EL MUNDO • SUBNOTA
En el ala de los vuelos charter para Miami en el aeropuerto José Martí, de La Habana, la novedad fue acogida con todo tipo de manifestaciones de alegría y alivio. “Ya era hora. ¿Qué es eso de andar separando familias?”, decía una mujer de alrededor de 40 años al enterarse de que Obama había dado un paso sobre el que los cubanos de la isla y de Estados Unidos especulaban desde hace días. Dayron, de 30 años, acaba de pasar quince días en La Habana visitando a su familia y ayer tenía que regresar a su casa en Miami. “¡Coño, compadre, qué buena noticia!”, dijo poco antes de embarcar, mientras recordaba todos los “inventos” que ha tenido que hacer, desde que se marchó hace ocho años, para visitar a su familia, sorteando las restricciones de las leyes estadounidenses. “He venido por Gran Caimán, por Dominicana, como religioso, con el permiso normal... He hecho de todo”, decía. Como Dayron, no pocos cubanos radicados en Estados Unidos han recurrido durante años a viajar a Cuba por un tercer país, con las correspondientes precauciones para que los sellos estampados en las aduanas no figuraran en las páginas del pasaporte.
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