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Qué posibilidades tiene una Mesa que ya no tiene patas
Por Fernando Gualdoni y Mabel Azcui *
Desde La Paz
Carlos Mesa publicó hace más de 20 años un libro titulado Entre urnas y fusiles. Paradójicamente, es en esta situación en la que el presidente de Bolivia está ahora. Casi por unanimidad, los políticos, empresarios y analistas creen que la única salida para la crisis del país y para evitar un rebrote de la violencia es la convocatoria de elecciones anticipadas. Sólo el Movimiento al Socialismo (MAS), el partido del líder indigenista Evo Morales, que encabeza la protesta popular, sostiene que Mesa debería culminar los más de dos años de mandato que le quedan.
En este momento, Mesa carece de apoyos. No tiene un partido que lo respalde en el Congreso, los empresarios critican su pasividad y que gracias a ella se haya aprobado una Ley de Hidrocarburos que puede tener serias consecuencias para la economía; los separatistas de la región de Santa Cruz ignoran al Ejecutivo, y los movimientos indígenas, campesinos y mineros se sienten traicionados porque Mesa ha permitido que se promulgue una ley energética menos severa que la que prometió y porque no está haciendo nada para impedir la división territorial. Para hoy está convocada una multitudinaria manifestación en La Paz.
“Estamos en medio de una lucha ideológica en la que Mesa no se define. A mí me da igual que sea socialista o no, lo malo es la indefinición –dice con aspereza Roberto Mustafá, presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia–. Hay tres salidas para esta situación: el diálogo, que está agotado, y la confrontación, por las armas o en las urnas. Mesa podría renunciar y asumir su puesto el presidente del Congreso, Hormando Vaca Díez, pero esto no solucionaría nada”, concluye.
El sistema democrático boliviano requiere un gran consenso a la hora de anticipar las elecciones. En la actualidad el Congreso está controlado por cuatro agrupaciones: el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el partido del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada (que huyó en octubre de 2003 tras la revuelta por los hidrocarburos y fue reemplazado por Mesa, entonces vicepresidente), el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), Nueva Fuerza Republicana (NFR) y el MAS. Los tres primeros son los partidos tradicionales, casi sin ninguna credibilidad entre los ciudadanos, a quienes poco les interesa anticipar las elecciones porque difícilmente lograrían un buen resultado.
El MAS, la segunda fuerza parlamentaria después del MNR, que encabeza los movimientos populares y es favorito en unas eventuales elecciones, no cree oportuno hablar de urnas en este momento. “Nosotros pensamos que aún se puede negociar –dice Antonio Peredo, ideólogo y número dos del MAS–. Hay que hacer unos ajustes a la Ley de Hidrocarburos para garantizar la propiedad estatal y convocar la Asamblea Constituyente para reformar la Carta Magna y tratar el tema de las autonomías regionales”, concluye.
Las organizaciones empresariales creen que mientras Mesa ceda a las exigencias del MAS, el partido no buscará la salida del presidente pero, al mismo tiempo, señalan que esta táctica es insostenible a mediano plazo. “Ayer fueron los hidrocarburos y mañana pueden pedir la nacionalización de la energía eléctrica, la banca, etcétera. ¿Qué hará Mesa entonces?”, se pregunta un político de centro.
Además de Evo Morales, hay otros dos candidatos con posibilidades de ganar si Mesa convoca a elecciones. Uno es el ex presidente Jorge Quiroga (2001-2002) y el otro es el empresario Samuel Doria Medina. El primero no tiene un gran aparato político detrás, pero tiene peso en el sector empresarial, es el favorito de la clase media y es reconocido internacionalmente. El segundo está forjando su carrera política mediante la creación del partido de Unidad Nacional. “Yo incluiría en la lista al presidente Mesa –señala Mustafá–. No es impopular y tal vez la gente quiera darle una segunda oportunidad, ya no como el que quedó al frente del gobierno tras la salida de Sánchez de Lozada, sino con la legitimidad del que vence en las urnas.”
Lo que todos los consultados descartan es la posibilidad de un golpe de Estado por las FF.AA. En Bolivia, con casi 200 golpes militares en sus 180 años de historia como república, el humor militar se mide día a día. En un reciente discurso, el comandante del Ejército, general César López, declaró que “sentía que el país estaba en el camino de la desintegración ante los crecientes pedidos de autonomía” y advirtió a “los políticos y movimientos sociales” que evitaran “la polémica sobre esta cuestión”.
Para algunos políticos, si Santa Cruz se declara independiente ignorando la Carta Magna y el sentimiento popular, el ejército podría verse obligado a intervenir para mantener la unidad nacional o impedir que 66.000 mineros marchen a la región para aplastar el proyecto soberano cruceño. Los mineros sostienen que su producción financió el desarrollo de Santa Cruz durante el siglo XX y que ahora la provincia se niega a compartir su riqueza en hidrocarburos.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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