EL MUNDO • SUBNOTA › LA ALIANZA VIOLó SU POLíTICA DE NO ATACAR A SOLDADOS EN RETIRADA
Nadie realmente cree la versión dada por Mahmoud Jibril, el primer ministro, de que Khadafi fue muerto cuando las fuerzas leales hicieron un último intento por rescatarlo. Los informes de inteligencia fogonearon el ataque aliado.
› Por Kim Sengupta *
La sangre había sido lavada y los rostros, con los ojos cerrados, estaban en reposo. Pero las terribles heridas de los últimos violentos momentos quedaron al descubierto por la sábana blanca que les habían tirado apuradamente. Los cuerpos estaban en camillas, Muammar Khadafi en una barraca temporaria y Mutassim Khadafi en un contenedor.
Para Khadafi y su hijo, éstas fueron sus últimas moradas temporarias. Después de ser traídos de vuelta a Misrata desde Sirte, la escena de las muertes, los cadáveres habían sido trasladados de un lugar a otro, en un momento a la casa de un ex oficial rebelde y luego a un frigorífico. Los funcionarios del nuevo gobierno dijeron que esto era para evitar que los residentes de esta ciudad, quienes habían soportado un largo y sangriento asedio a manos del régimen, dieran rienda suelta a su ira sobre los enemigos muertos.
Pero era como si ninguno quisiera tener la responsabilidad de disponer de estos truculentos símbolos del triunfo de los revolucionarios después de una guerra civil tan amarga. Algunos de los gobernantes del país hablaban de entregarlos a la tribu de Khadafi para su entierro. Otros eran firmes en que no debía crearse un santuario y que lo mejor sería un entierro en el mar.
Khadafi parecía haber sido muerto por un disparo en la cabeza, la herida de la bala era visible entre su famoso pelo enrulado. Mutassin tenía heridas en el pecho y estómago. Pero resulta incierto saber lo que sucedió realmente en Sirte. El nuevo gobierno de Libia, el Consejo Nacional de Transición, había declarado que mañana sería el Día de Liberación Nacional para conmemorar la partida de Khadafi. Pero nadie realmente cree la versión dada por Mahmoud Jibril, el primer ministro, de que Khadafi fue muerto cuando las fuerzas leales hicieron un último intento por rescatarlo. “Ya estaba bajo arresto y fue impactado en un fuego cruzado”, afirmaba.
Para muchos de los rebeldes en Sirte, había sido otro día de frustración en la larga batalla por ganar el lugar de nacimiento de Khadafi, con los últimos bolsones de combatientes leales ofreciendo resistencia. Lo que era algo inusual eran los prolongados y feroces ataques aéreos de la OTAN, algo que se había hecho menos frecuente con la victoria de la oposición.
Eran aviones de guerra franceses atacando a un convoy de vehículos que abandonaba Sirte a alta velocidad. Se había convertido en la política de la Alianza occidental no atacar a soldados del régimen en retirada porque no presentaban un peligro obvio a los civiles y para evitar innecesario derramamiento de sangre y para facilitar la reconciliación. Los ataques, sin embargo, habían tenido lugar después de interceptar mensajes de la inteligencia occidental, sugiriendo que algunos militares de alto nivel del régimen estaban huyendo. Once vehículos fueron destrozados y el resto se dividió en grupos. Pero éstos, también, fueron perseguidos desde el aire y unos pocos, incluyendo el que llevaba a Khadafi, regresaron a las afueras de Sirte.
Khadafi y un puñado de sus hombres abandonaron sus vehículos y se metieron en caños de desagüe. Los rebeldes persiguieron a los fugitivos, pero dicen que todavía no sabían quiénes eran. Luego, un hombre salió sacudiendo un pedazo de trapo blanco. “Mi jefe está aquí, ha sido herido, es Muammar Khadafi” aparentemente dijo. El soldado, un miembro de la Guardia líder, fue arrastrado. Los que estaban ahí en ese momento describen una sensación de asombro entre los combatientes rebeldes cuando descubrieron que la figura surgiendo de una zanja con una pistola en la mano era en realidad Khadafi. La sorpresa se volvió euforia, burla del ex dueño de Libia, y luego odio sanguinario.
“No creo que nadie pensó que estaría ahí, todos creíamos que estaría en el sur, o quizás en Níger o Argelia. Estábamos tan asombrados como él al principio”, dijo Abdulla Hakim Husseini, que había tomado parte en la batalla de Sirte desde el comienzo. Porque no tenían la expectativa de capturar el premio principal, no sabían cómo proceder. Según Husseini, algunos de los oficiales trataron de llamar a las centrales en Trípoli y Misrata. Pero los rebeldes, un grupo con poco respeto por el rango, los empujaron a un lado.
“Sí, seguro, fue golpeado, con las culatas de los rifles, con las botas. Unos pocos de nosotros estábamos a su alrededor y pensamos que debíamos sacarlo de ahí. Pero fue llevado por una ola de gente y luego hubo tiros.” Otros informes dicen que le decían cuando le pegaban: “Esto es por Misrata, perro”. Dicen que Khadafi replicó: “¿No conocen el bien del mal?”. “Callate, perro”, fue la respuesta.
¿Eran ellos los que lo mataron? “Probablemente, pero no estoy seguro”, dijo Husseini. Otro combatiente dijo suavemente: “Le dispararon en la cabeza. Yo lo vi. Fue mejor que pasara, estaba bastante mal ya”. El hombre quiso permanecer en el anonimato. Los enemigos, señaló, todavía están sueltos y algunos pueden tratar de vengarse.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux