EL MUNDO
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REPORTAJE EXCLUSIVO A LEONARDO BOFF, TEOLOGO BRASILEÑO DE LA LIBERACION
“Con el Papa y Ratzinger hubo persecución”
El brasileño Leonardo Boff es uno de los exponentes principales de la Teología de la Liberación, que floreció en América latina en los años ’70 y ’80. En este reportaje de Página/12, habla de la persecución que le tocó padecer de Juan Pablo II y su hombre de confianza, así como de las chances y el perfil del “papabile” brasileño Claudio Hummes.
› Por Darío Pignotti
Página/12, en Brasil
Desde San Pablo
Entre el filósofo de la Teología de la Liberación Leonardo Boff y el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe vaticana, Josef Ratzinger, hay una sola cosa en común: hablan alemán. Pese a haber dejado los hábitos de padre franciscano en 1992, Boff sigue siendo una referencia dentro de ese movimiento rebelde que considera a la Iglesia institucional como una “monarquía absolutista espiritual”. Ubicado en los antípodas ideológicos y teológicos de Boff, Josef Ratzinger, al igual que el arzobispo de San Pablo Claudio Hummes, quien también domina el alemán, integra la lista de fuertes candidatos a suceder a Juan Pablo II. A favor de Ratzinger juega su peso en la Curia romana, a favor de Hummes su perfil progresista y los 125 millones de católicos brasileños, la mayor feligresía del mundo.
Boff conoce en profundidad y en persona a Ratzinger y a Hummes. Al primero desde que lo convocó al Vaticano y lo sentó en la misma silla que siglos atrás ocupó Galileo Galilei cuando fue juzgado por la Santa Inquisición. En aquella ocasión, Ratzinger, ordenó a Boff guardar “obsequioso silencio” en castigo por su libro Iglesia, carisma y poder, luego de un “angustiante interrogatorio en la sala de 150 metros del Santo Oficio”. Hoy, al analizar la Iglesia que fue y la que vendrá, durante una entrevista exclusiva con Página/12, Boff advierte que esa institución “no aguanta más” un Papa con las características de Ratzinger o cualquiera de los candidatos de la “Curia romana o de EE.UU., Alemania y Francia, representantes de los intereses del imperio que se beneficia con esta globalización”. Si el Cónclave Cardenalicio, en el que Ratzinger es tenido como “el gran elector”, eligiera un Papa con ese perfil, se “agravará la actual división de la Iglesia y la humillación de las Iglesias nacionales sobre las que pegó pesado la Curia romana en estos 26 años de Juan Pablo II”.
Embarcado en la sucesión papal como si en ella se jugara su propia reelección presidencial, Luiz Inácio Lula da Silva proclamó su voto cantado por su amigo el “papabile” Claudio Hummes. Más: para reforzar la idea de que Hummes es una suerte de “candidato de Estado”, Lula consiguió persuadir a los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso, Itamar Franco y José Sarney de que lo acompañaran a las exequias de Juan Pablo II. Conocedor de los juegos de poder vaticanos y brasileños, Boff afirma que la consagración del arzobispo paulistano Hummes sería algo “extraordinario” para el mandatario y lo explica.
“Don Claudio convertido en Papa reforzaría enormemente la figura internacional de Lula que así a su liderazgo político le añadiría una dimensión religiosa y espiritual. Quienquiera que sea, en cualquier lugar del mundo, relacionará a las dos figuras. Son amigos desde los tiempos en que Hummes, siendo obispo de Santo André, en el cordón industrial paulista, escondió al dirigente metalúrgico Lula perseguido por la dictadura. De esa historia quedó una gratitud que el presidente expresa cada 1º de mayo, participando en las misas de Hu-
mmes. A las que nunca faltó. En el 2002 él cerró su campaña presidencial frente a la iglesia de Don Claudio, un ‘gaúcho’ perteneciente a la Orden de San Francisco de Asís.”
–¿Cuál es el perfil pastoral de Hummes?
–Yo lo veo como un hombre doctrinariamente conservador, igual que Juan Pablo II, y avanzado en términos sociales. Es un pastor de la Iglesia de los Pobres, como lo declaró con mucha valentía al llegar a Roma en estosdías. Es alguien que entiende el discurso de los obreros, de los campesinos, que ve la necesidad de la reforma agraria. Su limitación es carecer de un gran carisma como Juan Pablo II. Intelectualmente es un teólogo de buena formación, con quien he tenido muchas disputas filosóficas; él viene de la neoescolástica, tiene una visión más sustancialista del mundo, no entiende bien la filosofía moderna, la fenomenología, Heidegger, etc. En el contexto de los otros “papabiles” , Hummes es uno de los mejores candidatos, junto con el hondureño Oscar Maradiaga, un cardenal muy culto que consiguió hacer entender a Ratzinger que debía establecer algún diálogo con la Teología de la Liberación.
–¿Quiénes votarían a Hummes en el Cónclave Cardenalicio?
–Su condición de latinoamericano difícilmente arrastre los votos de sus colegas de la región, donde están candidatos conservadores como Jorge Bergoglio (ver recuadro) y el colombiano Darío Castrillón Hoyos. Hummes tiene 70 años, pero como cardenal es nuevo y aún no demostró quién es. A su favor puede influir la buena llegada que tiene en el Vaticano, ya que estuvo con la Curia romana en la Pastoral de la Familia, lo que favorece su perfil de puente entre el Primero y el Tercer Mundo. Estimo que, en ciertas circunstancias, hasta el cardenal alemán Ratzinger podría votarlo.
–¿Ratzinger podría votar a un miembro de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB)?
–Hummes no es un hombre de la CNBB; él está en alguna medida al margen, como lo demuestra que en la última elección no se postuló a presidente porque se sabía perdedor. Además, después de las persecuciones de todos estos años la CNBB tampoco es la misma que fue anteriormente cuando había cardenales como Don Paulo Evaristo Arms en San Pablo.
–Desde la perspectiva de la Teología de la Liberación, ¿cuál fue el legado de Juan Pablo II?
–Es un legado complejo y debe ser interpretado a la luz de un pontificado muy extenso. Encuentro que frente a la Teología de la Liberación tuvo una actitud casi persecutoria. Los ataques del Santo Oficio de Ratzinger contra mí eran en realidad contra la CNBB y sus posiciones muy avanzadas. Yo era asesor teológico de la CNBB y alumno del cardenal Arms. Pero en el Papa hay dos fases. En la primera, cuando todavía existía el imperio soviético, actuaba radicalmente contra nosotros porque nos imaginaba como el caballo de Troya del marxismo. El Papa no quería al marxismo y con razón, por su experiencia con el estalinismo. Después, cuando el comunismo no fue amenaza para nadie, se dio cuenta de que para América latina la amenaza era el capitalismo salvaje y llegó a escribir en una carta a los obispos brasileños que la Teología de la Liberación más que útil era necesaria. Creo que él nunca la entendió bien a nuestra teología; en general, creo que el Papa confundió al mundo con Roma y a Roma con Cracovia.
–¿Diría que fue inocente?
–Hoy sabemos que los datos sobre la Teología de la Liberación le llegaron a través de la CIA. Históricamente el Vaticano y los Estados Unidos no habían tenido afinidad, pero durante los años de (Ronald) Reagan se establecieron relaciones muy próximas, lo que abrió canales de información secreta. Por eso cuando el Papa llegó a Nicaragua, entonces bajo un gobierno socialista, atacó, y atacó muy duramente, a la Iglesia de los Pobres.
–¿Juan Pablo II fue más un líder carismático que un estadista?
–Si alguien le preguntara a los millones de peregrinos que le dieron su último adiós en estos días qué recuerdan del Papa, tal vez lo primero que les venga a la memoria sea un gesto y no una frase. Fue un líder carismático de gran irradiación, en una sociedad huérfana de líderes. Los que hoy tenemos son líderes belicosos como George Bush o meros burócratas como Gerhard Schroeder. No tenemos un Konrad Adenauer (premier alemán deposguerra) o una Madre Teresa de Calcuta. En ese vacío de referencias y de valores emergió su figura. El Papa logró rescatar la religión desmoralizada por el pensamiento crítico de los maestros de la sospecha: Nietzsche, Freud, Marx. Rescató a la religión como poder político. Pero el Papa también será recordado por su dimensión de estadista. Mijail Gorbachov dijo que gracias a Juan Pablo II la caída del imperio soviético no fue un baño de sangre, y no debemos olvidar su mediación entre Argentina y Chile, su defensa del Estado Palestino y su oposición solitaria a la guerra de George Bush contra Irak.
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