Mié 20.04.2005

EL MUNDO  › KIRCHNER CONFIRMO QUE IRA A LA ASUNCION DEL NUEVO PONTIFICE

“Fuimos a Alemania y el Papa es alemán”

El Presidente va a estar el domingo en el Vaticano en la asunción de Benedicto XVI. La designación del conservador Ratzinger no generó entusiasmo en la Rosada, pero se reaccionó con diplomacia.

› Por Martín Piqué

“No sé cuándo es la asunción, pero obvio que iré.” La primera reacción pública de Néstor Kirchner tras la fumata blanca en el Vaticano no fue entusiasta ni fervorosa. Tampoco lo podía ser, porque el alemán Josef Ratzinger era el candidato más conservador a suceder a Karol Wojtyla. Pero Kirchner sí fue diplomático. No mucho después de que la multitud festejara en la plaza San Pedro, el Presidente confirmó que viajará a la asunción de Ratzinger. Hace quince días, Kirchner decidió no viajar a las exequias de Juan Pablo II. Eso generó una controversia mediática. En ese momento, el Gobierno argumentó que por protocolo un jefe de Estado no podía asistir a las dos ceremonias que se realizarían en poco tiempo: los funerales de Woj-tyla y la asunción del nuevo Papa. Este fin de semana, cuando llegue a Roma, Kirchner se encontrará ante una dilema. Asistirá a la bendición de un Papa mucho más duro –que genera resistencias y temores hasta en la propia Iglesia– que el anterior.
“Estuvimos en Alemania y hay un Papa alemán”, fue el otro comentario de Kirchner sobre la elección de Ratzinger. La respuesta del Presidente tuvo un toque de humor. Estaba implícito en la sugerencia de que su reciente visita a Berlín y Munich pudo haber influido sobre los cardenales que ungieron –Espíritu Santo mediante– a Ratzinger. Esa fue la única declaración del Presidente sobre el sucesor de Juan Pablo II, que eligió para sí el nombre de Benedicto XVI. Las demás voces del oficialismo, desde el gobernador Felipe Solá hasta el embajador en el Vaticano, Carlos Custer, fueron moderadas y bien diplomáticas.
Cuidadoso, Custer destacó las cualidades que encontró en Ratzinger: “Siempre ha demostrado mucho interés y afecto por Argentina. No dudo de que las relaciones van a ser buenas. Es un hombre extraordinariamente afable. No tengo duda de que dará lo mejor de sí. Es un hombre de gran cultura y hará un buen pontificado”, elogió. Las medidas palabras de Custer reflejaron la preocupación del Gobierno por mantener la relación con el Vaticano en términos normales y de relativa armonía. Con un Papa que representa al conservadurismo político y la ortodoxia teológica, el tema adquiere aún más importancia. “Ojalá tengamos sorpresas. No confirmemos prejuicios, sino que tengamos juicios y buenos”, instó ayer el gobernador bonaerense, Felipe Solá, quien reconoció con sutileza lo que ningún dirigente se animaba a decir en público: que Ratzinger no despierta entusiasmo entre muchos protagonistas de la política latinoamericana. En Brasil, su rápido nombramiento impactó a los funcionarios de la influyente Itamaraty. “Aquí están todos sorprendidos e impactados. Hay preocupación por su perfil claramente conservador”, contó a Página/12 un representante del Ministerio de Relaciones Exteriores que ayer participó de un encuentro de cancilleres en Brasilia. Brasil tiene un recuerdo muy fuerte de Ratzinger: en ese país nació la Teología de la Liberación y sus obispos fueron los más permeables a la opción por los pobres.
Si en Brasil la intranquilidad se explica por el pasado, para el gobierno argentino tiene razones más actuales. El caso Baseotto dejó secuelas profundas. La relación del Presidente con el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, tampoco es buena. Hace poco, Bergoglio cuestionó a los “progresistas adolescentes”. Kirchner se defendió sin nombrar al arzobispo. “Para algunos tener convicciones es ser adolescentes”, replicó. Ese cruce se produjo en medio de la controversia por la decisión de no viajar a Roma. Al mismo tiempo se difundían críticas a Bergoglio acusándolo de favorecer la entrega a los represores de la ESMA de dos jesuitas que trabajaban en villas, Orlando Yorio y Francisco Jalics.
Las diferencias con la Iglesia tuvieron otro capítulo: el debate por el aborto que instaló el ministro de Salud, Ginés González García. La intransigencia de los obispos en temas de moral sexual generó contrapuntos con repercusión mediática garantizada. La resistencia de la Iglesia en estas cuestiones llega hasta tal punto que ayer, tras la designación de Ratzinger, el propio Ginés ratificó que la Rosada no modificará su plan de salud reproductiva.

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