EL MUNDO
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Lo que viene es aún peor
› Por Claudio Uriarte
George W. Bush logró el milagro, pero con una decisiva ayuda de sus opositores del Partido Demócrata. La principal herramienta de campaña de los republicanos fue el retumbar de tambores de guerra contra Irak; el retumbar era bastante hueco –como se prueba en los proyectos de resolución cada vez más diluidos que EE.UU. está presentando a la ONU– y al final los votantes se mostraron bastante aburridos del tema, pero sirvió para su objetivo central: distraer la atención de una economía que está entre una recesión de caída doble y una recesión, con un déficit extraordinario y creciente, una seguidilla de escándalos corporativos, una Bolsa deprimida y donde las sucesivas rebajas de la tasa de interés por Alan Greenspan (de 1,75 a 1,25, como ocurrió ayer) acercan la pregunta de qué pasará cuando el buen republicano Alan se quede sin tasa que bajar, y nada haya mejorado. Posiblemente, una recesión a la japonesa, que ya lleva una larga década.
El verdadero genio detrás de la maniobra fue Karl Rove, jefe de campaña de los republicanos, que en un memo filtrado a la prensa en septiembre instruía a los candidatos: “Concéntrense en la guerra”. Pero el resultado no habría sido posible sin colaboración del partido opositor, que resignó su papel de oposición dos veces: primero al bajar el tono de las críticas de la economía, para no ser calificado de antipatriótico, y luego votando los poderes a Bush contra Irak, también para no ser calificado de antipatriótico. En este doble ejercicio de cobardía política, la campaña demócrata perdió rumbo, identidad y perfil. Por el contrario, Rove desplegó para Bush unos grandes escenarios repletos de escenarios patrióticos y consignas orwellianas (“Responsabilidad empresaria”, “Protegiendo a nuestros niños”, “Defendiendo las jubilaciones”, etc.), que, al menos, logró confundir al electorado. Finalmente Bush venció por voluntad de poder, y por el descaro de mentir ante la evidencia más crasa.
Esto anticipa un escenario muy sombrío, no por una guerra a Irak que sigue siendo tan teórica como hace un año sino por los nuevos recortes impositivos con que Bush se dispone a regalar a sus amigos de las grandes empresas. Esos recortes, por poner el gasto público al servicio de sectores que no reactivarán la economía, aumentarán el déficit de 159.000 millones de dólares en un momento crítico del panorama mundial, con Turquía y Brasil en la cuerda floja, Europa estancada y Estados Unidos convertido en un virtual banquero central mundial sin fondos.
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