EL MUNDO • SUBNOTA
En 2004 saltó a la luz que el ex dictador tenía millonarias cuentas en el Riggs Bank de EE.UU. La causa llevó a investigar desde la venta ilegal de armas hasta el lavado de dinero.
Cuando el ex dictador chileno Augusto Pinochet llegó al poder en 1973 sólo poseía una modesta casa de clase media y un pequeño automóvil. Pero 17 años después se retiró con una fortuna que podría superar los 28 millones de dólares. Su enriquecimiento fue uno de los secretos mejor guardados en Chile, al menos hasta hace unos años.
En julio de 2004, una comisión del Senado estadounidense reveló que entre 1994 y 2002 el ex dictador había mantenido cuentas secretas en el banco Riggs de Washington por unos ocho millones de dólares –más tarde se confirmaría que eran diez millones–. Ante la sorpresa y reprobación de sus antiguos aliados, Pinochet tuvo que reconocer el dinero, aunque intentó convencer a la Justicia de que eran el fruto de años de ahorros, donaciones y buenas inversiones.
Su abogado y ex albacea Oscar Aitken –también procesado en esta causa– explicó que la fortuna de los Pinochet ascendía a unos 15 millones de dólares. Aitken aseguró que la base de la fortuna son 118 mil dólares, que Pinochet ahorró en los sesenta cuando era agregado militar en Ecuador, más bienes raíces y valores mobiliarios, que declaró en 1973 cuando tomó el poder. En 1989, según el ex albacea, los dólares se habían incrementado a 458 mil, que luego fueron multiplicados por las gestiones del Banco Riggs.
Pero esta explicación no fue suficiente para el juez Sergio Muñoz y más tarde para su reemplazo, Carlos Cerda. No sólo porque algunos números no daban, sino que además, con el curso de la investigación, descubrieron que la familia del ex dictador gozaba de un patrimonio de más de 28 millones de dólares. Ni Aitken ni el resto de los abogados defensores de Pinochet pudo alguna vez justificar esta fortuna.
Ya no cabían dudas de que Pinochet era multimillonario, pero aún más importante, nadie podía negar que al menos parte de esa fortuna familiar tenía un origen ilegal. El repudio social que esto causó, la incapacidad de Pinochet de encontrar una defensa creíble y el desafuero de la Corte Suprema en octubre de 2005 impulsó a los querellantes a seguir presionando para descubrir de dónde habían salido los millones. La causa ganó entonces una dimensión gigantesca, con investigaciones que abarcaban la venta ilegal de armas, el narcotráfico, el lavado de dinero, malversación de fondos públicos, fraude tributario y el cobro de sobornos en licitaciones, especialmente en el área de Defensa.
Seguramente estas investigaciones paralelas se nutrirán de lo que descubra la Justicia sobre una posible segunda fortuna millonaria de Pinochet. El mes pasado, el consulado chileno en Miami recibió una denuncia que aseguraba que el ex dictador chileno tenía unos 160 millones de dólares en lingotes de oro en un banco de HSBC en Hong Kong. Todavía no se pudo confirmar. Sin embargo, si esto se comprueba vendría a confirmar lo que ya probaron las cuentas del Rigg: los Pinochet no hicieron la plata trabajando.
Para principios de este año, la causa Riggs ya se había expandido lo suficiente para involucrar a casi toda la familia del ex dictador y a parte de su entorno. Su esposa Lucía Hiriart, cuatro de sus cinco hijos –Marco Antonio, Lucía, Jacqueline y Verónica–, su nuera María Soledad Olave, su ex albacea Aitken y su ex secretaria Mónica Ananias fueron procesados por evasión tributaria. Fueron arrestados y más tarde liberados bajo fianza. Serán ellos los que permitan que continúe la causa y se conozca la cara menos conocida del genocida, la de ladrón y corrupto.
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