EL PAíS
“Hay muchos mentirosos en la historia del soborno”
La senadora Cristina Fernández de Kirchner, titular de la Comisión de Asuntos Constitucionales, investiga los supuestos nuevos sobornos en el Senado. Su decepción ante el silencio de todos los implicados. La Justicia.
Por Eduardo Tagliaferro
Es moneda corriente escuchar a los senadores decir que si no se esclarece el tema del presunto soborno cualquier futura iniciativa legislativa aparecerá como sospechada para la sociedad. Momentos antes de entrevistarse con el juez que lleva adelante la pericia judicial, Claudio Bonadío, la titular de la Comisión de Asuntos Constitucionales, Cristina Fernández de Kirchner, repasa ante Página/12 los pasos dados hasta el momento en la investigación parlamentaria. “Hay muchos mentirosos en esta historia”, afirma la santacruceña luego de escuchar a varios de los involucrados en el affaire. En voz alta piensa y dice que “no estaría mal ver si podemos citar a algunos banqueros”.
–A tres semanas del ingreso de la denuncia por presuntos sobornos a la comisión legislativa que preside, ¿cuáles son las impresiones que está dejando la investigación?
–En principio tengo dos conclusiones. Por un lado está claro que hay un muro de silencio y de complicidad. Más allá del tema en sí mismo, se confirma que vivimos en una Argentina clandestina. Todos hablan off the record, fuera del micrófono, pero rara vez se dicen las cosas en público, pocas veces en las bancas, y mucho menos ante la Justicia, donde realmente se pueden obtener resultados institucionales.
–Al igual que los restantes senadores, ¿está enojada por la poca “colaboración” de los embajadores de Estados Unidos y de Gran Bretaña?
–El embajador inglés no tramitó la declaración vía Cancillería como hizo el estadounidense, sino que la hizo directamente. Además en su nota (que envió al Senado) hay un párrafo más que sugestivo que sugiere que la reunión con los banqueros existió y que no está obligado a divulgar conversaciones privadas. No se nos debe escapar que se trata del embajador del mismo país del que procede el periódico y el periodista autor del artículo, en el que se habla de los presuntos sobornos. Se puede interpretar que esa actitud es un respaldo implícito al artículo periodístico. Me habría gustado que ambos embajadores hubieran tenido una actitud similar a la que mostraron cuando se conoció la denuncia del Swiftgate. En aquella oportunidad un embajador denunció que había sufrido extorsión, que había sido víctima de cohecho para lograr una decisión política determinada por parte del Estado.
–Coincidirá que en este país hay muchos elementos para que una sospecha sobre senadores o banqueros a priori no suene descabellada.
–La sospecha, en la medida en que no haya una denuncia concreta con nombre y apellido, va a persistir. Esto será así a pesar de que todos los directivos de ABA (Asociación de Bancos de Argentina) firmen que ninguno resultó sujeto pasivo de sobornos, de que los embajadores se presenten ante el Senado y den su versión, de que el canciller no reconozca nada, por más que Eduardo Amadeo tampoco reconozca nada. La sospecha seguirá existiendo porque éste es un país sospechoso. Si un periodista dice algo, todos se preguntan por qué lo dice; si aquél toma alguna decisión, todos se preguntan por qué.
–¿La denuncia le parece creíble?
–Todo es creíble. No tanto como en el caso anterior, de la ley de reforma laboral. En esa ocasión, tanto el trámite legislativo como la sanción de la norma y las cosas que ocurrieron después me llevaron a afirmar, tal como lo hice ante la Justicia, que tenía la certeza absoluta de que hubo coimas para aprobar la ley de reforma laboral. Aquí, en cambio, se barajaron dos hipótesis: por un lado que se trataba de una operación de los banqueros y por otro que el hecho existió. Ninguna es excluyente; al contrario, no sólo son concurrentes sino que pueden ser complementarias. De cualquier manera, el manejo que tuvo la Cancillería, el vicejefe de gabinete Eduardo Amadeo e incluso Mario Vicens, revela que hay demasiados mentirosos en esta historia.
–En la anterior denuncia de sobornos la Justicia quedó en deuda.
–En esa ocasión no se quiso avanzar sobre la SIDE. Los fiscales de la causa nunca pudieron acceder a la información cierta. No estoy hablando de esos papelitos truchos que mostraba la SIDE, ahí estaba la clave. No podían demostrarse algunos movimientos de fondos, allí hubo una decisión política de no avanzar, decisión de algún sector de la Justicia o del Poder Ejecutivo, o de todos juntos. En ningún país del mundo más o menos serio una cuestión de este tipo puede quedar sin esclarecer. Estamos hablando de la compra y venta de leyes, una figura que se ha dado con esta virulencia solamente en la Argentina.
–¿En este caso la SIDE aportó algo?
–Hubo una versión de que la SIDE tenía un video comprometedor, pero nada más. No le asigno mucha importancia a este punto. Normalmente las entidades financieras suelen tener filmaciones. En este caso, lo de la SIDE no me parece creíble. No descarto que tengan escuchas y otras cosas. En verdad no descarto nada de nadie.
–¿Piensa pedirle documentación a la SIDE?
–Todavía nadie lo ha planteado. Es muy difícil vivir en un país donde es posible creer cualquier cosa. Aquí cualquier cosa, por más fantástica que parezca, resulta creíble. Estamos en un país absolutamente anormal. Suelo reconocer que estoy muy módica en mis demandas. No reclamo las cosas que reclamaba en los ‘70. Sólo demando un país normal. Hasta la sensación de normalidad hemos perdido.
–En este tema los medios han tenido un rol central.
–Algunos exabruptos que deslizó un senador, como el de traer a un periodista prácticamente por la fuerza pública, se dieron al calor del debate, cuando toda la situación hubiese merecido reflexionarse más profundamente. El periodismo también debería tener esta responsabilidad. En este caso el periodista (Thomas Catán) ha ratificado su denuncia en la Justicia. Más allá de que aseguró que tenía cuatro fuentes distintas que le ratificaban el hecho, me hubiera gustado que el señor Catán hubiera podido asistir a la comisión, no para que revele sus fuentes ya que por cierto tiene el derecho constitucional que le asiste a todos de no hacerlo. Pero hubiera podido hacer un aporte. Nunca me sentí con la vocación de llanero solitario, ni de fiscal de la República; la construcción de una sociedad más democrática, más justa no es una cuestión de dos o tres elegidos sino una construcción colectiva. El respeto a la ley y las reglas de juego debe ser una actitud social. No quiero igualar, pero me parece que somos una sociedad con patologías graves. Diría que somos una sociedad desquiciada. Sería banal pensar que los medios estuvieran fuera de esta crisis.
–¿Cómo se explica que algunos hayan señalado culpables sin aportar mayores datos?
–No sé cómo sucedió eso. Coincidió que ese jueves y viernes yo estuve en Santiago del Estero primero y luego en Catamarca. Nadie me supo explicar cómo se originó el rumor. Siempre me resistí a la visión maniquea de malos y buenos. Tal vez porque al haberla creído de muy jovencita no me fue demasiado bien, me gusta más hablar de intereses y de hechos de corrupción que se dan en la política, en el periodismo y en otros sectores de la sociedad. El grave problema de la Argentina es lo negro, lo informal. Y esto pasa en el Parlamento con los políticos, con los periodistas y con los empresarios. Tengo la sensación de que sólo queremos respetar las reglas de juego cuando nos son favorables. A veces me pregunto si estamos frente a una crisis o a la decadencia. Si se trata de decadencia, varias generaciones tendrán que sufrir esta situación.