EL MUNDO › SIN APOYO, ANUNCIARIA EL MIERCOLES QUE MANDARA MAS TROPAS A LA GUERRA
El presidente norteamericano se las verá de figurillas para vender su plan de mandar refuerzos limitados a Irak para estabilizar a ese país, que se encuentra en medio de una guerra civil. La mayoría de los expertos y la opinión pública reclaman una retirada.
› Por Rupert Cornwell *
El arte del hombre que escribe discursos presidenciales es arduo. Pero desde que Richard Nixon renunció por Watergate, esta raza olvidada no ha enfrentado un desafío mayor que componer el mensaje que George W. Bush está a punto de transmitir sobre Irak. El anuncio del perdón de Gerald Ford a Nixon se le acerca, supongo, así como también los esfuerzos de Bill Clinton de explicar su coqueteo con Monica Lewinsky. Pero desde Vietnam un presidente con una aprobación de apenas 30 por ciento no ha sido forzado a contemplar la expansión de una guerra desaprobada por dos tercios del país –incluyendo sus oponentes demócratas, que ahora controlan el Congreso y que tienen en su poder la administración del dinero para esa guerra–.
Eso, sin embargo, es probablemente lo que hará Bush el miércoles por la noche. Cada señal indica que anunciará un “aumento” en las fuerzas estadounidenses de entre 10.000 y 20.000 efectivos, aun cuando muchos de sus más importantes comandantes se oponen a la idea –y aun cuando el país, al expulsar a los republicanos en noviembre, dio señales de que no quería más, sino menos tropas en Irak, y preferiblemente ninguna–.
No tengo idea de a quién se le ocurrió la palabra “aumento” (surge en inglés), pero la palabra es un pequeño triunfo del arte del hombre que escribe discursos. Este nuevo uso militar evita el término “escalada” (escalation) tan evocador de la ciénaga de Vietnam, con la cual Irak tiene similitudes deprimentes. Busquen surge en el diccionario, y una definición es “un rápido incremento en un corto período”. De este modo, el presidente dirigirá el mensaje de que ésta no es una escalada sin plazo definido, a la Vietnam, sino una operación finita. Utilice o no la cargada palabra “victoria”, un aumento da a entender precisamente eso. Porque seguramente los aumentos, ya sean de tensión o una subida de la marea, tienden a inundar todo en su camino –justamente lo que buscará Bush es convencer a su profundamente escéptica audiencia de que esto es lo que pasará en Bagdad y la provincia de Anbar, donde serán enviadas las tropas adicionales–.
Pero será un desesperado paquete difícil de vender, y al ver su demacrada y cansada cara estos días, uno se da cuenta de que Bush no tiene ilusiones sobre su tarea. Este es el momento más duro de su carrera política. Si toma el camino que todos esperan (aunque en este momento sus asesores insisten en que no ha tomado una decisión final), este líder, cuya imagen depende de la proyección de seguridad, está realizando la mayor apuesta de su carrera.
La opción más segura sería hacer lo que quiere el público, y lo que cualquier jugador hábil aprende a hacer en alguna ocasión –retirarse y reducir sus pérdidas–. Pero este presidente está doblando la apuesta, confiando en que al poner otro montón de fichas en el tablero puede imponerse. Es verdad, algunos quieren que ponga no uno sino varios montones de fichas –entre ellos, John McCain, ya favorito para la nominación presidencial republicana de 2008, que advirtió el viernes que cualquier “aumento (sí, la palabra otra vez) tiene que ser significativo y sostenido. De otra forma no debe hacerse”.
Pero McCain es una voz en la jungla. La mayoría, incluyendo sus compañeros republicanos, creen que con Irak cayendo en una guerra civil cualquier incremento ahora sería demasiado poco, demasiado tarde, y con pocas chances de que los iraquíes serán más capaces de mantener su país seguro cuando las fuerzas estadounidenses adicionales se vayan. ¿Y cuándo se irán las tropas norteamericanas? Incluso los demócratas de centro dicen que apoyarán la noción de “aumento” si Bush la combina con el esbozo de un calendario de retirada, que comience en cuatro a seis meses como mucho. Pero eso, ha jurado repetidamente, nunca lo hará.
Incluso Bush ha mostrado signos de tambaleo, mientras se da cuenta de la inmensidad de su apuesta. Consideren la génesis del discurso del miércoles. Esencialmente, fue forzada por el informe del Grupo de Estudio sobre Irak, una comisión bipartidaria dirigida por el secretario de Estado de su padre, James Baker. El Grupo de Estudio desterró cualquier ilusión de que Irak no era un desastre. Bush tuvo que responder a este veredicto devastador e imparcial sobre su guerra. Pero esperó, y se empaquetó solo.
Si hubiera hablado antes de Navidad, como estaba planeado, la presión hubiera sido menor, con el Congreso todavía en manos republicanas. En cambio, se ha permitido que aumenten las expectativas, y los demócratas han tenido tiempo para cavar sus trincheras. El líder de la mayoría en el Senado, Harry Reid, y la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, lanzaron una advertencia el viernes, al indicarle a Bush que un “aumento” sería un terrible error. Los asesores de Bush han tejido hermosas palabras en el pasado. Pero el discurso del miércoles puede ser demasiado.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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