EL MUNDO › EL FENOMENO EVANGELISTA PROVOCO LA VISITA DEL SUMO PONTIFICE
Además de canonizar al primer santo brasileño, hablar en contra del aborto, inaugurar una conferencia de obispos y reunirse con Lula, el Papa quiere frenar la sangría de la mayor feligresía católica en el mundo a manos de cultos protestantes.
Todo está listo en San Pablo para la llegada hoy de Benedicto XVI. La policía y el ejército brasileños ya están desplegados. La ciudad está empapelada con frases de bienvenida y el balcón del céntrico monasterio de San Bento está preparado para servir de escenario para la primera de las muchas bendiciones que brindará el pontífice en su visita de cinco días. El gobierno brasileño se esforzó para que nada quede librado al azar, incluyendo los temas que discutirán el máximo líder de la Iglesia Católica y el mandatario Luiz Inácio Lula da Silva en la mañana del jueves. Asesores cercanos a Lula descartaron que se hable del aborto –una operación permitida en casos extremos en Brasil– ni que se firme un concordato, un acuerdo que impulsaba Benedicto XVI y que obligaría a Brasilia a instalar la educación religiosa obligatoria en todas las escuelas.
Joseph Ratzinger llegará hoy alrededor de las 17 al aeropuerto de Guarulhos, en San Pablo, donde será recibido por Lula y pronunciará su primer discurso. De ahí partirá al monasterio de San Bento, donde se alojará mientras esté en la capital. La agenda de la visita del pontífice empieza realmente el jueves con una reunión con Lula durante la mañana. Por la tarde, en el estadio municipal Pacaembú, hablará ante unos 35 mil jóvenes católicos. Benedicto XVI viajará después a la pequeña ciudad de Aparecida, en el interior del estado paulista, para canonizar al primer santo brasileño, Frei Galvao. Este será el encuentro más multitudinario y uno de los momentos claves de la visita. El domingo, su último día, inaugurará la reunión de obispos latinoamericanos por la mañana y a las 16 partirá nuevamente hacia Roma.
El Papa quebrará una tradición de la Iglesia Católica: nunca antes un pontífice había iniciado su agenda latinoamericana en este país. Con 80 años de edad y un pontificado volcado hacia los problemas de la Curia Romana, el Papa resolvió visitar Brasil, durante cuatro días, después de haber realizado una meditada evaluación y varias consultas a diversos cardenales, entre ellos Paulo Hummes, ex arzobispo de San Pablo y actual prefecto del clero. Hummes reconoció, con una franqueza poco común entre los altos dignatarios católicos, que Ratzinger se alarmó al tomar conocimiento detallado del éxodo de católicos hacia las iglesias neopentecostales –más conocidas como evangelistas– y fue por ese motivo, antes que otros, que decidió embarcarse hacia la nación donde vive el mayor número de católicos del mundo.
Una encuesta de la Universidad Federal de San Pablo, difundida días antes de la llegada de Su Santidad, mostró que el 68 por ciento de los entrevistados se dijo católico, lo que equivale a una caída del 23 por ciento respecto del año 1991. “La misión del Papa será despertar el fervor católico en nuestro pueblo, que está precisando escuchar sus palabras y sus enseñanzas, sé que los brasileños amarán a Benedicto XVI como amaron a Juan Pablo II”, aseguró el arzobispo brasileño Milton Santos.
La pujanza empresarial de los cultos pentecostales se puede traducir en números. De acuerdo con una encuesta publicada recientemente por el centro de estudios Getulio Vargas, los brasileños desembolsan 2500 millones de dólares anuales en concepto de diezmos. Pero mientras los católicos aportan menos de seis dólares al mes, los seguidores de las decenas de iglesias neoprotestantes depositan más de 15 dólares.
Para reavivar el fervor religioso el Vaticano y la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil organizaron tres eventos masivos, dos en la ciudad de San Pablo, la mayor arquidiócesis brasileña, y otro en Aparecida, donde se encuentra el Santuario Nacional que venera a la patrona de los brasileños, la Virgen Nuestra Señora de Aparecida. Allí alrededor de 500 mil personas se reunirán el viernes para acompañar al pontífice en una ceremonia histórica para el país, cuando el máximo líder de la Iglesia Católica canonice al primer santo brasileño, Frei Galvao. Este será uno de los ejes de la visita papal, junto con la apertura de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe el próximo domingo.
Los jóvenes brasileños serán uno de los blancos predilectos de esta campaña de recuperación de fieles. La mayoría de los brasileños son menores de 35 años y, aunque hay en ellos un fuerte sentimiento religioso, no todos comulgan con la moral conservadora de Benedicto XVI. Nueve de cada diez jóvenes dicen creer en la existencia de Dios. Sin embargo, más del 90 por ciento de ellos utiliza preservativos, algo prohibido por el Vaticano.
La juventud brasileña también está en su mayoría a favor del consumo de drogas y del aborto. Según la legislación nacional, el aborto está permitido en caso de violación, anencefalia y cuando está en riesgo la salud de la madre. El Vaticano ya adelantó que el Papa abogará por el “derecho a la vida” durante su visita. Los analistas brasileños creen que el tema será uno de los puntos centrales de sus discursos, especialmente porque quiere evitar un efecto contagio después de la despenalización que votó semanas atrás el Parlamento de México DF. Sin embargo, Lula salió ayer a borrar cualquier expectativa de los más conservadores. Dijo que el aborto es un asunto de salud pública y, por eso, tiene la obligación de abrir la discusión, incluso al Congreso nacional.
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