EL MUNDO
› GUTIERREZ BAJO LA SOMBRA DE BUCARAM EN ECUADOR
Un fantasma muy presente
Las marchas en su contra se suceden todos los días y una mayoría de la población quiere su salida, pero los problemas de Lucio Gutiérrez nacen de su alianza con un presidente del pasado: Abdalá Bucaram.
Por Andrew Gumbel *
Desde Quito
Ecuador tuvo su cupo de presidentes excéntricos que hablan el idioma corriente del pueblo aunque lo roben a cuatro manos. Ninguno, sin embargo, le ganó a Abdalá Bucaram, el “loco” de Guayaquil, quien, durante los seis turbulentos meses en funciones durante la década de 1990, brincó con bailarinas en televisión, grabó una canción pop, almorzó con Lorena Bobbitt, la famosa cortapenes estadounidense de origen ecuatoriano, y que, de acuerdo con los fiscales y la embajada de Estados Unidos, robó tanto como 100 millones de dólares de los fondos públicos.
Bucaram siguió teniendo una fuerte influencia después de que fuera echado de sus funciones por incapacidad mental en 1997 y las historias fabulosas, de billetes metidos en bolsas de basura y cuadros descolgados de las paredes del palacio presidencial en las últimas horas de su administración, comenzaran a aparecer. Sigue teniendo una fuerte influencia, no menos porque se ha convertido en un consejero de singular importancia para el presidente Lucio Gutiérrez, y acaba de regresar a Ecuador después de ocho años de exilio en Panamá.
En realidad, el regreso de Bucaram –que fue posible por un manejo político altamente cuestionable en la Corte Suprema de Ecuador y la consecuente anulación de todos los cargos contra él– es el agravio número uno para los manifestantes antigubernamentales que han atestado las calles de Quito y otras ciudades en los últimos días. Con creciente fervor, están clamando por la renuncia del presidente Gutiérrez junto con una limpieza general de la clase política de Ecuador, notoriamente corrupta. De acuerdo con los diarios ecuatorianos, fue Bucaram quien indujo al presidente Gutiérrez a imponer un estado de emergencia en la capital el fin de semana pasado, una movida que falló espectacularmente porque los manifestantes no se retiraron, el ejército no hizo nada por sacarlos de las calles y el presidente se vio obligado a retirar su decreto de emergencia a las 24 horas. Ayer, mientras el gobierno de Gutiérrez decía tener el apoyo de Washington, una encuesta encontró que el 80 por ciento de la población quiere su salida.
La política ecuatoriana se ha convertido en un gran ejercicio de teatro político. El regreso de Bucaram a Guayaquil hace dos semanas fue un caso emblemático. Primero bajó de un helicóptero hacia una multitud preparada que lo esperaba en adoración (aunque no lo hizo en traje de Batman, como era su costumbre hace 20 años). Luego comenzó a cantar. Finalmente montó a caballo, se declaró “tan loco como siempre” y trotó hacia sus lugartenientes a través de un parque público de Guayaquil frente al puerto, con un aspecto, en las palabras de un abogado local cuyas ventanas le daban un asiento en primera fila, “como Atila y sus hordas bárbaras”.
La conexión de Bucaram con el presidente Gutiérrez se remonta a su propio ejercicio en funciones, cuando Gutiérrez, un coronel en esa época, estaba a cargo de su propia seguridad. El presidente Gutiérrez mismo llegó al poder en 2002 sobre una ola de retórica populista de izquierda.
Una vez en el poder, Gutiérrez se concentró en una constante lucha para sobrevivir políticamente frente a inciertas alianzas en el Congreso. Si maniobró para el regreso de Bucaram, fue en parte porque sentía que no tenía opción. En diciembre último, Gutiérrez disolvió la Corte Suprema y la reemplazó por una más afín a sus deseos políticos. Cuando la nueva Corte anuló los cargos contra Bucaram, la indignación ganó las calles. Durante más de una semana, el presidente Gutiérrez y sus generales han estado prácticamente acuartelados en el palacio presidencial en Quito, mientras los manifestantes se reunían afuera. La campaña en las calles rindió sus frutos: la nueva Corte, que el Congreso votó sostener la semana pasada, ha sido disuelta. La supervivencia de Gutiérrez probablemente dependa de su habilidad para nombrar una nueva Corte con un ápice de equidad, y de hacerlo rápido. Queda por ver si se anima a mandar a Bucaram nuevamente al exilio.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.