Dom 29.12.2002

EL MUNDO • SUBNOTA

Historia de otro peregrinaje a Brasilia

Empujando un carrito sobre el que ayer colocó el triunfal cartel “esperando la investidura presidencial”, Antonio Francisco dos Santos, un fotógrafo retirado de 60 años, caminó 1.100 kilómetros en Brasil para asistir a la ceremonia de posesión del presidente electo y líder de la izquierda Luiz Inácio Lula da Silva. Salió de su casa en la ciudad de Campinas, del sureño e industrial estado de San Pablo, el 1º de noviembre, simplemente con lo que tenía puesto y empujando un carro de obra, de una rueda y dos asas para agarrarlo, sobre el que colocó una caja para llevar lo necesario, en la que escribió “rumbo a Brasilia, para la investidura del presidente”.
Viajó sin dinero, “ni un centavo en mis bolsillos”, porque decidió que su peregrinación tenía un objetivo: concientizar políticamente a los brasileños. El viernes de noche llegó a Brasilia, donde se instaló en la Plaza de los Tres Poderes, frente al Palacio Presidencial, para asegurarse ver a Lula el 1º de enero, cuando el ex obrero metalúrgico de 57 años asuma la presidencia de Brasil. “Decidí caminar a Brasilia, para la investidura, con un objetivo: hacer una evaluación de los hábitos de los brasileños y su grado de politización”, explicaba radiante de felicidad ayer en su primer día ante el Palacio Presidencial. Otra razón por la que eligió no llevar dinero es que “eso me iba a forzar a aproximarme a la gente”.
La conclusión a la que llegó ayer, bajo el imponente sol de Brasilia y tras casi dos meses de viaje, es “que el pueblo brasileño es muy amoroso, pero no cuestiona al gobierno. No tiene mucha conciencia política”, aseguraba con la piel quemada por el sol y sobre la que resaltan su blanca dentadura, su cabello y barba. Mientras hablaba, en la turística plaza de los Tres Poderes, se van acercando grupos de familias de los alrededores. Le traen comida, unos refrescos, un pancito, le preguntaban por su viaje, lo felicitaban y le pedían tomarse una foto con él: se ha convertido en una celebridad gracias a su epopeya. Durante todo el camino fue así. Conseguía comida y hospedaje de los curiosos que le preguntaban sobre su viaje.

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