EL PAíS
Plomeros, ahorristas, dólares y Duhalde en las charlas de Ruckauf
En su primer viaje a los Estados Unidos como canciller, el ex gobernador prometió que el amor argentino continuará y trató de convencer de que primero debe llegar la ayuda del Fondo y después recién el dólar podrá quedar liberado. En la Casa Blanca le preguntaron por los gobernadores.
Por Martín Granovsky
Que el dólar flote después. Pero antes, un poco de acuerdo con el Fondo. Esa fue la posición que quiso subrayar el canciller Carlos Ruckauf ayer en su primer almuerzo oficial con funcionarios norteamericanos. En todas sus entrevistas Ruckauf buscó convencer a sus interlocutores de dos cosas. Que Eduardo Duhalde no es un populista peligroso y que, además, goza de gran sustento político. El Gobierno, igual, ya está conforme por el comunicado tripartito del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (ver página 8). Lo ve como una señal de que la Argentina algo importa en Washington.
Como Ruckauf no habla inglés, aprovechó el tiempo de cada traducción para preparar respuestas irónicas.
Con Robert Zoelick, el poderoso negociador comercial de los Estados Unidos, un puesto que equivale al de ministro de comercio exterior, la charla se desvió por un momento hacia la frase del secretario del Tesoro, Paul O’Neill, según la que los plomeros norteamericanos no tienen por qué pagar la crisis argentina.
–Coincido con O’Neill –dijo Ruckauf–. Pero no solo son los plomeros. Tampoco los ahorristas argentinos tienen que pagar los errores de los bancos.
–Lo que pasa es que en Washington hay pocos plomeros, y por eso son muy buscados –quiso bajar el tono Zoelick.
La discusión sobre el dólar y el Fondo se produjo en el almuerzo con John Maisto, jefe de América latina en el Consejo de Seguridad Nacional, Alan Larson, subsecretario de Asuntos Económicos del Departamento de Estado y Rogelio Pardo-Maurier, subsecretario adjunto de Defensa para América latina.
La alternativa que se conversó es que la Argentina abandone la paridad por decreto de un dólar igual a un dólar con cuarenta centavos y deje flotar la equivalencia de las dos monedas para que ésta se dé según lo que quiera el mercado o, si la flotación es sucia, según lo que quiera el mercado y compense el Estado.
Ruckauf, su vicecanciller económico Martín Redrado y el flamante embajador en Washington Diego Guelar abogaron por que la flotación venga después de una ayuda del Fondo. El temor, según dijeron funcionarios diplomáticos a Página/12, es que de otro modo el dólar se dispare ya mismo y nada pueda hacerlo retroceder después.
–Si no hay acuerdo antes, puede haber descalabro –fue la posición argentina en el almuerzo.
Allí, igual que con Zoelick y en la otra reunión importante del día, con Condoleeza Rice, asesora de Seguridad Nacional de George W. Bush, Ruckauf quiso compensar debilidad económica con gestos de seducción hacia los Estados Unidos. Recordó el carácter de aliada extra-OTAN de la Argentina, una condición que en rigor solo sirve para conseguir rezagos militares a menor precios, y dijo que Buenos Aires y Washington compartían como enemigo al terrorismo internacional. El último es un buen tema en la capital norteamericana, donde si no fuera por la popularidad que le dio el ataque contra las Torres Gemelas Bush estaría descascarándose por el escándalo de la quiebra de Enron. Pero las preguntas estos días apuntan más bien a la situación interna de la Argentina.
Rice, por ejemplo, preguntó por la posición de los gobernadores. “¿Apoyan a Duhalde?”, preguntó, quizás pensando en José Manuel de la Sota o en su eventual disposición a cortar el gasto público. Ruckauf dijo que apoyan. También hablaron de la crisis social. Y se pusieron de acuerdo en un punto: Duhalde tiene más poder que los presidentes anteriores, pero menos tiempo. Rice quiso saber qué opinan los argentinos de Brasil. ¿Ganará el Partido de los Trabajadores? “Todavía no está muy clara la sucesión de Fernando Henrique Cardoso”, fue la respuesta.
Con los encuentros, que hoy completará hablando con el secretario de Estado Colin Powell, el equipo argentino completó las seis etapas quecumple en Washington todo canciller que se respete, según el esquema trazado a este diario por un gran conocedor de la relación bilateral.
Primera etapa, recibimos un país en llamas.
Segunda etapa, les vamos a explicar nuestro diagnóstico.
Tercera, arreglar este desastre lleva tiempo.
Cuarta, somos amigos de los Estados Unidos.
Quinta, la Argentina siempre honró y honrará sus compromisos.
Y sexta, téngannos paciencia.
Los norteamericanos están cansados de los argentinos de visita, pero no han perdido el interés en ese país extraño que, como Rusia, nunca termina de sorprenderlos.
A cambio de la visita de Ruckauf no hay dinero, y ni siquiera una promesa de dinero, pero ese interés explica que hoy el canciller pueda dejar los Estados Unidos hacia Europa, segunda etapa de su gira, con dos gestos de simpatía en la carpeta.
El Gobierno recibió con alegría el comunicado de los tres organismos multilaterales de crédito, en cuya gestación había participado Redrado desde Buenos Aires.
También se alegró con el anuncio de un consejo bilateral que debe reunirse antes del 10 de febrero para discutir sobre acero y cítricos, dos productos con fuertes restricciones de entrada a los Estados Unidos.
El comienzo del Area de Libre Comercio de las Américas, el ALCA que tanto entusiasma al establishment argentino, está programado para el 2005. Pero la posición de la Argentina en los últimos años es que una integración comercial con veto para los productos que al país le interesa exportar es una salida sin contenido. “He mencionado nuestra preocupación por la ley agrícola que aumenta los subsidios al sector agrícola a 170.000 millones de dólares para la próxima década”, contó Redrado, mencionando una cifra que da la pauta de los obstáculos reales para entrar a los Estados Unidos.