EL MUNDO
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Una policía que tiene “amigos”
Por Angeles Espinosa*
Desde Bagdad
El administrador estadounidense para Irak, Paul Bremer, cita como uno de sus logros el entrenamiento y puesta en la calle de 100.000 policías en siete meses. Sin duda, los habitantes de Bagdad han empezado a notar un descenso en el número de delitos, pero el tránsito es cada día más caótico. Al cierre aleatorio de calles y puentes por razones de seguridad se suma el aumento descontrolado del número de vehículos. A falta de guardias urbanos suficientes, las autoridades han recurrido a una fórmula ingeniosa: los “amigos de la policía”.
Aquellos voluntarios que en los primeros momentos de caos salieron a regular el tránsito han encontrado así un trabajo provisional mientras la policía municipal se dota de suficientes efectivos. “Reciben un sueldo, pero es un empleo temporal”, precisa un oficial que supervisa su labor en la plaza Amar, justo delante de la Embajada de Alemania. Estos amigos de la policía están en muchos cruces, van vestidos de civil y no llevan armas. Sólo se los distingue por una banda amarilla o azul cruzada sobre el pecho. “Sí, en general la gente sigue nuestras instrucciones”, asegura Ahmed en medio de un atasco monumental. Los semáforos aún no funcionan y los conductores se impacientan, con o sin guardias urbanos dirigiendo el tránsito. Enseguida, Mahmud logra parar a los coches que se incorporan desde la calle Karrada y Ahmed puede dar paso a los que vienen del centro por Nidhal. A pesar de la provisionalidad de su cometido, no pierden el temple.
También las matrículas de los vehículos a los que intentan organizar son provisionales. Después de años en que el régimen de Saddam controlaba férreamente las importaciones, la supresión de tasas hasta el próximo 31 de diciembre ha reducido los precios de los coches un 30 por ciento y desatado una fiebre compradora. Hasta el punto de que uno de los cambios más visibles de Irak tras la guerra es la renovación del parque automovilístico. “Teníamos dinero, pero Saddam no nos dejaba importar nada”, asegura Abbás Hasan, un taxista que acaba de adquirir un coche coreano. Desde Jordania y Emiratos Arabes Unidos llegan flotas enteras de vehículos nuevos y de segunda mano que hasta ahora circulaban con las matrículas originales.
“Hace dos o tres semanas empezaron a dar papeles”, cuenta Husein Abdulhadi orgulloso por disponer ya de la necesaria tarjeta de circulación. “Tuve que presentarme con el coche, el contrato de compra y el DNI, en la antigua estación de autobuses de Yenín”, explica, “comprobaron que el número de bastidor correspondía con el especificado en el contrato, apuntaron mis datos y me dieron la cartulina y las matrículas”. Pero aún tendrá que volverlas a cambiar. Las placas son negras en lugar de blancas y en ellas se lee: Bagdad, provisional.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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