EL MUNDO › LA ESTRATEGIA DEL EX PRESIDENTE Y DEL GOBIERNO BRASILEÑO ANTE LA MARCHA OPOSITORA
Ante una marcha convocada bajo la premisa de derribar a Dilma como sea, Lula arengó a militantes petistas venidos de todo el país tras desayunar con Dilma a solas en el Palacio de Alvorada para hablar del pacto político que la sostiene.
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
“No al ‘democracidio’.” Lula aplaudió esa frase repetida por dirigentes del PT al inicio del acto realizado en Brasilia horas antes de la marcha convocada para hoy bajo la premisa de derribar a Dilma como sea. Había militantes petistas venidos de todo el país junto a algunos campesinos sin tierra de caras asoleadas y manos anchas haciendo flamear banderas rojas, como la remera vestida por Lula con una estrella en el pecho.
Orador talentoso, repentista como un payador al que le gusta entablar complicidad con el auditorio, Lula comenzó su intervención alzando la autoestima de los petistas, demonizados por la prensa. “Vine de San Pablo con una camisa negra y resolví cambiarla (por una roja) para que las personas entiendan que nunca tendremos vergüenza de ser del PT.”
En una noche inspirada soltó críticas al elitismo del opositor Partido de la Socialdemocracia (PSDB), principal fuerza convocante a la movilización de hoy, y finalizó con palabras de solidaridad dedicadas al presidente de la Central Unica de Trabajadores, Vagner Freitas, vapuleado por haberse prometido defender a Dilma, incluso con las “armas”, contra los ataques de la “burguesía”. Freitas empleó una figura retórica a la que la radio de noticias del grupo Globo igualó con instigar a la lucha armada, y un columnista de radio, Joven Pan, con alto rating en San Pablo, asoció al surgimiento de “milicias sindicales” entrenadas para sembrar la violencia en la manifestación conservadora de este domingo. “Tengan cuidado”, atemorizó el periodista que recomendó reforzar la presencia policial para proteger a la “gente de bien” de las hordas sindicales.
Después de ser abrazado y besado por decenas de compañeros en la noche del viernes, Lula desayunó ayer con Dilma a solas en el Palacio de Alvorada.
Según trascendidos analizaron la movilización destituyente de este domingo donde se darán cita partidos conservadores, los más destacados el PSDB y Demócratas, indignados opulentos, jóvenes neocons, como los del Movimiento Brasil Libre, y fascistas desvergonzados que no disimulan sus saudades de la dictadura.
Es posible que Dilma y Lula hayan dedicado ayer algunos minutos al acuerdo alcanzado la semana pasada con el titular del Senado, Renán Calheiros, del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), gracias al cual fue aislado políticamente el subversivo (por su metódica violación de normas republicanas) jefe de Diputados Eduardo Cunha.
Esta alianza, provisoria, con Calheiros, así como el diálogo retomado con el Supremo Tribunal Federal, que desactivó una bomba preparada por Cunha para acelerar el impeachment en la Cámara baja, mejoraron la situación del gobierno que diez días atrás se comportaba como un zombie a merced de la agenda que le imponían congresistas, jueces y editores.
A principios de agosto, luego del explosivo arrojado contra la oficina de Lula y la detención del petista histórico José Dirceu acusado (con pruebas vagas) de estafar a Petrobras, los observadores honestos consideraban que esta movilización antidilmista podría ser la antesala del impeachment horneado por el evangélico diputado Cunha.
Tres semanas después el panorama es otro: luego de haber recuperado los reflejos políticos el gobierno y el PT disiparon la amenaza de una destitución en el corto plazo.
Esta será la tercera concentración del año, las anteriores fueron en marzo y abril, y la primera convocada oficialmente por el ex candidato presidencial Aécio Neves, del PSDB. Si hubiera menos público que el 15 de marzo, la marcha más concurrida, Neves saldrá malherido ante Dilma y sus correligionarios, el ex mandatario Fernando Henrique Cardoso, el gobernador de San Pablo Geraldo Alkmin y el senador José Serra. Ninguno de estos tres altos dirigentes del PSDB llamaron a tomar las calles para derrocar a la presidenta reelegida hace diez meses cuyo segundo mandato iniciado hace ocho concluye el 31 de diciembre de 2018.
Por esa razón gobierno y oposición van a medir con lupa la cantidad de golpistas por metro cuadrado que se den cita hoy especialmente en San Pablo, el fortín del antipetismo. También se evaluará la asistencia en Brasilia, la ciudad de mayor ingreso per capita, y Río de Janeiro.
Si bien no hay nada más insondable que el inconsciente colectivo de la derecha blanca e indignada, en los últimos días se percibió menos optimismo en las redes sociales donde expresa sus opiniones. Lo cual sería un indicio de que hoy habrá menos público en la Avenida Paulista, de San Pablo, y el Eje Monumental, principal arteria de Brasilia.
No se infiere de lo anterior el fin de la rebelión conservadora o que se descarta por completo que haya un mar de gente. Y si hoy hubiera tres o cuatro millones de personas ocupando las avenidas, a Dilma le sería difícil frenar la votación de un pedido de impeachment, cuyo texto ya está en el escritorio del diputado Cunha.
Recordemos que en 2013, de buenas a primeras, cientos de miles se lanzaron a las calles en un movimiento espontáneo, con reivindicaciones distintas a las actuales, y hasta hoy falta una explicación consistente de cómo surgió esa bronca que arrasó con la popularidad de Dilma y no había sido detectada por ningún radar sociológico.
Durante la conversación de Lula y Dilma de ayer en el Palacio de Alvorada al parecer se habló sobre los viajes que ambos realizarán esta semana por las provincias pobres del norte y el nordeste, donde el PT tiene su electorado más leal.
Lula prioriza mantener vivo el vínculo con los grupos más identificados con el proyecto de transformación e inclusión social iniciado en 2003.
Sabe diferenciar entre las alianzas inevitables de las permanentes. El acuerdo con el conservador Calheiros (que propuso el fin del Mercosur y allanar el camino a los capitales extranjeros) está entre las primeras y durará mientras el senador obtenga ventajas.
Las relaciones de largo plazo son con los sindicatos, los partidos de izquierda y los campesinos sin tierra, a pesar de las críticas de éstos hacia el ajuste neoliberal en curso.
Mientras asegura la supervivencia de Dilma en el gobierno Lula continuará negociando un posible frente popular, que algunos petistas llaman frente amplio, y recomponiendo la mística en las filas del PT, como lo hizo en el acto el viernes a la noche en el Centro de Convenciones Brasiliense.
“Para nosotros es muy bueno que Lula haya venido a hablar, él hace que nos fortalezcamos en nuestra identidad, porque hay muchos sectores que quieren que uno sienta vergüenza de ser del PT”, comentó a este diario Mónica Sacramento Costa, después del mitin.
Mónica habla de la “agresividad derechista hacia el PT y hacia Dilma, los medios nos ofenden permanentemente. Me preocupa mucho que está poniéndose de moda agredirnos. Hace un tiempo fui a hacer proselitismo por Dilma a la terminal de colectivos, identificándome como del PT, y un tipo vino a golpearme, pero por suerte lo pararon. Está habiendo un venganza contra nosotros, odio, racismo. Hay mucho de eso en la gente que está llamando a la marcha del domingo”.
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