Lun 24.03.2014

EL MUNDO • SUBNOTA  › EL IMPACTO GEOPOLíTICO DE LA ANEXIóN DE CRIMEA A RUSIA

El orden mundial se sacude

Según la estonia Kadri Liik, investigadora senior de la primera fundación paneuropea de Análisis Internacional, el ECFR, la actual situación es clave para el futuro de las relaciones internacionales. Los intereses en juego.

› Por Marcelo Justo

La incorporación de Crimea a Rusia y la crisis con Occidente pone en tela de juicio el orden mundial que surgió tras la guerra fría. Las sanciones económicas de Washington contra un grupo de dirigentes rusos y la amenaza de una ampliación por decreto contra “sectores clave” de la economía rusa encontraron como respuesta la prohibición emitida por el gobierno de Vladimir Putin al ingreso de políticos estadounidenses al país. La Unión Europea ha apoyado con más retórica que músculo esta dinámica, debido a su fuerte dependencia energética de Rusia y a intereses financieros. Un documento secreto de la oficina del primer ministro británico, David Cameron, mostraba las contradicciones puestas de relieve por la crisis en el interior de Europa. “El Reino Unido no debería, por el momento, respaldar sanciones comerciales o cerrar a los rusos el acceso al centro financiero de Londres”, dice el documento. En otras palabras, más allá de la retórica encendida del canciller británico William Hague, los intereses económicos tienen prioridad. Según la investigadora senior de la primera fundación paneuropea de Análisis Internacional, el ECFR (Consejo Europeo de Relaciones Exteriores), la estonia Kadri Liik, la actual situación es clave para el futuro de las relaciones internacionales. Página/12 dialogó con Liik.

–Washington y la Unión Europea exigen que Moscú dé marcha atrás con la incorporación de Crimea, que se independizó de Ucrania en un referendo el fin de semana pasado. ¿Hay alguna posibilidad de que esto suceda?

–La única manera de hacer retroceder a Rusia sería por la vía militar y nadie está dispuesto a hacerlo. De manera que pienso que Crimea seguirá siendo parte de Rusia, porque tampoco hay ninguna vía diplomática para cambiar la actual situación. A nivel legal, esto dejará a Crimea en una suerte de limbo diplomático en el que no es reconocida por nadie, pero es parte de Rusia.

–Estados Unidos ha dicho que ampliará las sanciones económicas que cuentan con el apoyo más simbólico que otra cosa de la Unión Europea, que depende mucho de Rusia a nivel energético y hasta financiero, como es el caso del Reino Unido. ¿Qué impacto tendrá esto?

–Las sanciones económicas hacia individuos por el momento sólo han traído una respuesta similar de Rusia. Pero aunque es cierto que hay una fuerte interdependencia económica entre la Unión Europea y Rusia, las cosas pueden cambiar. Si los países piensan que la amenaza que representa Rusia para el sistema internacional y la seguridad es serio, pueden aceptar ciertos sacrificios económicos. Dependerá de cómo evalúen la situación. El hecho de que la Unión Europea esté pensando tan detalladamente lo que hará, puede ser una indicación de falta de voluntad política o una señal de que quieren tener sanciones bien pensadas como para causar máximo impacto a Rusia sin afectar la economía mundial.

–Pero no sucederá lo que pasó en otras crisis mundiales en las que, después de cierto tiempo, hay una aceptación del nuevo statu quo, es decir, que se imponga una política de hechos consumados.

–Dependerá en gran medida de la actitud de Rusia en las próximas semanas y meses. Si Rusia invade el este de Ucrania, algo que no podemos excluir como posibilidad dada la acumulación de tropas rusas que hay en la frontera, la situación se agravará mucho y, muy probablemente, Occidente tratará a Rusia como un enemigo. No habrá guerra, pero ingresaremos en una nueva guerra fría. Si Rusia se abstiene de una intervención en el este de Ucrania, es más difícil de predecir. Un escenario posible es que, como usted dice, se pueda producir, si no hay nuevos hechos en el terreno, una normalización de la actual situación.

–Vladimir Putin ha dicho expresamente que Rusia no tiene ningún interés en otra zona de Ucrania.

–Es cierto, pero Putin dijo antes que no tenía interés en Crimea, de manera que su palabra está algo desvalorizada. Crimea no era un objetivo en sí mismo para Rusia, aunque tenía un valor emocional. El objetivo estratégico real es controlar a Kiev y evitar una Ucrania pro OTAN o pro Unión Europea. El problema es que Rusia podría haber logrado este objetivo de manera diplomática. El nuevo gobierno de Ucrania es demasiado débil, no representa al conjunto de la población y Occidente mismo habría estado interesado en calmar a Rusia y que se llegase a un acuerdo, de manera que habría presionado a Ucrania en esta dirección. Pero Rusia decidió anexar Crimea. Esto genera un interrogante respecto de cuál es la intención real de Rusia.

–Al mismo tiempo, desde la desintegración de la Unión Soviética a principios de los ’90, Rusia se ha opuesto a una serie de medidas de la OTAN que ha considerado amenazantes para su propia seguridad. En esto han coincidido políticos rusos muy variados, desde Mijaíl Gorbachov hasta Boris Yeltsin o Vladimir Putin. Iniciativas como la expresada el año pasado para una asociación económica de la Unión Europea con Rusia fueron desechadas por la propia UE. ¿No han cometido la Unión Europea y Occidente serios errores que han llevado a esta situación?

–Hay una fuerte corriente de opinión que piensa esto. Pero creo que hay una premisa peligrosa acá, porque es pensar la situación como algo que incumbe nada más que a Rusia y Occidente sin tomar en cuenta que hay países pequeños en el medio que tienen su propia voluntad y derechos. A mi juicio, el motor de la ampliación de la OTAN y la Unión Europea hacia el este han sido los mismos países del Este europeo que además se podían apoyar en la premisa posguerra fría, de que cada nación tiene derecho a decidir sus propios asuntos. Al mismo tiempo, es cierto que la Unión Europea cometió muchos errores a nivel diplomático. No había acuerdo interno sobre qué estrategia seguir; se puso como condición la liberación incondicional de la ex primera ministro Yulia Timoshenko que no es ninguna santa. Nada de esto contribuyó a neutralizar la crisis. Al mismo tiempo, lo que ha sucedido en las calles de Ucrania ha cambiado las cosas porque no se percibe que entre los manifestantes haya mayor interés de compromisos.

–Igual no sorprende mucho que Rusia se sienta amenazada por una organización que nació para combatir a la Unión Soviética como es la OTAN que hoy, más allá de la “amenaza terrorista”, sólo puede tener a Rusia como enemiga que justifique su existencia. ¿No es la OTAN misma un resabio del pasado?

–Es cierto. Pero el problema es que los vecinos de Rusia quieren formar parte de la OTAN o la Unión Europea. Rusia debería preguntarse por qué la situación es así, ¿por qué no quieren formar parte de una organización vinculada con Rusia?

–¿Qué impacto va a tener esta crisis a nivel internacional?

–Si uno compara la actual situación con el conflicto militar con Georgia en 2008, uno ve que en aquel conflicto Rusia intentó por todos los medios mostrar su apego al derecho internacional. En este caso no. Rusia tenía un plan muy claro respecto de lo que quería hacer, algo que explica la rapidez con que ha incorporado a Crimea, pero al mismo tiempo sus pretextos para hacerlo fueron muy pobres, casi como si no le interesara hacerlos creíbles. Lo que marca esta diferencia de actitud es que Moscú está desafiando las reglas del orden internacional posguerra fría que postulaba entre otras cosas la inviolabilidad de las fronteras y la resolución pacífica de los conflictos. Es cierto que Occidente también violó estas reglas, fuera por motivos más elevados como podía ser el caso humanitario de Kosovo y el peligro de limpieza étnica, o por motivos que resultaron falsos como la invasión de Irak. En mi opinión, el orden internacional posguerra fría está desintegrándose. Esto puede ser gradual, pero será turbulento.

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