Dom 14.03.2004

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINION

Técnica de dos golpes de Estado

› Por Claudio Uriarte

En realidad, lo que se desencadenó en España con los atentados del jueves se parece a la emergencia casi simultánea de dos golpes de Estado, competitivos entre sí: el de Osama bin Laden dejándole 200 muertos en la puerta al colaborador de George W. Bush en vísperas de la coronación de su delfín, y el de José María Aznar, su delfín Mariano Rajoy y todo el aparato del gobierno y del PP tratando de silenciar la verdad, desviar la responsabilidad hacia la ETA y evitar que se dedujera la incómoda lección de que el hombre que exportó la guerra norteamericana y los soldados españoles a Medio Oriente sólo logró como resultado importar al suelo español las atrocidades de Al-Qaida en pleno. Pero Osama bin Laden no es tonto, y respondió con dos contragolpes: la asunción de responsabilidad en el diario árabe de Londres Al Quds Al Arabi y después, ayer, en plena efervescencia de los reclamos populares, en un video dejado cerca de una mezquita. Y golpeando sobre muy caliente: el país cuya población rechazó de modo más mayoritario (91 por ciento según las encuestas) la participación en la guerra de Irak. El resultado está a la vista, con las calles de Madrid, Barcelona y las otras grandes ciudades con escenas a la latinoamericana.
Puede decirse, a partir de esto, que Al-Qaida se encuentra a la ofensiva, y la administración Bush a la defensiva. Hace casi un año, la invasión a Irak, más allá de los pretextos que se usaron para venderla al público –las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein, o su complicidad con los terroristas de Al-Qaida en el 11-S–, se planeó como el intento de crear una plataforma de desestabilización pronorteamericana de las viejas monarquías conservadoras del Golfo y sus cánceres internos más amenazantes –como Al-Qaida–, para rediseñar Medio Oriente y asegurar el suministro petrolero a Estados Unidos y al resto de las economías industrializadas. Pero Bush no pudo sostener su desafío: la expulsión de Saddam no dejó lugar a una democracia, sino a un vacío de poder, y luego el hombre fuerte de Texas, asustado por la proximidad de las elecciones norteamericanas, se fijó a sí mismo de manera pública una suerte de fecha límite intraspasable para transferir el poder: el 30 de junio próximo. Los islamistas, que ya habían entrado en el “nuevo Irak” post-Saddam hace tiempo, olieron debilidad, y desataron las masacres seriales contra los chiítas como modo de empezar a afirmar de antemano quién será el poder tras un eventual desbande norteamericano. Anteayer la contraola llegó a España. Italia y Gran Bretaña, los otros dos aliados, están en la línea. Y ambos tienen grandes comunidades y centros de reclutamiento musulmanes, lo que puede traducirse como que tienen el enemigo en casa.

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