EL MUNDO › EL ARCHICONSERVADOR OBISPO DE LIMA, PERU, PLAGIO AL MENOS A DOS PAPAS
Conocido por su estilo intolerante y de confrontación, su facilidad para condenar al prójimo, su apego a los disfrutes del poder, su desprecio público por los derechos humanos, el cardenal Cipriani es, además, un gran plagiador.
› Por Carlos Noriega
Desde Lima
Al arzobispo de Lima, el ultraconservador Juan Luis Cipriani, ahora lo llaman “el cardenal copy paste”. Conocido por su estilo intolerante y de confrontación, su facilidad para condenar al prójimo, su apego a los disfrutes del poder, su desprecio público por los derechos humanos, su defensa de importantes políticos y empresarios acusados de corrupción, el cardenal Cipriani suma ahora a esas características nada santas la de plagiador. El arzobispo limeño ha sido descubierto en pecado, robando ideas ajenas para hacerlas pasar como propias en artículos periodísticos firmados por él. Las víctimas de sus plagios son nada menos que dos papas: Paulo VI y Benedicto XVI.
El blog Utero.pe fue el que descubrió los plagios del cardenal. Este blog reveló que en un artículo publicado el pasado domingo 9 en el diario El Comercio, el más importante del país, Cipriani copia párrafos enteros del libro Communio de Benedicto XVI. El religioso peruano introduce algunas modificaciones menores a los párrafos copiados, cambia alguna palabra, pero mantiene inalterable el sentido y las ideas del papa emérito, que hace pasar como propias. Buena parte del artículo “El sentido primaveral de nuestra historia”, firmado por el cardenal peruano, es un plagio a Benedicto XVI.
Descubierto el plagio, estalló el escándalo. Pero la cosa no terminó ahí. Al día siguiente, el mismo blog reveló otro plagio del cardenal. Esta vez la víctima fue el papa Paulo VI. El artículo que copia al fallecido papa había sido publicado también en el diario El Comercio, en mayo de este año. En este artículo, Cipriani ni siquiera se dio el trabajo de mover alguna palabra o una coma del texto plagiado, copió literalmente párrafos completos de la encíclica Ecclesiam Suam, de Paulo VI, y los hizo pasar como suyos.
Puesto al descubierto, Cipriani intentó una explicación, pero terminó hundiéndose más. Envió una carta al diario El Comercio que resultó una justificación delirante de lo ocurrido. Ensayó una insólita defensa diciendo que “la brevedad del espacio me llevó a omitir las fuentes y reconozco este error”. Intentó minimizar el plagio señalando que los textos papales que había copiado sin citar a sus autores eran “patrimonio común de nuestra fe (...) lo que no tiene, por decirlo así, una propiedad intelectual”. La absurda explicación, que no convenció a nadie, terminó siendo tan vergonzosa como el plagio. El Comercio le respondió anunciando que no seguirá publicando los artículos del cuestionado arzobispo de Lima y retirando de su página web los textos del plagio.
Hasta el envío de esta nota, la Iglesia Católica peruana no se había pronunciado sobre el escandaloso plagio a dos papas cometido por su figura de mayor jerarquía. Un importante sector de ella no ve con buenos ojos al arzobispo Cipriani, prominente figura del ultraconservador Opus Dei. Su presencia al frente del único arzobispado del país, desde el cual ha atacado con dureza a los religiosos que muestran un mínimo de progresismo y compromiso social, ha dividido a la Iglesia peruana. La elección del papa Francisco, que le cayó muy mal al cardenal Cipriani, en las antípodas del pensamiento del nuevo Papa, ha debilitado la posición del arzobispo limeño al interior de la Iglesia.
Antes de ser nombrado arzobispo de Lima y primado del Perú por Juan Pablo II en 1999, Cipriani fue obispo de la andina región de Ayacucho en los años de la guerra interna, que tuvo como epicentro esta región. La Comisión de la Verdad y Reconciliación, que investigó el conflicto interno que dejó 69 mil muertos y 16 mil desaparecidos, acusó a Cipriani de haber protegido y bendecido desde su alto cargo eclesiástico las violaciones a los derechos humanos cometidas por las fuerzas de seguridad. En una ocasión, Cipriani declaró que los derechos humanos eran “una cojudez” (peruanismo subido de tono para decir una tontería).
Defensor de la dictadura de Alberto Fujimori, la que respaldó con entusiasmo, ha utilizado el púlpito para pedir la libertad del ex dictador, sentenciado por crímenes de lesa humanidad y corrupción. Políticos y empresarios acusados de corrupción también han merecido su indulgencia. Para quienes no comparten su fundamentalismo conservador sólo tiene duras condenas. Todo lo que suene a progresismo le sabe a herejía. Ha calificado como “espiritualmente enfermos” a los países que han aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo o despenalizado el aborto. De los homosexuales ha dicho que “no están en los planes de Dios”. Acostumbrado a condenar a otros, ahora el cuestionado arzobispo Juan Luis Cipriani, rebautizado como “el cardenal copy paste”, enfrenta la vergüenza del plagio descubierto.
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