Los jefes de Estado de América latina se apuraron a declarar que el movimiento contra Chávez era un golpe de Estado, un golpe militar, y al mismo tiempo en Estados Unidos la reacción fue muy diferente; hubo declaraciones de parte de voceros del gobierno de Bush felicitando a Venezuela por su coraje de resistirse a las políticas de Chávez. Más allá del hecho obvio de que Estados Unidos ha apoyado dictaduras militares en Latinoamérica, la reflexión es que las clases políticas de América latina están arrinconadas por su pérdida de representatividad y por las acusaciones de corrupción. Cuando la clase política salió a condenar al golpe de Estado venezolano, no solamente condenaba un golpe, también estaba defendiendo intereses corporativos que podemos llamar non sanctos. Duhalde es un presidente elegido constitucionalmente pero no democráticamente electo. La legitimidad democrática de Duhalde está en sospecha y no es raro que él y otros jefes de Estado quieran proteger su negocio. En Argentina presenciamos un golpe de Estado mafioso muy encubierto que muy poca gente ha querido ver. La democracia en América está en una crisis muy grave, porque es de legitimidad, y porque va más allá del temor de un golpe de Estado militar.