Dom 02.01.2005

EL MUNDO  › INEDITOS PEDIDOS DE AYUDA Y BUSQUEDA DE PERSONAS EN LA RED POR EL TERREMOTO

Los SOS de Asia transmitidos por la web

El sistema se había usado tras el 11-S. Y ahora se hizo masivo para publicar reclamos de socorro de todo tipo. Son los “blogs”, cuyos usuarios son una especie de radioaficionados del siglo XXI. Sus textos mezclan desde impresiones de la tragedia hasta búsqueda
de familiares.

› Por Federico Kukso

“Busco desesperadamente a Aníbal Gutiérrez Llamosas, oncólogo y neurocirujano peruano de 43 años, nacionalizado inglés, quien se encontraba conmigo en Sri Lanka, donde llegamos de vacaciones luego de Navidad. Lo dejé por un momento en la playa, muy cerca al zoológico, junto con su esposa, sus hijos y mi esposa. De pronto llegó el tsunami y nunca más supe de ellos. Durante estos días busqué en los hospitales, entre los escombros y los depósitos de cadáveres, y no he tenido respuesta; por favor si alguien, algún familiar o amigo en Perú se ha comunicado con él o sabe de mi esposa, por favor comuníquese conmigo a [email protected]. La comunicación telefónica es imposible, hemos perdido todo; el hotel donde estábamos hospedados ya no existe. Por favor, ayúdenme a encontrarlos.” Desde hace una semana, mensajes como éste –publicado o “subido” al sitio web de la cadena inglesa BBC– se reproducen incansablemente en la plataforma mediática más fluida, eficaz y velozmente actualizable que encontraron amigos y familiares de las víctimas del maremoto que sacudió el sudeste asiático el domingo pasado: los blogs. Abreviación de “weblogs”, estas bitácoras, diarios virtuales, cuadernos o libros de notas que afloran cada siete segundos y medio en los insustanciales rincones de Internet nacieron dos veces: hace no más de cinco años como vitrina digital de la subjetividad de su creador, el “blogger” (casi siempre uno y anónimo o detrás de la máscara de un nick o seudónimo) ansioso por entrar en contacto con un lector de paso y distante (también sin nombre) e inmediatamente después del 11-S no tanto como expresión partidista sino como visión singular, fragmentaria, frente a la atrocidad de lo irrepetible.
Bajo el encanto oculto de compartir las experiencias personales, en ellos fluyen efímeramente pensamientos (los blogs suelen ser abandonados al año), gustos y recomendaciones musicales, quejas al aire, galerías de cuentos y comentarios de comentarios de otros blogs, enfrascados en la semiosis infinita que despliega y permite la red de redes. El fenómeno va más allá de una intempestiva irrupción en el vocabulario global (el prestigioso diccionario de habla inglesa Merriam-Webster la nombró “palabra del año”). Los blogs, de todo tipo y para todo tipo (el sitio www.technorati.com lleva rastro de unos 5.363.858 weblogs y sus subespecies, los moblogs y los photologs, o sea, páginas web donde la gente sube fotos que toma con las cámaras de celulares o digitales), en el desastre asiático son protagonistas.
Su arquitectura, aceitada y rápidamente rearticulable, parecida a la del folletín o a la de los relatos por entregas funcionó y funciona como canal de circulación de información desde las playas arrasadas de Sri Lanka, la India o Somalia a los barrios (secos) de Estocolmo, Londres o Milán. Sin la facultad de reproducir la desesperación del llanto, ahora los blogs más visitados recogen por escrito gritos de ayuda y abren espacios para compartir consejos y recomendaciones ante la posibilidad de nuevos tsunamis y exhiben videos con imágenes desprolijas (propias de la crudeza de las grabaciones amateur) y audio entrecortado que le aportan mayor estatuto de realidad a la tragedia. Es el caso del SEA-EAT blog (o The South-East Asia Earthquake and Tsunami blog, tsu namihelp.blogspot.com), iniciado por un grupo de 30 estudiantes de Bombai, India, y que ya lleva registradas más de 407.329 visitas. Con un diseño casi espartano, mezcla reportes de campo de última hora (con el número actualizado de muertos), fotografías de personas encontradas, datos sobre todas las asociaciones, ONG e instituciones gubernamentales e internacionales a las que se pueden realizar donaciones, y dónde se puede solicitar información sobre desaparecidos. Básicamente, éste y otros miles de blogs que crecen como reguero de pólvora son leídos casi al mismo ritmo en que son escritos debido a su principal ventaja: la de esquivar la falta de comunicación telefónica, servicio interrumpido desde el domingo. Y todo, sin necesidad de recurrir a la cosmética marketinera que inflama el aura de los celulares último modelo y otros chiches nuevos.
Pero no sólo se trata de promover reencuentros. También se emplazan como foros de exposición de testimonios de experiencias directas y miedos personales. No importa la calidad del relato ni los errores ortográficos; lo que cuenta es más básico: simplemente, haber vivido para contarla. El tono íntimo y personal, con un pie en la confesión, es uno de los rasgos más locuaces de los textos de los ciudadanos de la blogósfera. Así, en www.livejour nal.com/users/ernestswhirrled, un tal Ernest Rodríguez (desde la isla de Phuket, Tailandia) escribe: “Nuestro hotel ha sido destruido por la ola gigante y estuvimos atrapados en la cuarta planta durante horas. El hotel estaba en primera línea de playa (...) Sigo diciéndole a la gente que soy diabético y que perdí mi insulina bajo el agua. Un camión de la policía nos llevó al hospital, a mayor altura. Cuando llegué el sitio era una locura. Pero fui directamente a la farmacia y compré insulina. Encontramos un hotel a dos cuadras de allí, el Nipa Villa, en la ciudad de Patong, todavía en la isla. El aeropuerto está bajo el agua, y el puente que une la isla con el continente ha sido destruido. No sé cuánto tiempo nos tendremos que quedar, pero estoy bien”.
Los bloggers son los radioaficionados del siglo XXI: sin necesidad de mucho conocimiento informático, cualquiera –que tenga acceso a Internet, claro está– puede tener uno (en www.blogger.com, por ejemplo) y sin poner un peso.
“El suelo se movía bajo mis pies y todo empezó a temblar a mi alrededor. El reloj se cayó de la pared y me golpeó en la cabeza. Las agujas marcaban las 6.45 a.m. cuando se paró. La arena ha desaparecido y las playas (Marina, Nesant Nagar, Santhome y Thiruvanmiyur) son piezas de museo. La gente viene en masa para ver cómo el mar se lleva las playas”, anotó en su diario personal un consultor de software apodado “Lazy geek” el mismo 26 de diciembre en su sitio homónimo (www.lazyge ek.net). Otros, en cambio, prefieren mostrar por escrito lo que las cámaras de televisión no graban: “Aquí en la capital la gente era presa del pánico, pensando que olas de 20 metros de alto se aproximaban en una repetición de lo que sucedió por la mañana. Ha habido saqueos y la gente de las afueras de la ciudad ha quedado muy afectada. Durante todo el día los teléfonos no han funcionado, mientras la gente intenta descubrir si sus familiares y amigos han sobrevivido”, dice Lady Kiadari en Colombo, Sri Lanka.
Ni siquiera el escritor Arthur C. Clarke, autor de 2001: odisea en el espacio, aguantó tanto aislamiento –que profesa en Sri Lanka desde 1956– y tranquilizó a sus seguidores con un escueto mensaje en www.clarkefoundation.org: “Gracias por su preocupación acerca de mi seguridad en el terremoto y la tremenda ola devastadora del pasado domingo. Me encuentro más tranquilo dado que mi familia y mi casa se escaparon de los destrozos del mar que invadió de repente la mayor parte de la costa de Sri Lanka, dejando una senda de destrucción. Pero muchos otros no tuvieron tanta fortuna. Para cientos de miles de ciudadanos de Sri Lanka y un número desconocido de turistas, el día después de Navidad se transformó en una pesadilla que nos recuerda la película El día después de mañana.” Curiosamente, en el primer libro que escribió en Sri Lanka, The Reefs of Taprobane-Underwater Adventures around Ceylon (1957), Clarke describe cómo un tsunami devastó la ciudad de Galle (Sri Lanka) luego de la erupción del volcán Krakatoa en agosto de 1883, en la misma zona del Océano Indico.
Sin embargo, y pese a la facilidad del feedback, hay muchos pedidos de ayuda que no tienen respuesta: “Si alguien sabe de Chris Collins o Ralph Clauge, por favor, por favor, llámenme al +61 439 324615. Hay recompensa”. Mensaje seguido por el vacío de un “0 replies” (cero respuestas). Tampoco faltan quienes por temor a caer en bromas de mal gusto recurren a preguntas en clave: “Eddie, por favor contactate conmigo a ([email protected]). El código es ¿cuáles son los nombres de tus gatos?”.
Hasta hay diarios personales “alimentados” con SMS, es decir, mensajes de texto de los teléfonos celulares. Es que en los blogs todos los estilos son bienvenidos para narrar una y otra vez la muerte; sin delicadezas, sin bajar las tintas. “Desearía entrar en detalle frente a lo que vi, pero no puedo –escribe un tal Morquendi en el blog ChiensSansFrontiers (desimediabitch.blogs pot.com)–. El olor (de los 25 cuerpos quemados en la ciudad costera de Mullaitivu, Sri Lanka) era más fuerte del que había en el Karapitiya Hospital. Lo peor es que ya me acostumbré. Después de un tiempo dejé de percibirlo; me di cuenta de que ya no puedo sentir nada más.”

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