EL MUNDO • SUBNOTA › OPINION
› Por Nicolás Casullo *
Extraña permanencia la del Che, en una época que sin duda el guerrillero y cuadro político no imaginó ni hubiese creído posible: la época actual. América latina no fue los muchos Vietnam vaticinados por sus escritos. Su lucha en el Congo en 1965 no tiene hoy ningún código político y cultural que la ampare y le reotorgue sentido. El socialismo de los pueblos no se extiende rotundo en el mundo, como tampoco el propio Vietnam tiene, para los jóvenes del presente, ni un resto del significado que tuvo hace treinta años en aquella juventud de alma guevarista. Y sin embargo su rostro, su perfil, esa cara joven de boina verdeoliva acompaña como icono a muchachos y muchachas de la secundaria, a las movilizaciones piqueteras y ornamenta a las barras bravas detrás de los arcos en las canchas desde la Primera A hasta la Primera D. Sus libros y biografías permanecen en las mesas centrales y de ofertas en las librerías.
¿Qué quiere decir esto? Pregunta que uno no debiera hacerse. Porque sería interesante un mundo sin teorizaciones y explicaciones de cada cosa, y menos con la pretensión de responder por cada objeto de información o estudio. Sobre el Che hay dos explicaciones inmediatas y rutinarias. Una que plantea que el Che se ha transformado en una industria cultural vendible como representación de una vasta idea de rebeldía fetiche: una mercancía a bajo precio para jóvenes, a la manera de una marca de cerveza. La otra interpretación que busca explicar la vigencia de sus ideas, conducta, valores, utopías, generosidad de vida e ideales comunitarios, en un mundo que al parecer mermó brutalmente en ideas, conductas, valores, utopías, generosidad de vida e ideales comunitarios. Quizá las dos tengan razón y el periodismo o la academia sean realmente dos caminos pedagógicos loables, bien intencionados y explicativos. No obstante siempre permanece un plus de incógnita, un más allá de lo criterioso, un indecible en casos como el del Che. Lo que importa entonces es la pregunta: la que nos hacemos con respecto a él. La que indicaría que ninguna respuesta conforma, cierra. Como en el mito, lo que nos daría cuenta de la cuestión se hunde en lo inmemorial del propio nombre.
Lo que no quiere decir nada al respecto. Y eso está bueno: dejar que las cosas sean, sin tirarles el lazo.
* Sociólogo.
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