Desde Lima

En pocas semanas pasó de ser un anónimo ingeniero agrónomo y profesor universitario a convertirse en presidente del Perú. Era marzo de 1990 y todas las encuestas daban como seguro el triunfo en las elecciones presidenciales de abril del escritor Mario Vargas Llosa, cuando irrumpió en la escena política un desconocido hijo de inmigrantes japoneses, llamado Alberto Kenya Fujimori, que, sorprendentemente, comenzó a crecer en las encuestas con un discurso contra la clase política. Al frente de una coalición de derecha, Vargas Llosa ganó la primera vuelta, pero “El Chino”, como todos llaman a Fujimori, triunfó ampliamente en la segunda vuelta, ofreciendo detener el programa neoliberal que proponía Vargas Llosa. Una vez en el poder hizo todo lo contrario. Ahí comenzó la historia política de Alberto Fujimori.

Nacido en Lima en julio de 1938, Fujimori llegó a la presidencia de la mano de Vladimiro Montesinos, un oscuro ex capitán del ejército expulsado en los años setenta de su institución por vender secretos militares y que trabajaba como abogado de narcotraficantes. Durante todo su gobierno, Montesinos fue el brazo derecho de Fujimori, quien lo puso a cargo, aunque sin un nombramiento oficial, de los servicios de inteligencia y le dio el poder para mandar sobre las Fuerzas Armadas. Montesinos ha sido un personaje clave en la guerra sucia que ha llevado a Fujimori a la cárcel. El 5 de abril de 1992, Fujimori cerró el Congreso y dio un golpe de Estado. Desde entonces, concentró todo el poder en sus manos y dirigió un gobierno autoritario junto a Montesinos y los militares.

En sus diez años de gobierno, Fujimori impuso un duro programa neoliberal. Privatizó las empresas públicas, liquidó los derechos laborales y otorgó grandes beneficios a las transnacionales que explotan los recursos naturales. En septiembre de 1992 la policía capturó a Abimael Guzmán, líder del movimiento armado maoísta Sendero Luminoso, lo que produjo la debacle de Sendero. El fin de la hiperinflación y la derrota de Sendero Luminoso, así como una extendida política asistencialista, le dieron respaldo popular a Fujimori. En 1993 cambió la Constitución y en 1995 fue reelegido, derrotando en primera vuelta al ex secretario general de las Naciones Unidas Javier Pérez de Cuellar.

Durante su gobierno, Fujimori, padre de cuatro hijos, protagonizó una violenta separación de su esposa, Susana Higushi, quien ha denunciado haber sido torturada por orden de su ex esposo luego de que acusara a la familia de Fujimori de robar las donaciones que llegaban de Japón. A Fujimori le gustaba ser comparado con Carlos Menem y con el dictador chileno Augusto Pinochet. “Yo soy Chinochet”, era una de sus frases favoritas.

En el año 2000, Fujimori se hizo reelegir nuevamente. Su popularidad ya había declinado y no pudo derrotar en primera vuelta a Alejandro Toledo, quien se retiró de la segunda vuelta alegando un fraude electoral. Los observadores internacionales ratificaron las denuncias de fraude. El Chino asumió la presidencia por tercera vez en julio de 2000, en medio de grandes protestas, que dejaron cuatro muertos. Sólo dos meses después, en septiembre, se hizo público un video en el que se veía a Montesinos sobornando a un congresista de la oposición para que se pasara a las filas del gobierno. Con ese video comenzó la caída definitiva del régimen fujimorista. Montesinos huyó del país y en noviembre de ese año Fujimori aprovechó un viaje oficial al extranjero para ir a Tokio y renunciar desde ahí a la presidencia.

Luego de su huida a Japón, Fujimori fue denunciado penalmente por corrupción y violaciones a los derechos humanos, pero se escudó en su nacionalidad japonesa para evitar responder a la Justicia. En noviembre de 2005 viajó a Santiago de Chile, donde no encontró la protección que tenía en Japón, y en septiembre de 2007, luego de un largo proceso judicial, fue extraditado al Perú para que respondiera por los cargos en su contra.