EL MUNDO › ALVARO URIBE CONDICIONO EL DIALOGO CON LA PRINCIPAL GUERRILLA COLOMBIANA
Tras reunirse con el emblemático padre de uno de los rehenes de las FARC, el mandatario anunció que estaría dispuesto a establecer una zona de encuentro –no de despeje militar– con el grupo rebelde durante 90 días para comenzar a hablar de paz.
La imagen lo decía todo. El presidente Alvaro Uribe esperaba en una carpa instalada en la tradicional plaza Bolívar en el centro de Bogotá, mientras un profesor de geografía de un pequeño y alejado pueblo del sur colombiano terminaba de orar. “Perdón, estaba orando para que el Señor me iluminara”, se disculpó Gustavo Moncayo al entrar a lo que será su hogar por los próximos meses. El humilde profesor de 55 años se convirtió en los últimos años en un referente nacional e internacional de la lucha para liberar a las decenas de rehenes que mantienen las FARC, entre ellos a su hijo, el suboficial del ejército Pablo Emilio Moncayo, secuestrado hace casi diez años. Después de la reunión, Uribe anunció que está dispuesto a negociar la paz con las FARC, pero no un intercambio humanitario. La liberación de los rehenes tiene que venir primero, dejó en claro el mandatario.
Moncayo llegó a Bogotá el miércoles y fue recibido como un héroe. A las cuatro de la tarde entró en medio de una gigantesca manifestación en la plaza Bolívar. “Colombia dijo hoy sí a la vida, a la paz, al acuerdo humanitario”, dijo en cuanto agarró el micrófono en la tarima. El profesor de geografía se ha ganado el cariño de los bogoteños y de todos los colombianos. Después del secuestro de su hijo, él y su esposa hicieron todo lo posible por encontrarlo. Fueron varias veces a hablar con los comandantes guerrilleros que controlan la región del sur del país, en donde se encuentra su pueblo Sandoná. Moncayo se fue solo a las montañas para ver si encontraba huellas de su hijo, participó en tomas de iglesias y amenazó una vez con crucificarse. Para todo ello ha tenido que hipotecar dos veces su casa. Pero ha sido su última estrategia la que le ha ganado definitivamente el apoyo de todo el país.
Hace exactamente 46 días dejó su casa y a su esposa y empezó una peregrinación cuyo destino final era la plaza Bolívar en Bogotá. Allí se quedará hasta que el gobierno y las FARC lleguen a un acuerdo sobre un intercambio humanitario. La idea –apoyada por los gobiernos de España, Francia y Suiza– es canjear a los más de 500 guerrilleros presos por los 45 secuestrados de más alto perfil, entre ellos dirigentes políticos, empresarios, militares y policías.
A pesar de defender el intercambio humanitario, una propuesta rechazada en innumerables ocasiones por el presidente Uribe, Moncayo consiguió sacar al mandatario del Palacio Presidencial y citarlo en su nuevo hogar, dos inmensas carpas con espacio para una oficina, una sala de espera, una habitación privada y una cafetería. “Sería un milagro que el presidente aceptara el acuerdo humanitario”, le dijo el profesor de geografía al diario español El País.
Moncayo tenía razón. Uribe no cedió ante los reclamos del profesor ni de las miles de personas que estaban afuera. Sin embargo, el nuevo referente social no dejó de aprovechar la situación para incomodar al mandatario. Cuando sólo habían pasado unos 15 minutos de la reunión, Moncayo salió sorpresivamente de la carpa y lanzó una arenga que hizo rugir a la tradicional plaza. “Digamos y pidamos sí a la vida, sí al acuerdo humanitario”, gritó y la multitud estalló en aplausos. Mientras tanto, adentro Uribe seguía esperando.
Una vez terminada la reunión, Moncayo prefirió quedarse dentro de la carpa y no compartir la tarima en la plaza con el mandatario, quien le ofreció –sin éxito– viajar a Cuba para reunirse con el canciller de las FARC, Rodrigo Granda. En medio de una lluvia de abucheos, Uribe anunció que estaría dispuesto a establecer una zona de encuentro con las FARC por 90 días para comenzar a discutir un proceso de paz. El mandatario no entró en detalles sobre la zona y el tipo de negociación, sin embargo, sí dejó en claro que no habrá un despeje militar, como venían reclamando las FARC. “Yo no le entrego un kilómetro cuadrado a la delincuencia. Este país vivió despejado muchos años, por eso se lo tomaron las guerrillas y los paramilitares”, reiteró ayer. En otras palabras, a pesar de los anuncios y los compromisos, las negociaciones siguen en punto muerto.
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