EL MUNDO › EL CANDIDATO DERECHISTA VENCIO EN EL BALLOTTAGE A SU RIVAL SOCIALISTA SEGOLENE ROYAL
El 53 por ciento que Nicolas Sarkozy obtuvo en las urnas frente al 47 por ciento de Ségolène Royal revela la derechización de la sociedad francesa, que votó por un país protegido por la policía, por una identidad preservada y por una política inmigratoria agresiva.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
La Plaza de la Concordia saltó y bailó de alegría, la Plaza de la Bastilla lloró y enmudeció de tristeza. La Francia que ganó y la que perdió la elección presidencial estaban anoche en ambas plazas. Por tercera vez consecutiva, la derecha francesa derrotó a los socialistas en una elección presidencial. Nicolas Sarkozy, candidato de la conservadora UMP, ganó ayer la presidencia francesa con 53,06 por ciento de los votos contra 46,94 por ciento para la socialista Ségolène Royal. Antes de las ocho de la noche, hora oficial de los resultados, el movimiento Los indígenas de la República (izquierda) ya los había anticipado distribuyendo volantes que decían: “Ya conocemos los resultados: más discriminaciones raciales, más desprecio, más miseria y más represión”. En la Plaza de la Concordia, la fiesta estaba preparada de antemano. El triunfo de Sarkozy era un hecho escrito al que sólo faltaba ponerle música, emoción y las cifras de la decapitación socialista.
La victoria de Sarkozy, ya esbozada en los sondeos de opinión, significa el ascenso de una corriente conservadora mucho más liberal, agresiva, amiga del orden y de la autoridad y cuyo caudal de votos fue obtenido con un discurso intimidador, marcadamente identitario y sin concesión alguna. Sarkozy asumió desde el principio un enfoque estratégico marcado por el tema de la identidad nacional y de la inmigración y, contrariamente a Ségolène Royal, nunca movió las piezas hacia el centro para atraer a esos siete millones de electores que habían votado por esa opción. Mensaje compacto y claro frente a una izquierda, cuyo mensaje resultó interceptado por la cacofonía del Partido Socialista, las peleas entre la candidata y el aparato del partido y los errores cometidos por Royal. El 53 por ciento que el presidente electo obtuvo en las urnas revela también la derechización de la sociedad francesa, tentada hasta la caricatura por la idea de la restauración del orden y la autoridad. Esa necesidad no sólo compete a los electores tradicionales de la derecha sino también a muchos votantes socialistas que frecuentaban hace décadas las urnas de la rosa y que ayer cambiaron de voto. Fuera de la xenofobia radical de la extrema derecha, Nicolas Sarkozy es el candidato conservador que más ancló su discurso a la derecha desde la fundación de la Quinta República, en 1958. Identidad, inmigración, seguridad, Francia votó por un país protegido por la policía, por una identidad preservada (¡jamás ha estado amenazada!) y por una política inmigratoria de puertas cerradas.
A los 53 años y al cabo de media década de obstinado trabajo para llegar a la presidencia, Sarkozy cuenta hoy con un panorama político ideal. Renovación de la derecha, victoria en las urnas, voto popular, perspectivas confortables de cara a las elecciones legislativas del próximo 10 de junio. Su rival socialista, Royal, hizo un mediocre papel. La derrota de la izquierda no es amable. El porcentaje obtenido por Ségolène Royal es uno de los más bajos registrados en una segunda vuelta por un candidato socialista. Su eliminación en la final alcanza al también conjunto de la izquierda. Royal no contó con los votos de toda la izquierda, ecologistas y extrema izquierda, indispensables para equilibrar la desventaja. Con 36 por ciento de los votos al cabo de la primera vuelta, la izquierda abordó el camino de la segunda en posición de constante debilidad. Fracaso también de la opción centro y las incesantes promesas hechas a ese electorado y a su candidato, François Bayrou, cuya influencia, que parecía decisiva para ganar la segunda vuelta, resultó un mero espejismo. La bipolarización izquierda-derecha fue la protagonista de las urnas. La izquierda se encuentra con un libro roto y la derecha con un manual de historia virgen de toda controversia.
Media hora después de haber ganado la presidencia, Sarkozy empezó a escribir la historia con un discurso de apertura y de unión cuya amplitud contrasta con la radicalización de sus posiciones durante la campaña. Sarkozy reiteró allí los principales ejes de su campaña: revalorización del trabajo, el orden, la autoridad, la nación y la identidad nacional y prometió “ser el presidente de todos”. Gesto inédito en esta extensa campaña, las primeras palabras del nuevo presidente incluyeron temas de política internacional. Sarkozy aseguró que Estados Unidos puede “contar con la amistad de Francia” pero interpeló a Washington para que no cree “obstáculos en la lucha contra el calentamiento global”. Según prometió el presidente electo, “Francia hará de ésta su primera batalla”. Asimismo, Sarkozy, al dirigirse a Europa, llamó a los miembros de la UE a que “escuchen la voz de los pueblos que quieren ser protegidos, que no se queden sordos ante la cólera de los pueblos que perciben la Unión Europea no como una protección, sino como el caballo de Troya de todas las amenazas que conllevan las transformaciones del mundo”. Sarkozy no nombró de manera explícita a América latina y sólo evocó lo que para la actual derecha francesa es el emblema de Latinoamérica, la franco-colombiana Ingrid Betancourt, secuestrada por la guerrilla colombiana de las FARC desde 2002. “Francia no abandonará a Ingrid Betancourt”, dijo. Por último, al referirse a Africa, Sarkozy propuso definir de manera conjunta “una política de inmigración controlada y una política de desarrollo ambiciosa”.
Dos minutos después de que se conocieran los resultados, la primera en hablar fue Ségolène Royal. La candidata socialista, con una sonrisa que parecía más la de una ganadora que la de una derrotada, se ubicó en una perspectiva futura: “Lo que comenzamos juntos, lo continuaremos juntos”, dijo, y luego agregó: “Cuenten conmigo para profundizar la renovación de la izquierda, más allá de las fronteras actuales. Es la condición de nuestras victorias futuras”. Para Royal, la elección significó la apertura de una brecha que “no se detendrá” y “traerá sus frutos”.
Para confortar su victoria, Nicolas Sarkozy tiene que prolongar la dinámica hasta las elecciones legislativas de junio. Según él, con su elección los franceses “quisieron romper con las ideas del pasado”. Si así fuera, la consulta legislativa le dará los medios para prolongar la ruptura con esas ideas. Para los socialistas, el contexto es más incierto. Hay que digerir la derrota y preparar las legislativas para alejar el espectro de una Asamblea azul, es decir, con una aplastante mayoría conservadora. Pero los arreglos de cuentas entre los socialistas comenzaron anoche. François Hollande, primer secretario del PS, reconoció que “hubo errores en la campaña”, llamó a una “unión de las izquierdas ante la unión de las derechas” y, al final, admitió que se abría “una nueva época” para la izquierda. Se trata de saber quién tendrá las riendas de esa nueva época. Royal, que quiere proseguir la renovación, o su rival en la interna socialista, el ex ministro de Economía Dominique Strauss-Kahn, para quien las causas de la derrota están en el hecho de que “este partido no se ha renovado lo suficiente”. Sarkozy ganó su apuesta con la promesa de una renovación. El PS perdió la suya a falta de lo mismo.
En una veintena de ciudades francesas, la policía se enfrentó con grupos de personas que se manifestaban contra la victoria de Sarkozy. En la mítica y céntrica plaza de la Bastilla de París se congregaron unas 5000 personas convocadas por el colectivo antiSarkozy. En las afueras de la capital, un periodista catalán fue agredido y varios automóviles fueron quemados anoche en el suburbio marginal de Clichy sous Bois, epicentro de una violenta revuelta a finales del 2005. En otros barrios de la periferia parisiense, los bomberos registraron más de 150 vehículos incendiados. En Toulouse (sur), unas 2500 personas se manifestaron frente a la sede de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) y se enfrentaron con la policía. En Lyon (centro), los enfrentamientos se extendieron durante cuatro horas y dejaron como saldo dos policías heridos y tres detenidos. Además, otras manifestaciones resultaron con incidentes en Rennes, Nantes, Marsella, Nancy, Mulhouse, Metz, Nantes y Burdeos.
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