Sáb 19.03.2005

EL MUNDO

Cómo seducir al oso ruso para que no masacre tanto

Ayer fue día de reconciliación entre el francés Jacques Chirac, el ruso Vladimir Putin, el alemán Gerhard Schroeder, el británico Tony Blair y el español José Luis Rodríguez Zapatero.

› Por Eduardo Febbro

Las dos locomotoras de la Unión Europea, París y Berlín, y un aporte nuevo al aliento de la UE, España, le tendieron ayer la mano a la controvertida Rusia en el curso de una cumbre cuatripartita que buscó limar las asperezas surgidas con las repetidas violaciones a los derechos fundamentales perpetradas por el poder ruso. Reunidos en el palacio presidencial del Elíseo, los presidentes de Francia, Jacques Chirac; de Rusia, Vladimir Putin; el canciller alemán Gerhard Schroeder y el presidente del gobierno español, José Luís Rodríguez Zapatero, sellaron una suerte de reconciliación cuatripartita con una declaración sobre el Líbano y sin mencionar los desastres de la política rusa en Chechenia.
La cumbre de París tenía como propósito darles un nuevo aliento a las relaciones entre la Unión Europea y Rusia y, según París, “tenderle la mano” a Moscú a fin de conducirla a que lleve a cabo reformas económicas y políticas. Los franceses pusieron de relieve que era preciso “sobrepasar las crispaciones” que se plasmaron entre Rusia y la Unión Europea luego de los abusos cometidos por el poder ruso contra la libertad de expresión, las injerencias en la política interior de Ucrania, el control de la economía por los aparatos del Estado dominados por Vladimir Putin y, desde luego, la salvaje represión en la República de Chechenia, en el Cáucaso ruso. Al recibirlo en el palacio presidencial, Jacques Chirac le evitó a Vladimir Putin la vergüenza de llamarle la atención como lo hizo George Bush en Bratislava a fines de febrero pasado. Para Jacques Chirac, se trató de “acoger a Rusia”, de evitar “aislarla” y de establecer una relación “fuerte, estable, equilibrada y confiada”.
La primera consecuencia práctica de esa “integración” de Rusia fue la publicación de un comunicado conjunto de los cuatro. Chirac afirmó que, en nombre de Francia, España y Alemania, el objetivo común consistía en “construir una comunidad de destino entre la Unión Europea y Rusia”.
La frase del mandatario francés dice más de lo que expresa en su contenido vagamente literario. La diplomacia francesa teme, de hecho, que una Rusia sin control y sin aliados expanda su desorden al resto del continente. Tanto Chirac como Schroeder y Zapatero se dedicaron reiterados elogios y no cesaron de poner de relieve las “relaciones específicas” que los unen. La voluntad de no herir a Rusia quedó de manifiesto en la ausencia de toda evocación del espinoso tema de Chechenia. Ni Chirac ni Schroeder ni Putin mencionaron el caso checheno. Aunque tímidamente, el único que lo hizo de manera indirecta fue el presidente del gobierno español. Rodríguez Zapatero dijo, dirigiéndose a un impasible Putin, que la mejor manera de luchar contra el terrorismo internacional era “la cooperación internacional, el estado de derecho y la fuerza de la razón”. En las calles de París había un grupo de 500 manifestantes que vino a recordar que los crímenes en Chechenia sí existen.

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