Mié 17.08.2005

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINION

Necesario, no suficiente

› Por Claudio Uriarte

La salida israelí de Gaza y la prosecución de los más de 750 kilómetros de muro de seguridad que separarán a Israel de Cisjordania son dos vértices de un nuevo trípode estratégico de Ariel Sharon cuya necesaria tercera pata es un repliegue parecido de las colonias más lejanas y difíciles de defender en Cisjordania. Así lo admitió implícitamente la semana pasada el primer ministro, al decir que el retiro de Gaza y de cuatro colonias en Cisjordania no excluía ulteriores repliegues en Cisjordania. En esta suerte de “pacificación fría” prevalecen los criterios de seguridad y demografía: seguridad, porque los atentados serán más difíciles cuando los blancos estén menos expuestos; demografía, porque la tasa de natalidad palestina (“las mejores bombas las tenemos en el vientre de nuestras mujeres”, solía alardear Yasser Arafat) ponía a Israel ante la disyuntiva de no tan largo plazo de convertirse en un Estado árabe por simple extensión de los derechos de voto a los palestinos de los territorios ocupados o, negándoselos, generar un sistema similar al extinto apartheid sudafricano.
De modo que esta decisión, posiblemente la más divisiva desde los acuerdos de Oslo de 1992 y el histórico pero infructuoso apretón de manos de Yitzhak Rabin-Arafat (que luego derivaría en el trágico asesinato del entonces primer ministro), dista de ser una táctica o un desvío para resultar una necesidad fuertemente anclada en las necesidades de supervivencia del Estado judío como tal. De hecho, la totalidad del plan concebido por el viceprimer ministro, Ehud Olmert, del que el repliegue de Gaza es solamente el comienzo, consiste en concentrar la mayor densidad de población judía en Israel propiamente dicha y en un bloque de asentamientos junto a la vieja (y probablemente irrepetible) frontera oriental de 1967, dejando a los palestinos a su suerte. Es un divorcio (como quería Rabin), no un matrimonio (como el que con hasta hace poco Shimon Peres, aliado laborista de Sharon, seguía soñando). Desde la perspectiva de una paz verdadera, el repliegue de Gaza y Cisjordania es condición necesaria pero no suficiente. Hacen falta negociaciones reales, y mucho de eso parece depender del grado de afianzamiento del poder interno del presidente palestino, Mahmud Abbas, sobre todo teniendo en cuenta que los fundamentalistas islámicos, aunque minoritarios en el conjunto de los territorios palestinos, se han alzado con las alcaldías de los principales centros urbanos.

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