El gobierno de la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, afirmó que observa las protestas como una expresión propia de la democracia que vive la sociedad. La posición del gobierno tras las manifestaciones que ayer movilizaron en unas 150 ciudades del país a cientos de miles de personas que exigieron la destitución de Rousseff, fue explicada en una nota de apenas una línea divulgada por el ministro de Información, Edinho Silva. El comunicado dice que, según la evaluación del gobierno, las protestas ocurrieron “dentro de la normalidad democrática”, frase que el ministro utilizó la semana pasada siempre que fue consultado por las convocatorias. La nota fue difundida tras una reunión que Rousseff sostuvo con algunos de sus ministros más cercanos, después de las manifestaciones.

Las protestas fueron menores que otras dos realizadas este año, que llegaron a congregar a 2,5 millones de personas, aunque tuvieron como diferencia el coro que ayer gritó “Fuera Dilma” en todo el país. En todos los casos, en boca de los manifestantes estuvieron palabras contra la corrupción en Petrobras, que involucra a dirigentes del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), y la crisis en que se sumergió la economía nacional, que este año se encogerá en torno de un 1,5 por ciento. Las protestas también tuvieron como blanco al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, fundador del PT, antecesor y padrino político de Rousseff.

Entre tanto, cientos de personas se reunieron ayer en la sede del instituto del ex presidente brasileño, en San Pablo, para defender al gobierno. La movilización fue convocada por la Central Unica de Trabajadores (CUT), organización de sindicatos cercana al PT, que lidera Lula y al que también pertenece la actual presidenta. Según la CUT, el acto fue en defensa de la democracia y contra el golpe que supuestamente orquestan los sectores de la oposición. “No va a haber golpe”, corearon las personas congregadas frente al Instituto Lula, que amenizaron el acto con una gran parrillada.