EL MUNDO
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Una crisis de la ocupación
› Por Claudio Uriarte
La macabra paradoja de que el ataque más mortífero (unos 1000 muertos) de Al Qaida contra la mayoría chiíta en Irak no haya sido propiamente un ataque, sino resultado de una estampida provocada por un malentendido provocado a su vez por el pánico, es sólo aparente: el objetivo del terrorismo, después de todo, es generar terror, y en eso Al Qaida ha resultado inmensamente exitosa ayer. Por más accidental que todo haya sido, el número de muertos supone una escalada cualitativa del impacto de la insurgencia, así como un registro palpable del temor que ésta genera. Por eso, y en vista de las dificultades para integrar a la minoría sunnita (dentro de la cual se originan los ataques) en el molde de la Constitución patrocinada por Estados Unidos, se impone reconsiderar el estado de la ocupación norteamericana.
Por meses, Estados Unidos ha venido insistiendo en que la situación de seguridad está mejorando, y que llegará a un final feliz cuando el nuevo ejército y las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes sean capaces de asumir por sí solas la carga que ahora llevan las fuerzas de ocupación. Ese objetivo se ha probado elusivo. No solamente la insurgencia ha tomado a esas fuerzas nativas como blanco, sino que el Pentágono, en un leve vuelco de posición, tuvo que anunciar recientemente el despacho de unos 1500 efectivos adicionales a Irak para ayudar a controlar la situación con vistas al referéndum constitucional que se llevará a cabo en octubre. En este contexto, el estratega Andrew Krepinevich, teniente coronel retirado de Marines, escribió un ensayo en Foreign Affairs donde contradice toda la orientación que ha venido manteniendo el Pentágono desde el inicio de la guerra, en marzo de 2003. Usando la experiencia contrainsurgente ganada desde la guerra británica en Malasia en los ’50 hasta la guerra de Vietnam, Krepinevich recomienda que se creen unas pocas zonas seguras que vayan creciendo como “manchas de aceite”, de modo de crear confianza entre la población nativa, no importa cuán pequeñas puedan ser estas zonas en un primer momento. La peligrosísima autopista desde el aeropuerto de Bagdad hasta la capital sería un objetivo de primera consideración a asegurar. Pero esto requiere claramente más fuerzas sobre el terreno, en un momento en que el ejército estadounidense está sobreextendido, y en que el Pentágono, precisamente debido a la sangría de Irak, ha empezado a enfrentar dificultades crónicas para cumplir sus metas periódicas de reclutamiento.
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