Dom 20.10.2002

EL PAíS  › LA BATALLA DUHALDE-MENEM AGRAVA
LA INCERTIDUMBRE SOBRE EL FUTURO ELECTORAL

Un sueco al borde del colapso nervioso

El Presidente decidió enfrentar a Menem. Los rings de la pelea: el Congreso del PJ y el de la Nación. Kirchner, alto rubio y de ojos azules. Las encuestas, el alambre electrificado y la creatividad de la SIDE. Los cortesanos tienen aguante y la dolarización bajo el poncho. El Gobierno quiere que alguno (de los supremos) se vaya.Qué difícil es hacer ciencia por acá.

› Por Mario Wainfeld

El politólogo sueco que escribe su tesis de posgrado sobre la Argentina está al borde del colapso nervioso. Todas sus certezas se han derrumbado, la angustia y la inseguridad le ocluyen el sueño. La realidad de su país de estudio lo abruma, le es imposible predecirla o siquiera describirla con algún método. Por un largo tiempo se dio el gusto de tratar con desdén al decano de su facultad, explicándole que esta tierra tenía códigos, métodos, tiempos propios, complejos sí pero aptos para que un estudioso de campo pudiera develarlos. Ahora asume que no entiende nada, que nada es explicable ni pasible de un abordaje racional. Una regresión atávica lo compele a volver a sus pagos, a asumir que estas pampas bárbaras no calzan a la medida de su ciencia. Para colmo de males Boca, equipo del que se ha enamorado entre otros motivos porque sus colores son los de la bandera sueca, cada vez juega peor. Sólo un par de novias que ha colectado por acá y allá lo anclan en este país tan bichoco a la razón, mientras –asilado bajo su almohada– rehúsa responder a las preguntas (cabe reconocer pertinentes) que le llegan desde su terruño.
El tiempo, esa flecha inasible
El decano le pide información acerca del cronograma electoral argentino y el politólogo prorrumpe en ataques de pánico. “Es imposible responder, profesor –se dispone a escribir por correo electrónico– un fallo de primera instancia ha anulado la fecha fijada por el Gobierno, éste ha apelado y la Cámara le dará razón al oficialismo. Pero el Presidente ha resuelto pedirle al Congreso que dicte una nueva ley para desfacer el entuerto. Como la sentencia no está firme, hoy por hoy, de acuerdo al derecho argentino (si tal cosa existe) el decreto está vigente pero nadie obra en consecuencia. Los plazos legales para inscribir partidos nuevos, coaliciones y fórmulas presidenciales íntegras vencen antes de fin de mes pero ningún candidato ha hecho los deberes y a nadie parece importarle la irregularidad.” Lee lo que escribió, prorrumpe en llanto y se cobija en la cama.
Si el politólogo se calmara un poco podría, aunque sea, darle un contexto a su descripción. Le bastaría ponderar el olímpico desdén por la legalidad que suele adornar a los argentinos en general, a los gobernantes más y a los peronistas más todavía. Y adicionarle que los cambios de escenario por orden judicial o por impromptus creativos del Presidente tributan a su disgusto con la forma en que se va urdiendo el rompecabezas electoral. El fallo de María Romilda Servini de Cubría que declaró inconstitucional un artículo del decreto de convocatoria se dictó cuando se sabía que Carlos Reutemann no participaba y que José Manuel de la Sota había fracasado como muleto. La decisión presidencial de endosarle al Congreso desfacer el entuerto surgió cuando Carlos Menem pintaba –en base a esos dos fracasos oficiales y a la decisión de Adolfo Rodríguez Saá y de Néstor Kirchner de “ir por afuera”– con alzarse con la interna del PJ. O sea, la “incertidumbre” que desquicia al sueco y autojustifica las decisiones del Presidente es otro modo de nombrar la certidumbre de que las cosas no van como el Gobierno quisiera.
Dos hechos novedosos podría tabular dentro de la zigzagueante realidad criolla. El primero es el ascenso –módico pero inesperado e irrefutable— de Carlos Menem. El segundo, la decisión de Duhalde de no dejársela llevar de arriba. Con su definición del viernes Duhalde saldó (por ahora) una tentación que rondaba a algunos integrantes de su gobierno y aun de su propia tropa: explorar un acuerdo con Menem. Jorge Matzkin, Miguel Angel Toma, al fin y al cabo dos recién llegados del menemismo, veían con buenos ojos la jugada. Y aun al interior del duhaldismo aparecían quienes se disponían si no a festejar, a relajarse y pensar alguna urdimbre que los dejara armar sus tiendas sin estorbos en la provincia a cambio de no vetar a Menem 2003. Duhalde los puso en caja en estos días. El ascenso de Menem en la interna, si que acotada, del PJ es asombroso aun para quien no sea sueco e hiperracional. Carga con el lastre de un homérico rechazo en las encuestas, no luce como en sus buenos tiempos y ha colectado tropiezos de surtidos orígenes, desde inquisiciones judiciales hasta escraches populares, pasando por diatribas de Otto Reich. Eppur si muove: si la interna fuera hoy, con las reglas que existen y con los que están participando el hombre llevaría el escudo del PJ, la foto de Perón y Evita en las elecciones del 30 de marzo. Con ese bagaje y cierto arrastre de derecha, que bien ganado lo tiene, dispondría de buenas perspectivas de llegar al ballottage. Sueco, pará de sollozar.
Lo cierto es que Menem prospera merced a las defecciones de Lole y a las atávicas dificultades de Duhalde para convocar al peronismo no bonaerense. En verdad, el actual Presidente sólo pudo ponerse por delante de los barones de provincias e intendencias cuando los delirios reeleccionistas de Menem ponían en riesgo los territorios ganados por distintos peronismos distritales. Pero hoy el Gobierno no ofrece un candidato de unidad, ni siquiera uno viable, escasez que resta entidad a las jugadas del Presidente, aun a las más fuertes, como su exigencia al Congreso Nacional y su convocatoria al Congreso partidario.
De momento parece que el Congreso partidario es más accesible a Duhalde que el Parlamento nacional. Al fin y al cabo, una modificación de una Junta Electoral colonizada por el menemismo debería contar –y así lo ponderan en la Rosada– con apoyo de los congresales de Córdoba y de Santa Fe, amén de las fieles huestes bonaerenses. Para fomentar las adhesiones los estrategas oficiales imaginan proponer que en el temario se incluyan las elecciones de autoridades de partido. “Así nos aseguramos la participación de los referentes territoriales”, dice alguien que lo fue antes de ser ministro.
El viernes el Presidente dejó constancia de que no quiere internas y que no quiere a Menem (en puridad, no quiere aquéllas porque las gana éste). Pero la clave sigue siendo que el oficialismo carece de un candidato a quien apoyar. Néstor Kirchner pasa a ser el niño de los ojos de muchos funcionarios y operadores. Viene creciendo en las encuestas, tiene una histórica buena relación con Duhalde. Una recorrida veloz por despachos oficiales colecta frases de agrado hacia “Néstor” o “el Flaco”. El santacruceño se reunió en esta semana con varios funcionarios de alto nivel, incluso tuvo una tenida personal con el Presidente pero no ha dicho “sí” ni “no”. De cualquier modo en el Gobierno se especula con escenarios gratificantes pero poco charlados con los interesados: una fórmula de unidad Kirchner-De la Sota por caso. Otros exploran un acuerdo más convencional, un bonaerense para vice. En esa grilla, acuerdan fuentes diversas, pinta bien el intendente matancero Alberto Balestrini, a quien el patagónico prodiga un afecto especial pues fue el primero que le “abrió” espacio en la provincia. Pero también el actual ministro de Justicia Juan José Alvarez cuenta con la buena onda de Kirchner y el aval de Duhalde.
Todas las especulaciones y operaciones ocurren en un marco de apatía ciudadana difícil de exagerar. El 20 por ciento de intención de voto funciona para los candidatos como un alambre electrificado, el que lo toca se cae. Le pasó a Elisa Carrió y a Rodríguez Saá en el padrón nacional, a Aldo Rico en el provincial, a Mauricio Macri en el de Capital. Un bajón o un aliciente para cualquier alquimia, según se mire. En algún despacho de la SIDE Oscar Rodríguez, el esposo de la senadora Mabel Müller, intentó tirar como globo de ensayo que Roberto Lavagna iría de compañero de fórmula del “Gallego” de la Sota. Y cuentan que algún hombre muy cercano hizo medir la intención de voto del ministro de Economía. Todo es posible en la dimensión desconocida. Unas cuantas virtudes adornan al ministro de Economía, figura a la que el actual gobierno le debe una alta proporción de su escueto activo. Seguramente una de las más notorias, a fuer de escasa al sur del Trópico de Capricornio, es la de saber “leer” la realidad para definir sus decisiones, sus apuestas y aun sus ambiciones. El ala política del Gobierno sufre, en cambio, una formidable carestía de sentido común, de la que estas operaciones dan sobrada cuenta.
Nota al pie para el sueco
La interna del PJ reproduce, en cancha grande dada su importancia, una tendencia creciente de la realidad argentina: las facciones prevalecen sobre el conjunto o antes bien lo destituyen. En nuestra política, tal como señaló el sociólogo Oscar Terán (Punto de Vista 73, agosto 2002) las tendencias particularistas “opacan el espacio público y en muchas circunstancias poseen más capacidad de veto que de hegemonía”. La capacidad de veto, ejercitada de un modo a menudo jacobino, genera escenarios de enorme irritación, de dilución de la autoridad y de lo que Terán describe, sugestivamente, como un “recurrente empate involutivo”.
Hablando de empate involutivo, los “gobernas” del peronismo son maestros en eso de limitar a los sucesivos gobiernos. A veces con buenas razones (la re-re de Menem), a veces con criterios opinables o nefastos. En 1988 Menem ganó las internas del peronismo y junto a Domingo Cavallo los tuvo a raya por una década, en base a su legitimidad superior y al puño de hierro con que gobernó. Pero desde entonces nadie les junta la cabeza. Fernando de la Rúa, Rodríguez Saá y Duhalde, distintos como fueron ellos y sus circunstancias, tienen un mínimo común denominador: soportaron el creciente contrapoder de los gobiernos provinciales. Paradoja de paradojas, muchas de esas provincias atraviesan situaciones de penuria inéditas. ¿Ocurrirá igual en los sultanatos malayos? Pregunténselo al sueco o a Menem, que de eso saben.
Conservadores siempre, con olfato popular las más veces, buenos administradores unos cuantos, los “gobernas” no pueden proponer un modelo de país sino apenas las protección de los intereses de su provincia, de su partido, de ellos mismos (o de alguno de estos factores, empezando siempre por el último). El federalismo realmente existente es una selva en la que no puede prosperar no ya un proyecto de país, ni siquiera un proyecto de gobierno.
“Reutemann el martes o miércoles va a reunir a los gobernadores y los va a encolumnar con el Ejecutivo”, asegura un duhaldista paladar negro. Sería toda una novedad.
Darse Corte
“¿Es posible que la Corte re-dolarice la economía? ¿Cómo influyó su absolución en el juicio político más grande del mundo?”, inquiere, con tino, el decano desde Estocolmo. Su enviado ha visto por TV la conferencia de prensa de Julio Nazareno y Eduardo Moliné O’Connor y no sabe qué contestar.
El escandinavo no está solo en su estupefacción, al Gobierno le pasa lo mismo.
Algunos altos funcionarios, aunque enojados con lo que fue una ostensible provocación, creen que el desafío no pasó de ahí. Interpretan que las afirmaciones de Nazareno sobre la inconstitucionalidad (que fueron un prejuzgamiento) remiten a una resolución que –de una forma u otra– convalide los Bonos que ya están en vigencia. Se pagaría a los ahorristas en dólares pero dentro de unos años y a costa exclusiva del erario. La situación no cambiará mucho, salvo en la consagración judicial de la impunidad de los bancos. Esa interpretación puede pecar de exceso de optimismo. Habrá que ver si los cortesanos no extienden la dolarización alos créditos de bancos contra particulares, lo que sería un dislate porque enriquecería sin contrapartida a las entidades financieras. Y sobre todo a ver qué resuelven sobre los millones de contratos entre particulares que fueron pesificados, que bien o mal han sido reconvertidos y cuya vuelta al útero sería un terremoto. La capacidad de fuego de los supremos es grande, su irresponsabilidad cívica mayúscula... cualquier cosa puede esperarse de sus decisiones. Salvo, claro, la justicia.
En el Gobierno aún confían en que esta vez prevalecerá cierta ponderación. Y, archivado el trámite en Diputados, buscan con calma alguna renuncia que descomprima. “Augusto Belluscio está aferrado al sillón y Carlos Fayt no es ‘full time’ sino ‘full life’”, bromea un funcionario que se lleva bien con ellos. Antonio Boggiano, en cambio, tiene un antiguo deseo que puede reflotarse: ser designado representante argentino en el Tribunal Penal Internacional. El Gobierno se inclina a fomentar esa candidatura aunque hay quien piensa que, a esta altura, la susodicha Corte puede sentirse tentada a rechazarlo. Como integrante, se entiende.
En Justicia y en la Rosada preferirían que el emblemático Nazareno y Jorge Vázquez (“es un barrabrava”, comentan en Gobierno) dieran un paso al costado pero sus señorías, de momento, ni modo.
En este tema, final abierto, como en tantos. Demasiados para el sueco y para cualquiera.
Un lugarcito en el mundo
El cronista político está ansioso por terminar su semana de labor. Sabe que su amigo, el politólogo sueco, anda bajoneado y ansía invitarlo a dar una vuelta por ahí con un par de mujeres bellas y plenas de buena onda. Pero hay que terminar el laburo y relee sus apuntes. Hace un par de meses Reutemann generaba adrenalina, después vino la depre. De la Sota fue una quimera de horas. El acuerdo con el FMI sometió al oficialismo a vaivenes de carácter que reíte de la montaña rusa. Hace un mes todo era angustia y vivir con lo nuestro. Ahora, algunos gastan a cuenta. Hace siete días cierta resignación a la emergencia de Menem. Ahora, guerra total y puentes hacia Kirchner. Todo parece que cambia pero quizá nada cambie salvo que las reglas cada vez son menos precisas, seguramente porque nadie les asigna valor, salvo que le convengan.
El cronista hojea otra vez su libreta. Por suerte hoy no tiene que escribir. Pulsa un número conocido en su celular y musita “Erik, mejor veámonos otro día. Me voy a la cama”.

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