Dom 11.07.2004

EL MUNDO  › MICHAEL MOORE Y SU “FAHRENHEIT 9/11”

Misión echar a Bush

El lanzamiento internacional del film Fahrenheit 9/11 vino acompañado de una explícita convocatoria política de su director.

Por Javier del Pino *
Desde Nueva York

A ratos populista y en ocasiones enfervorizado por su propio mensaje, el director de cine Michael Moore presentó esta semana en Nueva York ante la prensa internacional su documental Fahrenheit 9/11, un alegato “anti-Bush” creado y montado con el objetivo abierto de “echarlo de la Casa Blanca”, dijo el cineasta en varias ocasiones. Moore, cordial y seguro de sus convicciones, pidió a otros miembros de la coalición –como Australia e Italia– que sigan el ejemplo de España y echen a sus gobiernos. Acusó a los periodistas de su país de ser vagos y cobardes y de robar a la opinión pública de EE.UU. la realidad de lo que está ocurriendo en Irak.
La joven compañía de distribución creada sólo para esta película (Disney se negó a distribuirla a pesar de que la había financiado) no ha podido convencer a Michael Moore para que hiciera una gira internacional de promoción de Fahrenheit 9/11. Moore es un hombre que parece sentirse llamado al cumplimiento de una misión: “Ojalá hubiera podido ir a todos los países, pero tenemos unas elecciones aquí dentro de poco y hemos pensado –dijo Moore en lo que parecía un plural mayestático– que cada día fuera de EE.UU. es un día alejado de mi misión: tengo que estar centrado en la labor de echar a Bush de la Casa Blanca”. Moore habla de sus películas como si fueran muescas en su culata. Cada una de ellas, según dijo en Nueva York, tiene “un objetivo a largo plazo que espero conseguir algún día, que es cambiar el sistema económico injusto de nuestro país. Pero cada película tiene también un objetivo a corto plazo”. Roger and me destrozaba la política laboral de las grandes corporaciones norteamericanas; Bowling for Columbine retrataba las consecuencias de la pasión de EE.UU. por las armas y Fahrenheit 9/11 es para el director una herramienta electoral, un arma que proporciona en bandeja a quienes compiten contra Bush en las próximas elecciones. Eso le plantea a Moore un problema de conciencia: no puede pedir el voto para el candidato demócrata, John Kerry, porque prometió no votar a ningún político que haya apoyado la guerra, pero al mismo tiempo desea que gane Kerry y que la gente vote por él. Lo desea tanto que ha pedido a su amigo, el candidato independiente Ralph Nader (cuya candidatura dispersa los votos anti-Bush y favorece por lo tanto al presidente actual), que se retire de la competición electoral, a pesar de que el director votó por él hace cuatro años. La rueda de prensa parecía tan repleta de periodistas ideológicamente opuestos a Bush que sólo faltaban aplausos después de cada respuesta.
Moore acepta que su película ofrece los hechos interpretados en un sentido político concreto, pero desafió a quien se atreva a rebatir una sola de las informaciones que la película da por sentadas. Hubo un momento de debilidad argumental al hablar de las imágenes de torturas a iraquíes que están incluidas en su película (varios soldados norteamericanos se mofan de un iraquí muerto y se hacen fotos con un preso tapado con una capucha). Moore tenía esas imágenes mucho antes de que saltara a la prensa el escándalo de las torturas, y las guardó. No supo explicar por qué no las hizo públicas, aunque lo justificó con una diatriba contra las grandes cadenas de televisión que, según él, nunca habrían ofrecido esas imágenes aunque se las hubiera regalado. Alguien le sugirió que podía habérselas dado a medios europeos –él mismo acababa de ensalzar a la BBC– y Moore pareció cazado en su propia contradicción.
Aun así, el director se sentía tan confortable siendo admirado que conminó a los periodistas australianos e italianos (miembros de la coalición que invadió Irak) a que sus países “sigan el ejemplo de España. Creo que los españoles han empezado una tendencia. Echaron a su gobierno porque no escuchaba la voluntad de la gente. Tengo la esperanza sincera de que los dirigentes italianos, los australianos y los demás que se unieron a Bush en esta guerra también sean echados del gobierno por los ciudadanos de sus países. Y espero que esta película ayude a conseguirlo”.
Moore es consciente de su éxito internacional y lo interpreta como un reconocimiento a sus ideales políticos: “Cuando viajo por el mundo me doy cuenta de que a la mayoría de la gente le gusta los americanos. Lo que intento decirle a Bush en esta película es: ‘Señor presidente: nosotros les caemos bien. Es usted el que les cae mal’”, dijo el director.
Tres cadenas de salas de cine de EE.UU. se han negado a proyectar la película por razones ideológicas; una de ellas llega a decir que la obra fomenta el terrorismo. Tan entregado parecía Moore en su cruzada anti-Bush que un periodista le preguntó cómo podía ayudar él a que los votantes norteamericanos elijan a otro presidente el 2 de noviembre. “Si sabe rezar, rece”, le dijo el director.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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