Por Juan Miguel Muñoz *
Desde Tikrit

En la ciudad natal de Saddam Hussein, a 180 kilómetros al norte de Bagdad, el día después del anuncio de su captura fue desapacible. Pero la lluvia y el frío no amedrentó ayer a unos pocos cientos de personas, sobre todo estudiantes, que se manifestaron en apoyo del ex gobernante preso. Algunos de ellos resultaron heridos. Las protestas contra la presencia estadounidense en Irak, aunque no multitudinarias, se extendieron por toda la región del llamado triángulo sunnita, en la que Saddam goza de un fuerte respaldo popular.
Grupos de manifestantes cortaron la autovía que une Bagdad con Tikrit a la altura de Samarra y de Balad, como es habitual, con ráfagas de fusiles automáticos. La inmensa mayoría defiende a Saddam, muchos con vehemencia. “El 90 por ciento se siente mal por la detención de Saddam. Ahora el sistema eléctrico no funciona, el agua escasea, la seguridad también, no hay gas ni gasolina”, asegura Abdulkarim Omar. Claro que este hombre, que pasa de los 30 años, era capitán de la Guardia Republicana, la fuerza militar mejor adiestrada durante el régimen que se prolongó durante 24 años, hasta el pasado 9 de abril, cuando cayó Bagdad. ¿Qué hace ahora el oficial? “Estoy sin trabajo”, asegura. Parece que los privilegios de que disfrutó esta región, que contaba con los mejores hospitales, carreteras y mezquitas de Irak, es cosa del pasado más reciente. Incluso, sólo al acercarse a la zona de Tikrit aparecen en el asfalto líneas blancas para separar los carriles.
En Faluja, ciudad a 50 kilómetros al oeste de Bagdad, escenario de algunas las agresiones que han causado más muertes entre las tropas norteamericanas, el rumor de que el dictador en realidad no había sido detenido desató la algarabía de decenas de personas. En varios barrios sunnitas de la capital iraquí se repitieron escenas semejantes.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.