Muy mal posicionado en la carrera hacia la Casa Blanca, Jeb Bush afirmó ayer que no tiene la intención de abandonarla, pese a las críticas y las presiones, y hasta su madre de 90 años y su hermano George W. Bush se sumaron a su campaña para ayudarlo. Inicialmente con un apoyo financiero colosal y la bendición de la cúpula del Partido Republicano, el ex gobernador de Florida parecía ser la mejor carta republicana para reconquistar la presidencia de Estados Unidos. Pero aún no ve la luz: su pobre desempeño en los debates y una campaña sin empuje le han valido cifras calamitosas en los sondeos. En Iowa, primer estado en votar el lunes, quedó sexto, con menos del 3 por ciento de los votos. En New Hamsphire, el próximo estado en votar el martes venidero, los sondeos lo ubican quinto, con menos del 10 por ciento de la intención de voto. Estas cifras lo sitúan muy lejos del magnate Donald Trump o del senador Marco Rubio, la nueva esperanza del establishment republicano desde que obtuvo mejores resultados de lo esperado en Iowa. Pero Jeb Bush se aferra. “Yo probé que era un líder. Elegimos a un presidente, no un elegido de base en el Senado”, dijo en un ataque directo contra su rival de origen cubano Rubio, en una entrevista divulgada ayer en la cadena CBS.
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