Lun 18.04.2005

EL MUNDO  › PEKIN SE NIEGA A DISCULPARSE POR LAS MARCHAS

El perdón es un cuento chino

Por David McNeill *
Desde Tokio

China y Japón parecían encerradas en una disputa potencialmente desastrosa cuando miles de manifestantes desafiaron ayer las advertencias del gobierno y se lanzaron a las calles de China en otro día de violentas protestas antijaponesas. Los manifestantes llevaban pancartas con la imagen del premier Junichiro Koizumi vestido como Hitler y pancartas que decían: “Fuera cerdos japoneses”, dieron vuelta autos y lanzaron piedras a comercios, mientras el canciller japonés Nobutaka Machimura mantenía un encuentro con su par chino, Li Zhaoxing. Machimura había ido a Pekín ayer para exigir una disculpa e indemnizaciones por la tercera oleada de manifestaciones que amenazan con paralizar los negocios y la actividad diplomática de Japón en China, pero, por el contrario, se le dijo que era Japón el que “lastimaba los sentimientos” de China.
“El gobierno chino nunca hizo nada por lo que deba pedir disculpas al pueblo japonés”, dijo Li. Agregó que “el principal problema ahora es que el gobierno japonés ha hecho una serie de cosas que lastimaron los sentimientos del pueblo chino en el tema de Taiwan; temas internacionales como que incluyen derechos humanos, y especialmente el tratamiento de la historia”. Las conversaciones concluyeron en una vaga promesa de “trabajar en pos” de una reunión del premier chino Wen Jiabao y Koizumi más avanzado este mes pero –a menos que alguno de los lados genere una audaz movida diplomática– el estancamiento probablemente continuará. La semana pasada Wen Jiabao enojó a Tokio negándose a pedir perdón por la violencia, diciendo que Japón debe “enfrentar su historia” antes de poder ganar la confianza del resto del mundo.
Koizumi respondió a la crisis con una serie de sosas generalidades que han estado muy lejos de las demandas chinas. El canciller japonés dijo a la prensa que las relaciones entre los dos países “podrían declinar a un nivel serio”, a menos que se resuelva la crisis, una afirmación de la que se hizo eco anoche el ministro japonés de Transporte, Shoichi Nakagawa, quien dijo: “Mucha gente en todo el mundo está preguntándose si es buena idea desarrollar actividades económicas en China”. Con Tokio enfurecido por lo que ve como una negativa a poner las protestas bajo control, y Pekín bien al tanto de que confrontarlas podría generar un movimiento antigubernamental más amplio, ninguna de las partes parece preparada para dar un paso atrás.
La ferocidad de las protestas, que fueron gatilladas por la aprobación de libros de texto escolares que China dice que “glorifican” el comportamiento de Japón en tiempos de guerra, fue aún más acicateada por la decisión de Tokio la semana pasada de autorizar a sus empresas derechos de exploración de petróleo y gas en un área bajo disputa del Mar del Este de China. La furia ha asombrado a los observadores de una sociedad donde son escasas las manifestaciones de cualquier tipo. Los manifestantes están pidiendo que las Naciones Unidas rechacen el pedido de Japón en pos de una banca permanente en el Consejo de Seguridad, y que el primer ministro japonés deje de visitar el memorial de guerra de Japón, el Santuario Yasukuni.
Aunque los activistas en Pekín obedecieron una directiva del gobierno de no participar en manifestaciones antijaponesas, soldados y alrededor de una docena de patrulleros fueron llamados a proteger la embajada japonesa en la ciudad durante la visita de Machimura. Más marchas ocurrieron ayer en las ciudades sureñas de Shenzhen, Zhuhaim, Bongguan y Chengdu en el sudoeste, Shenyang en el noreste, Hong Kong, y en la provincia de Gungdong en el sur.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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