a los bolivianos entre quienes están a favor y en contra de la venta del recurso natural como mejor vía para el desarrollo del país. Hasta ahora, han sido los movimientos indígenas los que han hecho oír con más fuerza su rechazo a la exportación del gas, a través de bloqueos de los accesos a La Paz, las rutas del altiplano o de las zonas cocaleras del Chapare. Bolivia estuvo al borde del abismo, y sólo la dimisión del presidente apaciguó los ánimos. Ahora, los tarijeños han roto el silencio y exigen ser escuchados. “En un clima tan caldeado, ¿cómo puede organizarse una consulta sobre la venta del gas? Predominará la pasión. Si vamos a un referéndum, perderemos”, señala Luis Lema Molina, superintendente de Hidrocarburos de Tarija. Las autoridades, desde el prefecto hasta el alcalde, pasando por el presidente del Comité Cívico, han hecho sus cuentas sobre los beneficios que tendrá la exportación del gas para los 150.000 habitantes de la ciudad y los 450.000 de todo el departamento. Los 27 billones de pies cúbicos de reservas probadas en cuatro campos suponen 16.000 millones de dólares de venta en 20 años, según el prefecto Paul Castellanos. La máxima autoridad del departamento muestra con orgullo el proyecto titulado Polo Petroquímico Paz del Chaco, para obtener valor agregado a la industrialización del gas, primero con una planta de polietileno en Villa Montes (Tarija), cerca de los pozos, y en un futuro para producir fertilizantes. “Esta zona va a generar 5000 millones de dólares anuales en polietileno, fertilizantes y otros derivados”, dice entusiasta el prefecto.
Las principales empresas petroleras tienen licencia para operar en el departamento de Tarija, en muchos casos a la espera de obtener algún día la luz verde para la venta de gas. Desde 1997, la inversión extranjera alcanza los 3500 millones de dólares, esencialmente en labores de prospección.
De momento, Bolivia sólo exporta a Brasil a través de un contrato de 20 años con Petrobras, que significará unos ingresos de 600 millones de dólares para todo el período. “Nos ayudará a dejar de ser miserables para pasar a ser pobres”, observa Roberto Ruiz, presidente del Comité Cívico, entidad que representa a la sociedad civil tarijeña. “Bolivia –añade– tiene que evitar ser como Nigeria, donde la renta del petróleo no sirve a la población a causa de la corrupción.”
Más de 100 demandas, algunas más justificadas que otras, han sido unificadas con el grito de guerra No al Gas, que ha sido el caballo de batalla de los movimientos indígenas. Los últimos estallidos sociales han puesto de relieve que Bolivia ha cambiado considerablemente en los últimos años, pese a que la pobreza sigue siendo la nota predominante. Agotadas las minas de plata y estaño, el polo Potosí-Oruro se trasladó al Oriente, con el desarrollo de la agroindustria y, sobre todo, del cultivo de coca. Santa Cruz, la ciudad más dinámica que disputa la hegemonía a La Paz, ha sido centro de blanqueo del dinero del narcotráfico.
Los constantes bloqueos de carreteras y la vulnerabilidad de la capital boliviana, que puede ser aislada sin grandes dificultades por los indígenas, provocan un éxodo de empresas que se trasladan hacia el este y el sur. El nuevo polo económico Tarija-Santa Cruz ha dado un fuerte empuje a las corrientes nacionalistas de estos departamentos, que cuestionan al viejo modelo centralista. Los tres millones de habitantes están claramente a favor de la exportación de gas. Los tarijeños no están dispuestos a renunciar al 11 por ciento de las regalías que reciben por la venta de gas, a pesar de que un informe del Banco Mundial considera excesivo dicho porcentaje.
Las autoridades comentan con satisfacción que Tarija tiene la red de gas mejor distribuida de Bolivia. “En 15 años, hasta abril de 2003, hubo 3700 conexiones. Desde abril hasta hoy, hemos realizado 7000 conexiones”, explica el prefecto. Pero en la capital del gas hay apagones. A las siete de la tarde, la hermosa plaza Luis de Fuentes y Vargas, en homenaje al fundador español de la ciudad, queda a oscuras. La escena suele repetirse con frecuencia, según explican los lugareños.
Bolivia tiene gas para consumo interno para 600 años. El gobierno de Sánchez de Lozada estaba embarcado en un proyecto de 250.000 conexiones domiciliarias, lo que representaría 1,5 millón de metros cúbicos por día adicionales a los tres que consume en todo el país. Ello beneficiaría a unos tres o cuatro millones de los ocho millones de bolivianos, sobre todo al callejón central de La Paz, Oruro, Cochabamba y Santa Cruz.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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