Rusia y China realizaron una cumbre con Irán de invitado para demostrar que vuelven a la escena internacional. Hicieron un masivo ejercicio militar conjunto y criticaron a Estados Unidos.
La OTAN podría tener un nuevo rival. Después de la caída de la Unión Soviética, la alianza militar entre Europa Occidental y Estados Unidos quedó como único poder regional del Hemisferio Norte. Sin embargo, los presidentes ruso, chino e iraní se reunieron ayer en el antiguo patio trasero soviético para demostrarle al mundo el poderío militar de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). Vladimir Putin, Hu Jintao y Mahmud Ahmadinejad –este último invitado como observador– se reunieron el jueves en Bishkek, capital kirguisa, para la cumbre regional y ayer, el mandatario chino y el ruso se movilizaron al sur de los Urales para presenciar el mayor despliegue militar en un ejercicio conjunto desde el fin de la Guerra Fría. La OCS sólo tiene seis años de antigüedad y, aunque su principal objetivo es la lucha antiterrorista, ya ha dejado en claro que no aceptará más la política unilateral de Estados Unidos, al menos en Asia.
Irán no es un miembro pleno de la OCS. Por eso su participación en la cumbre en Bishkek le dio un simbolismo político extra al encuentro. A diferencia de los discursos más cuidados de los mandatarios de Rusia y China, Ahmadinejad se permitió hacer las declaraciones más fuertes. “Ese plan va más lejos de la amenaza contra un único país. Afecta a la mayor parte del continente, a toda Asia”, denunció el mandatario, en referencia al plan estadounidense de instalar un escudo antimisiles en ex aliados soviéticos, como Polonia y República Checa. Con esa afirmación, el presidente buscó incluir a Beijing en lo que hasta ahora era un reclamo de Moscú. Hu Jintao no hizo comentarios sobre el tema, pero tampoco corrigió a su par iraní.
Putin, por su parte, volvió a hacer un llamado internacional para construir un mundo multipolar. “Estamos convencidos de que cualquier intento de resolver en solitario los problemas mundiales y regionales son vanos”, insistió el mandatario ruso. Desde principios de año, el Kremlin ha liderado una iniciativa internacional contra el unilateralismo de Estados Unidos. “Es un lobo que come solo y no escucha a nadie”, había dicho en su famoso discurso de Munich, en donde atacó por primera vez al “imperialismo” estadounidense. El anuncio de la Casa Blanca sobre la creación de un escudo antimisiles y la instalación de nuevas bases militares en su antiguo patio trasero sólo recrudeció el discurso del Kremlin. Ayer, en los Urales, la cadena montañosa que separa a Europa de Asia, ese discurso se transformó en un despliegue masivo de fuerza militar.
Putin negó una y otra vez que la OCS se estuviera convirtiendo en un bloque militar. “Es simplemente una formación antiterrorista”, explicó el mandatario. El líder ruso presenció los ejercicios militares junto a Hu Jintao y a los socios menores de la organización regional, las ex repúblicas soviéticas Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Más de 6500 soldados escenificaron una operación para localizar, perseguir, desarmar y destruir una organización terrorista, que, según el “juego”, habría derrocado a uno de los gobiernos participantes. El ejercicio contó no sólo con fuerzas terrestres, sino también con cazabombarderos y helicópteros. La práctica costó en total 80 millones de dólares, suma que Moscú no dudó en afrontar solo, según la oposición rusa, para aprovechar la ocasión y mostrarle al mundo su capacidad bélica.
Además de ser el ejercicio militar conjunto más grande desde el final de la Guerra Fría, también fue la primera vez que todos los miembros de la OCS participan activamente con tropas y armamento. Las veces anteriores sólo habían participado Moscú y Beijing. Las maniobras comenzaron ayer con un asalto a una aldea para, supuestamente, liberar a un grupo de rehenes que estaba en manos de terroristas. Una vez superada esa misión, las tropas, en su mayoría chinas y rusas, cruzaron una frontera ficticia para continuar con la caza de los supuestos insurgentes. Los seis presidentes seguían con atención cada movimiento desde una tarima.
El diario opositor ruso Kommersant aseguró, citando fuentes militares anónimas, que las maniobras, denominadas “Misión de Paz 2007”, habrían emulado la represión sangrienta que lideró el gobierno de Uzbekistán contra una rebelión popular hace dos años. Esta versión le dio un argumento a Washington y, principalmente, a las organizaciones de derechos humanos occidentales, para cuestionar el ejercicio militar. Según advirtió Human Rights Watch, las maniobras son una prueba de que los gobiernos de la OCS no hacen distinción entre los terroristas y los disidentes políticos. Sin embargo, analistas estadounidenses recordaban ayer que los estrategas del Pentágono todavía tienen fresco en la memoria cuando el gobierno uzbeko los forzó a cerrar su base militar en ese país ante las críticas de la Casa Blanca por la represión de 2005.
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