EL MUNDO • SUBNOTA
La decisión del gobierno de Venezuela de nacionalizar empresas de telefonía, de electricidad y petroleras fue analizada por Fernando “Pino” Solanas, León Rozitchner, Atilio Boron y Ricardo Sidicaro.
Sorprendidos por la reacción de los mercados financieros y por los titulares con que algunos medios de comunicación retrataron la decisión del presidente Hugo Chávez de nacionalizar empresas de telefonía, de electricidad y petroleras, distintos intelectuales argentinos consultados por este diario se mostraron de acuerdo con el venezolano. Con sus matices, cada uno definió la decisión como una medida que venía a reparar el despojo que habían consagrado las políticas neoliberales en los años ’90.
- Fernando “Pino” Solanas: “Nos reconforta con la democracia, con el respeto a la comunicación, con el respeto a la información, que un presidente latinoamericano le retire la licencia a un medio golpista y censor (en referencia a Radio Caracas Televisión). Esta medida es gratificante si se tiene en cuenta que en la Argentina los grandes medios de comunicación censuran y manipulan la comunicación. Las licencias de los canales de televisión no son de las empresas sino del pueblo. Es escandaloso que en democracia, los partidos políticos argentinos no hayan sido capaces de votar una ley de radiodifusión y televisión que ponga fin a una norma de la dictadura militar. Es escandaloso que en el 2005, sin consultar con nadie, el presidente Kirchner haya prolongado por 10 años las licencias de los canales. La energía no es un commodity. Pensar eso es menemismo puro. La energía es un derecho humano reconocido por Naciones Unidas. Recuperar las fuentes energéticas, es actuar con soberanía y trabajar por los intereses populares”.
- Atilio Boron: “Es un anuncio muy positivo. El balance de las políticas privatizadoras en América latina es altamente deficitario. Sobre todo en casos, como el de las AFJP, que luego de ser propagandizadas por el Banco Mundial hoy el mismo organismo relativiza. Tomar el control de áreas claves de la economía es una buena medida, teniendo en cuenta que en el pasado América latina había recorrido ese camino con distinta suerte, pero nunca con un balance negativo. Es auspiciosa esta medida como primer paso para la reformulación de un espacio que apunte al bien común y no a las ganancias de los monopolios. Las entidades que critican la nacionalización de medios de prensa en nombre de la libertad de prensa no entendieron la naturaleza del problema. El tema no es la libertad de prensa. Sería inconcebible que el New York Times en su edición dominical convoque al asesinato del presidente. Cuando el gobierno venezolano, con mucha tolerancia, reacciona, entonces se escucha a las entidades que antes no cuestionaron a esos medios. Esos monopolios periodísticos no existirían en los Estados Unidos. Chávez es el emergente más categórico del descontento de los latinoamericanos con el neoliberalismo. Una encuesta realizada en 18 países, señaló que tan sólo un 30 por ciento está de acuerdo con políticas de mercado, como se conocen a las políticas neoliberales. Este es el primer paso de un modelo alternativo al socialismo que conocimos en el siglo XX, sobre todo diferente de la experiencia soviética”.
- Ricardo Sidicaro: “Me parece interesante reafirmar la capacidad estatal de gestionar empresas que seguramente han funcionado peor bajo la conducción privada. Está demostrado que ha fracasado el neoliberalismo. Creo que la decisión muestra alternativas. El pensamiento único de los ’90 había cerrado las puertas a nuevas opciones políticas. No es cierto que la política sea el arte de lo posible. La política es correr las fronteras de lo posible”.
- León Rozitchner: “Me extraña la incertidumbre que muestran los mercados. Me extrañan las primeras planas de algunos diarios. Algo que no ocurrió cuando aquí fuimos víctimas del despojo privatizador. Las privatizaciones representaron la compra del poder político por el capital financiero. Sólo con un poder político altamente corrompido se pudo haber comprado esas voluntades. Es un insulto, un oprobio, es repugnante el terror que infunden algunos medios de comunicación argentinos cuando en un acto de justicia un gobierno quiere recuperar bienes estratégicos”.
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