EL MUNDO › HABLA UNA LIDER DE LOS ESTUDIANTES CHILENOS QUE DESAFIAN A LA PRESIDENTA
En mayo de este año, cientos de miles de chilenos salieron a la calle en una de las movilizaciones populares más importantes desde el regreso de la democracia. La encabezaron un grupo de estudiantes secundarios que, por su uniforme, fueron llamados “los pingüinos”. En esta entrevista exclusiva, su líder asegura que la lucha continúa.
› Por Cristian Alarcón y
Virginia Scardamaglia
María Huerta debatía, con esa voz ronca que tiene desde que es dirigente estudiantil, con los funcionarios del gobierno chileno en la Biblioteca Nacional cuando escucharon ruidos afuera: ¡Paco conchetumaire!, se oyó sobre el estallido de las sirenas. Ella y sus compañeros de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) entreabrieron la inmensa puerta de madera y vieron algo que les pareció al mismo tiempo “lindo y feo”: los santiaguinos de saco y corbata que salían de las oficinas ayudaban a los chicos atacados por la policía. Hombres y mujeres de la edad de sus padres les tiraban piedras a los guanacos. “Era raro, porque al mismo tiempo que se revivían las imágenes de la dictadura militar nos dábamos cuenta de que la lucha ya no era de los jóvenes, sino de todos”, dice en una entrevista con Página/12, durante lo que fue la primera incursión pingüina a la Argentina, una gira informal en busca de sus pares latinoamericanos. De belicosa verborragia, la chica de 18 años que protagoniza ásperas discusiones con ministros y asesores de Michelle Bachelet cuenta para que “los adultos” comprendamos. “Al final somos papás de nuestros papás”, se queja.
–¿Cuál fue el desafío que debieron enfrentar como asamblea?
–El problema dentro de la asamblea era cómo convocar a los estudiantes. ¿Cómo les decimos que despierten, que no sean la misma mierda que uno va a ser en unos años más, como adulto? Eso era muy complicado. Había que hacerles entender que si uno no hacía nada para cambiar el sistema, se terminaría convirtiendo en lo mismo. Cuando uno es mayor, uno no se preocupa por el otro, sino por el sueldo para alimentar a su propia familia. Si a uno desde la educación básica le dicen que va a tener el cariño del profesor por las notas que uno saca, lo están haciendo competir. Después, en la escuela media hay que tener buenas notas para poder entrar a la universidad. Después de eso se sigue compitiendo en el trabajo para ganar los bonos que da el jefe. La gente no ve eso, es muy individualista, tienen los ojos muy cerrados.
–¿Cómo quedó la relación ente los jóvenes y la sociedad?
–Ha pasado de todo. Hemos aprendido que las cosas no son ni blancas ni negras, ni tienen distintos matices, sino que también tienen puntitos.
Por un lado hay adultos que nos dicen: “Ah, sí, ustedes están peleando por la educación”. Pero no estamos peleando sólo por eso. Como me eduquen hoy en día, es como me voy a comportar cuando sea un adulto responsable.
–¿Cómo se hizo para convivir en la asamblea con jóvenes de partidos muy distintos?
–La asamblea es multipartidaria. Eso quiere decir que algo está pasando en los jóvenes chilenos. Hemos aprendido que la diversidad en Chile existe, y que las cuestiones no tienen por qué ser blancas o negras.
Cuando hay problemas sociales, la solución se busca entre todos. La ideología de tu partido la arreglas en tu partido. Si gente de la Unión Demócrata Independiente (UDI) y del Partido Comunista (PC) ha llegado al acuerdo, ¿por qué los adultos no lo pueden hacer? ¿Por qué tenemos que seguir creyendo que izquierda con derecha no se llevan, si los jóvenes sí se llevan?
–Pero al parecer siempre está por darse una división.
–Si en Chile “división” es opinar diferente a otro, prefiero seguir dividida. ¿Por qué no se puede tolerar que el otro piense diferente si de todas formas se pueden solucionar las cosas? Sin embargo, en un momento la asamblea se terminó contagiando de los mismos vicios que tienen los adultos: “Si tú no piensas como yo, para qué me gasto en hablar contigo”. Para salir de esa actitud, hablamos. Asumimos que no queríamos actuar como adultos.
–¿Cómo impactó semejante trascendencia pública en los líderes?
–Hay muchos que se creyeron el cuento de salir en la tele, que los inviten a todos los programas, y no comparten sus experiencias. Se contagiaron de los vicios de los adultos. Se creen que van a estar ahí muchos años, cuando en realidad están hasta que terminen el colegio. La sociedad también está en la asamblea. Te terminas desilusionando no sólo de los adultos, sino también de jóvenes, y eso es mucho más fuerte. Te empiezas a desilusionar de amigos y de compañeros de la vida. Es una crisis que la asamblea va a pagar muy caro.
–¿Los líderes que pasaron a ser del Partido Socialista (PS) eran interlocutores del gobierno?
–Pasaron muchas cosas que me demostraron que los militantes del PS no eran infiltrados. Hubo mucha gente que lo pensó, pero estoy segura de que no lo eran. Ellos venían trabajando desde antes que Bachelet llegara al gobierno en marzo. Estar en contra de Bachelet les trajo muchos perjuicios. Mucha gente de su propio partido no les quería hablar, no los quería mirar. Había gente adulta que les decía que uno nunca podía ir en contra de un compañero del mismo partido. César Valenzuela y Karina Delfino (del PS) respondían: “Estamos hablando de las problemáticas de un país, no de que queremos hacer mierda a una compañera del partido”.
–¿Qué te parece importante transmitirles a los estudiantes argentinos?
–A los jóvenes argentinos les puede pasar lo mismo que a los chilenos. Llegó un momento en que dijimos “ya no más, quiero despertar”.
–¿Cómo comprender la asamblea?
–Los adultos quieren entender la realidad del movimiento secundario a través de sus ojos, y así ya empezamos mal. Si quieres entender la paridad de la asamblea, te tienes que sacar tu visión de adulto. Te tienes que inmiscuir ahí, palparla, tocarla, porque si no nunca la vas a entender. Dentro de la asamblea todos somos iguales. Si uno gana un espacio, lo gana por el trabajo. No por ser hombre, mujer, católico o lo que sea. Lo gana por la conciencia y por su trabajo.
–¿Qué pasaba al comienzo, cuando salieron a la calle?
–Toda la sociedad te manipulaba. La sociedad chilena no puede entender cómo los niñitos dejaron de ser niñitos. El pueblo lamentablemente quedó con muchas heridas. Cuando los adultos que vivieron la dictadura ven que se está provocando un desorden, se asustan mucho y quieren que todo vuelva al orden. Al principio nuestros papás no nos dejaban salir a marchar.
–¿Cómo lograron que cambiaran de opinión?
–Cuando empezamos a hacer las tomas de los colegios, fue la solución. Ya no salíamos a las calles, nadie nos podía pegar. Pero encerrarnos en los liceos sin nada que comer y sin nada que tomar era un símbolo de cárcel. Allí fue cuando la mayoría de los papás despertó. Al comienzo había muchos adultos que se ponían a llorar en la calle y nos decían “no puedo creer la sociedad que les hemos entregado”. Tienen mucha vergüenza.
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