Lun 07.01.2002

EL MUNDO • SUBNOTA

La “euroforia”y sus bemoles

El martes, el euro se transformó en la única moneda para 12 de los 15 países de la Unión Europea. Pero la llamada “euroforia” fue parcialmente eclipsada por dos cuestiones: la “eurofobia” del gobierno italiano (cuyo país adoptó la nueva moneda), que obligó al canciller Renato Ruggiero a renunciar, y el solapado aumento de precios que llegó con el cambio total de las monedas.

Le Monde
El euro constituye una victoria impresionante. Nos obliga a reconsiderar las subestimaciones que hacemos de nosotros mismos. Para todas las sociedades europeas, el imperativo del euro se constituyó como una utopía realista, un horizonte fundador que exigió muchos sacrificios. Ahora es necesario que los gobiernos devuelvan lo que recibieron como apoyo, y se abstengan de diferir las reformas necesarias para que la unión económica sea total. Sin embargo, a pesar de las dificultades que los 12 países que adoptamos el euro aprendimos a soportar, debemos también pensar que nos hemos dotado de un instrumento que hará de Europa una zona de gran prosperidad.(Jean-Marie Colombani)

El País
Las poblaciones y los gobiernos han acogido con un espíritu abierto y buen ánimo el cambio de moneda, a pesar de sus intrínsecas dificultades psicológicas y contables. La gran excepción ha sido Italia. No sólo su ciudadanía es la más retrasada en el abandono de la lira como sistema de pago en efectivo, sino que el gobierno de coalición presidido por Berlusconi ha dado un penoso espectáculo cuando los ministros de la Liga Norte o del propio partido de Berlusconi han realizado declaraciones despectivas sobre el euro, respondidas por el europeísta canciller Renato Ruggiero, que acaba de renunciar, y el propio presidente del Consejo. Pero ha quedado de manifiesto que ésta no es la Italia fundadora del Mercado Común en los cincuenta. (Editorial)

Daily Telegraph
El pomposo lanzamiento del euro marca un hito en la historia mundial: fue la primera vez que una nueva moneda se lanza cuando todavía no están las bases para que la cuestión funcione. Así, por ejemplo, Italia puede despreciar a Finlandia, su socio, por cuestiones tan nimias como “los finlandeses no saben siquiera que es el prosciutto”, según Berlusconi. En este presente donde el Estado europeo es una ficción, este magnífico acontecimiento del euro es un ejemplo claro de cómo piensa la Unión Europea: 1) Los grandes poderes consagran sus símbolos de identidad nacional en las monedas; 2) pero adquirimos la moneda antes que la identidad nacional; 3) entonces, hagamos los símbolos y la identidad vendrá sola. ¡Ningún problema! (Mark Steyn)

Nota madre

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