EL PAíS › REPORTAJE AL EX JEFE DE GABINETE ALBERTO FERNáNDEZ
Con diálogo fluido con Néstor Kirchner pero alejado de la Presidenta, le contesta a Sergio Massa, habla del pacto de Felipe Solá con Mauricio Macri y Francisco de Narváez. Promueve un armado en la Capital en torno de Aníbal Ibarra.
› Por Martín Piqué
Alberto Fernández recibe a Página/12 en su departamento de Puerto Madero. Se lo nota descansado, dispuesto a hablar de todo. En el living sobresalen dos guitarras elecroacústicas marca Gibson –Fernández es un guitarrista aficionado– apoyadas en sus pies. Hay un televisor que transmite un partido de fútbol. La entrevista empieza con un documental sobre el Mundial de Alemania; cuando la conversación avanza, la pantalla cambia al partido entre Argentinos y Vélez. Fernández tenía pensado ir a la cancha. Cambió sus planes para seguir el diálogo con este diario. Cuando llega el momento de las fotos, Fernández sale al balcón que quema por el sol impiadoso de la tarde. Desde allí contempla la vista del río y la reserva ecológica. La imagen de Fernández con la vista en el horizonte será la mejor ilustración para los pronósticos, los deseos, las preocupaciones y las preguntas que el ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner y Cristina Fernández va desgranando a lo largo del reportaje.
Siete meses después de haberse alejado de la gestión, tiene un diálogo fluido con Kirchner, pero sigue distanciado de la Presidenta. Sin ocultar su inquietud por el impacto de la crisis internacional, muestra cierta confianza cuando se le pregunta por un viraje conservador a partir de 2011. “John Keynes, que era un profesor de ética y era un hombre que le prestaba mucha atención a la psicología en la economía, plantea eso que él llamaba la predisposición psicológica al consumo. Con eso quería decir que cuando uno alcanzaba ciertos objetivos de consumo nunca retrocedía, siempre iba por más. Vos tomabas agua, pero cuando conociste la Refrescola no quisiste volver al agua, y cuando conociste la Coca Cola no quisiste volver a la Refrescola. Y siempre fuiste cada vez por más, nunca buscaste retroceder. Y en la política también pasa eso.”
Aunque no lo nombra en forma explícita, desliza una crítica a su sucesor, Sergio Massa, quien había definido la administración de Cristina Fernández como “un gobierno práctico”. La respuesta llega en esta entrevista. “Nosotros convocamos a la sociedad a reconstruir un proyecto de centroizquierda. Me suena feo escuchar hablar de que somos un gobierno práctico. No somos un gobierno práctico. Somos un gobierno profundamente comprometido con la idea de construir un proyecto progresista, de centroizquierda”, asegura el ex jefe de Gabinete.
–Usted dijo que el Gobierno tenía que corregir muchas cosas. ¿Qué cosas ya corrigió y qué falta?
–Yo nunca hablé del Gobierno, siempre hablo de nosotros. Porque me siento parte de un proyecto político que fundamos con Kirchner. Lo que dije es que en cierto momento dejamos de escuchar a la gente. Y que era necesario que volviéramos a escucharla. El kirchnerismo nació como un espacio pluripartidario, las barreras se desintegraban para unir gente de diferentes sectores que buscaban un país más equilibrado, más justo. Y el kirchnerismo supo convocar a una base social muy grande. En un momento, como consecuencia de un debate muy duro con el sector agrícola, perdimos la capacidad de hablarle a la gente. Hay muchas cosas pendientes. Y un mundo que ha explotado.
–Las encuestas muestran una baja del kirchnerismo y un distanciamiento con los sectores medios. ¿El peronismo está empezando a reconstruir una coalición de centroderecha estilo Menem?
–Eso es la expresión del acuerdo De Narváez-Macri-Solá.
–¿No hay errores del propio gobierno?
–Insisto en no hablar del Gobierno y en hablar de nosotros. Porque yo me siento parte. El gran aporte de Kirchner a la política fue volver a colocar al peronismo en un espacio progresista, de centroizquierda. El peronismo ha dado lugar a diversas lecturas, pero creo que finalmente nació para estar con los más desposeídos. Esa no es una preocupación de la derecha. Me parece que Kirchner hizo un enorme trabajo por poner al peronismo en ese lugar. Hay que volver a convocar a la gente. Muchos piensan que en el juego pendular de la Argentina el tiempo que sigue es derechista y conservador y que hay que optar por ese lado porque allí puede estar el futuro.
–¿Felipe Solá piensa eso?
–Yo soy amigo de Felipe y tengo buen trato con él. Lo respeto. Pero ha hecho un pésimo análisis de la realidad, es un análisis realmente tonto. El macrismo sigue siendo un partido vecinal, no tiene más expresión que en la Capital Federal. Macri es una persona cuya pertenencia política siempre estuvo circunscripta a los sectores de derecha más conservadores. Felipe termina haciendo una alianza con un emergente del menemismo que es Macri y con el último financista que tuvo Menem, que es De Narváez. Es el que le financió su campaña en el año 2003. ¿Cuál es la expresión de ese espacio? ¿Qué tiene ese espacio de progresista, por mucho que se esfuerce Felipe en tratar de demostrar lo contrario?
–Ya trascendió que Solá tuvo discusiones con De Narváez por la omnipresencia del tema seguridad en la campaña.
–De Narváez se la pasó diciendo que lo que hizo Arslanian es un desastre.
–¿Y usted qué piensa de la política de Arslanian?
–La reivindico. Arslanian observó que uno de los grandes problemas que había era la conformación de la Policía Bonaerense y los vínculos que tenía. La Maldita Policía de la que se hablaba tanto. Y quiso implantar un plan para cambiarla. Ese plan se frustró. De Narváez es uno de los grandes impulsores de la mano dura. Felipe se defiende diciendo que “este tema de izquierdas y derechas la gente no lo entiende”. Eso no es verdad. Las ideologías en política existen. Si uno les pregunta a Macri y a Kirchner qué piensan del superávit fiscal, los dos van a decir que el superávit fiscal es bueno. Pero no piensan los dos lo mismo. Porque si Macri hubiera tenido el superávit fiscal que tuvo Kirchner durante los cinco años de su mandato lo hubiera usado para pagar la deuda sin quita. Kirchner le hizo una quita del 75 por ciento a la deuda y usó ese superávit para el desarrollo social.
–¿Le gusta Aníbal Ibarra en la ciudad?
–Aníbal es expresión clara de progresismo en la ciudad. Ahora lo que debemos hacer es buscar el camino para reconciliarnos con los porteños. Eso en algún momento difícil mío me llevó a hablar que no entienden el país.
–¿Hace una autocrítica por la poca inserción del kirchnerismo en la ciudad?
–Cuando yo me hice cargo del justicialismo en la ciudad, el PJ venía de sacar dos puntos y medio. Duhalde en su elección había sacado nueve puntos. Y la elección que peor nos fue sacamos 21 puntos. Creo que hemos mejorado mucho. Pero no hemos logrado que la gente nos entienda más. Yo no soy de los que creen que la gente se equivoca. Tenemos que pensar qué tenemos que corregir para que la gente se dé cuenta de que en esta ciudad de Buenos Aires cuando Néstor Kirchner llegó tenía el 85 por ciento de los negocios cerrados y el 72 por ciento de los departamentos para alquilar vacíos.
–La Presidenta dijo que “el 2008 fue un buen año para la Argentina y quizá malo para la Presidenta”. ¿Qué piensa que quiso decir?
–Evidentemente para ella fue un año difícil. Eso lo tengo claro. Y que fue un buen año para la Argentina no sé dónde se para decirlo. Para mí fue un año difícil, un año en el que a pesar de todo logramos un nivel de crecimiento interesante. Pero, bueno, fue un año muy conflictivo.
–¿Cómo está su relación personal con la Presidenta?
–No hablo.
–¿Eso le duele?
–No, creo que son tiempos. Hay un tiempo para cada cosa. Ya tendremos un tiempo para hablar con Cristina, a quien por encima de cualquier diferencia yo sigo considerando una amiga.
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