EL MUNDO • SUBNOTA › CARLOS PASCUAL, NUEVO EMBAJADOR DE EE.UU.
› Por Gerardo Albarrán de Alba
Desde México D. F.
Mientras el presidente Barack Obama decía en Washington que sólo una acción coordinada con México pondrá a salvo de la violencia a la frontera entre ambos países, el Departamento de Estado designaba a su nuevo embajador en este país, Carlos Pascual, experto en diseño de planes para estabilizar y reconstruir sociedades que han vivido conflictos o choques civiles.
Casi al mismo tiempo, en una audiencia en el Senado, la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, aceptó que la lucha contra el narcotráfico pone en “riesgo existencial” el gobierno del presidente mexicano. Horas más tarde, Napolitano tendría que aclarar en una conferencia de prensa que sus declaraciones no implicaban que México se había convertido en un narco-Estado.
Pero en lo que parece prefigurar hacia dónde estará puesto el acento en la relación bilateral con México, Obama advirtió que si los recursos destinados al Plan Mérida –una adaptación del Plan Colombia para el sur de su propia frontera– no dan resultados, “vamos a hacer más”.
Para Porfirio Muñoz Ledo, coordinador del Frente Amplio Progresista que encabeza el ex candidato presidencial de izquierda Andrés Manuel López Obrador, la declaración de Obama podría implicar no un anuncio de más cooperación estadounidense, sino una amenaza de mayor intervención en México. Carlos Pascual aún deberá recibir el beneplácito de la administración de Felipe Calderón, que había sido avisada con varios días de antelación sobre el anuncio.
El futuro embajador de Estados Unidos en México es un inmigrante cubano que se convirtió en diplomático de carrera y es un viejo conocido de la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Pascual trabajó en el Consejo de Seguridad Nacional durante la presidencia Bill Clinton. Luego, ya en la presidencia de George W. Bush, fue embajador en Ucrania y más tarde coordinador para Reconstrucción y Estabilización del Departamento de Estado.
Pascual encabezó en noviembre del año pasado un proyecto del Brookings Institution –su último empleo– en conjunto con las universidades de Stanford y Nueva York, conocido como Managing Global Insecurity, en el que se plantearon una serie de recomendaciones en materia de asuntos internacionales, en especial de retos y amenazas transfronterizas, dirigidas a quien resultara presidente de Estados Unidos.
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