Vie 17.08.2007

EL MUNDO  › LOS SUNNITAS NO ESTARAN EN LA NUEVA COALICION

Acuerdo de gobierno en Irak

El gobierno de Irak tiene una nueva coalición. Después de la salida de los ministros sunnitas, los partidos chiítas y kurdos tuvieron que iniciar negociaciones. Pasaron semanas y decenas de reuniones, pero las dos minorías étnicas no lograron traer de vuelta a los sunnitas, el grupo religioso que apoyaba a Saddam Hussein hasta su derrocamiento en 2003. De todas formas, los chiítas y los kurdos trataron de presentar la nueva coalición como una posibilidad de relanzar al debilitado gobierno. “La firma de este acuerdo ayudará a resolver numerosos problemas, así como la crisis actual, y alentará a los otros a unirse a nosotros”, aseguró el presidente y miembro de la comunidad kurda, Jalal Talabani.

El gobierno iraquí está paralizado desde hace varios meses por disputas internas entre los partidos sunnitas y los chiítas, que llegaron a su clímax a principio de este mes con la partida de diecisiete ministros de los cerca de cuarenta que tiene el gabinete en Bagdad. La nueva alianza estará integrada por el Partido Dawa, del primer ministro Nuri al Maliki, el Consejo Supremo Islámico Iraquí, del vicepresidente Adel Abdel Mehdi, la Unión Patriótica del Kurdistán, del presidente Jalal Talabani, y el Partido Democrático del Kurdistán. Los que se quedaron afuera fueron el anterior vicepresidente, Tarek al Hachemi, y su partido del Frente de la Concordia Nacional, principal bloque sunnita en el Parlamento con 44 escaños de 275. El diputado kurdo, Mahmud Othman, intentó bajarle el tono al desaire sunnita. “La puerta queda abierta para todo aquel que quiera unirse a nosotros”, señaló, dando a entender que las negociaciones continuarán. La principal disputa entre las tres etnias radica en las denuncias cruzadas sobre supuestos apoyos a los diferentes grupos insurgentes. Los sunnitas acusan a los chiítas de armar o incluso liderar a los grupos clandestinos que llevan adelante hace meses una limpieza étnica, principalmente dirigida contra los antiguos favoritos del régimen de Hussein. Los chiítas, por su parte, sostienen que los sunnitas siguen boicoteando el nuevo gobierno y la actual ocupación, y promocionan el fortalecimiento de grupos terroristas como Al Qaida, también de mayoría sunnita.

Lo cierto es que desde la invasión y la ocupación estadounidense, los kurdos y los chiítas han gozado de un lugar privilegiado en las renovadas esferas de poder. En los últimos meses, Washington había intentado empezar a promocionar la inclusión de los dirigentes sunnitas en la arena política de Bagdad, no sólo para ayudar a la reconciliación nacional –como repiten una y otra vez desde la Casa Blanca–, sino también para frenar a los sectores chiítas, que gozan del apoyo de uno de los archienemigos de Estados Unidos en la región, el régimen islámico de Irán. La creación de una nueva y más fuerte coalición gubernamental iraquí era una de las demandas del Congreso estadounidense, que condicionó la aprobación de futuros fondos militares extra a los avances en materia política.

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