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“Si la policía no entraba, hubiéramos muerto todos”
“Sólo quiero bañarme y lavarme los dientes. E irme rápido a casa”, le dijo Nikita, un adolescente de 15 años, al presidente Vladimir Putin mientras el premier lo visitaba en el hospital Sklifasovski. Nikita forma parte del elenco del exitoso musical Nord-Ost que en la noche del miércoles se representaba en el teatro Dubrovka cuando el comando checheno irrumpió en la sala. Vestido con una bata blanca, Putin se puso a charlar con Nikita y otros ex rehenes internados que dijeron que lo que más deseaban era “lavarse después de tres días de pesadilla”.
“Si la policía no entraba a rescatarnos, todos hubiéramos muerto”, afirmó Olga Chernyak, periodista de la agencia de noticias rusa Interfax y una de los 750 rehenes que salieron con vida de la operación. El miércoles a la noche, Olga se encontraba en el teatro con su marido cuando los chechenos entraron en medio de la función de Nord-Ost. Inmediatamente, ella agarró su teléfono celular y llamó a su redacción para informar la toma de rehenes. “Todos esperábamos la muerte porque teníamos claro que los terroristas no nos iban a liberar vivos”, dijo Chernyak. “Todo el tiempo nos decían que habían venido a Moscú para morir, que querían reunirse con Alá y que nos llevarían con ellos en ese camino”, contó la periodista. “El sábado a la mañana mataron a dos rehenes frente a nuestros ojos, un hombre y una mujer. Al hombre le dispararon en el ojo y en ese momento pensé que nos iban a matar a todos”, agregó Chernyak. También contó que luego perdió la conciencia y que recién se despertó en el hospital. “Seguramente fue un gas especial”, dijo la periodista, que aún no sabe cuál fue la suerte de su marido, en medio del caos generado por la rapidez de la acción y la proliferación de socorristas y ambulancias que se centraron en el epicentro de la crisis.
“¡Dios mío, nos están tirando gases!”, gritó una mujer que hablaba por su celular con la radio Eco de Moscú. La emisora transmitió en directo el tiroteo y las explosiones que interrumpieron la conversación de una rehén que dijo llamarse Anna. El gas que se usó en el rescate es incoloro, inodoro e insípido, pero es de acción fulminante y fue el arma más eficaz utilizada por las unidades especiales “spetsnaz” y otras fuerzas de elite. Fue esparcido por los conductos de ventilación del teatro pero los intensos olores del foso de la orquesta, que había sido convertido en letrina, ayudaron a que al principio nadie detectara el gas. “Cuando me di cuenta de lo que era, me acordé de lo que me decían mi abuelo y mi marido y yo nos tapamos la cara con ropa mojada”, contó Olga Chernyak.
Vladimir Vasiliev, viceministro del Interior, dijo que en el asalto se usaron “recursos especiales”, pero eludió identificar el tóxico que provocó desmayos, espuma azulada, sueño profundo y vómitos. El viceministro aseguró que ninguno de los 90 rehenes muertos “tiene signos de envenenamiento”. Pero al menos 546 ex rehenes fueron internados por intoxicación, muchos de ellos con pronóstico reservado. Y, según el diario Nóviye Izvestia, al menos un rehén murió “ahogado en sus propias arcadas de vómito”.
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