Sáb 05.12.2009

EL PAíS  › PANORAMA POLíTICO

Inflexiones

› Por J. M. Pasquini Durán

Cada vez que los discursos de la presidenta Cristina mencionan la responsabilidad social de los empresarios, con cierto énfasis en los industriales, parecen referirse a una apelación retórica antes que a un mandato efectivo. Esta semana, sin embargo, en la última asamblea de la UIA (Unión Industrial Argentina) quedó en evidencia la existencia de una corriente del patronato, en su mayoría grandes empresas asociadas con capitales internacionales, a la que le resbalan aquellas exhortaciones presidenciales, que no comparte el proyecto gubernamental y que se sentía más cómoda en los años ’90, con salarios congelados y masas menesterosas, pese a que en la actualidad recibe generosas tasas de rentabilidad. En aquella década, infame en diversos aspectos, muchos de esos empresarios se convirtieron en rentistas financieros, aquí y en el exterior, mediante el trámite de vender sus empresas a inversores internacionales, sin ninguna responsabilidad social con la suerte del país y el desempleo masivo de trabajadores. ¿Son parte de la llamada “burguesía nacional”? Si no lo son, en algún momento lo fueron, pero en sus conductas están lejos de considerarse nacionales.

En la etapa desarrollista del frondizismo, Marcos Merchensky, íntimo operador de Rogelio Frigerio, solía explicar la misión de su partido en estos términos: “El peronismo unificó a la clase obrera; nosotros tenemos la tarea de unir a la burguesía nacional, porque sin esas dos agrupaciones reunidas en una misma dirección histórica ninguna política de transformación nacional será posible”. Años más tarde, José Gelbard, ministro de Economía de Perón, desde la Confederación General Económica (CGE) disputaba con la UIA la conducción de la mentada burguesía nacional. Ninguno de ellos logró las metas que se proponía y nadie más, hasta ahora, lo intentó con idéntico empeño. Peor aún: durante los ’90, con la dictadura militar de José Alfredo Martínez de Hoz como antesala, la política oficial fue la desnacionalización privatizadora que enajenó buena parte de lo que se había levantado desde mediados hasta los comienzos del último tercio del siglo XX. De este proceso de desindustrialización emergieron los privilegios del modelo agroexportador que la Mesa de Enlace hoy en día custodia y defiende hasta donde le da el cuero.

El actual gobierno rescató las ideas de la historia del movimiento nacional y trazó una línea neodesarrollista, de neta preferencia por la producción y el trabajo de la industria. “El círculo virtuoso del capitalismo –suele decir la Presidenta– es el consumo, lo que explica que defendamos el empleo, los mejores salarios y jubilaciones y el valor agregado a las materias primas.” A partir de esta semana, quedó en claro que una parte importante de la burguesía industrial se declaró, sin más disimulos, miembro del frente inorgánico de la oposición. Reunida con la Mesa de Enlace agropecuaria, conforman un poder económico concentrado listo para dar batalla a fin de defender sus intereses (privilegiados) y acotar el ímpetu transformador del Gobierno, que se mostró entre otras oportunidades con la ley de medios audiovisuales. El golpe de Estado en Honduras fue urdido por centros empresarios y ejecutado por la mano de obra militar y demostró ser resistente a las presiones mundiales para rescatar los valores democráticos, aunque Washington viró hace poco hacia la conciliación con los golpistas y la mayor parte de los votantes desoyó los llamados a la abstención de Manuel Zelaya, presidente derrocado. Para desgracia de los locales, esto no es Honduras y tampoco encuentran correspondencia en la oposición política que debería ser la encargada de expresar y defender esos intereses económicos. La nómina de partidos con representación parlamentaria que milita en el antikirchnerismo, un caleidoscopio que al menor movimiento cambia de colores, carece de un liderazgo aceptado y reconocido por la diversidad y resulta arduo imaginar cómo lograrán sostener en el tiempo la unidad de acción de los que se definen “progres” con otros que no disimulan su pertenencia a la derecha.

Por el momento, la “oposición”, una denominación abstracta que pretende ser de género como esa otra que nombraba “el campo”, vive sus quince minutos de fiesta por algunos objetivos logrados en la sesión preparatoria del Congreso renovado. Tuvo quórum propio, sin el concurso del oficialismo, y consiguió que el kirchnerismo aceptara un acuerdo para la designación de las autoridades de la Cámara y para la composición de casi medio centenar de comisiones permanentes. Con excepción de Martín Sabbatella, que remarcó en público su independencia de tirios y troyanos, el resto de la corriente de centroizquierda, empezando por Pino Solanas, participó de los conciliábulos acuerdistas o calló. Se sabe: el que calla, otorga. A partir de estos datos iniciales, los que quieren creer en un renacimiento legislativo piensan que de aquí en adelante habrá dos bloques en Diputados: la “oposición”, con el 55 por ciento de la representación, y el oficialismo, con el 45 por ciento restante. Es probable que Kirchner, en vivo y en directo como diputado raso, mantenga unido al bloque, la primera minoría en números, antes que la oposición retenga en una misma dirección a su “rejuntado”, como lo llamó el santafecino Rossi, cacique de la bancada oficial.

La prueba de fuego de las lealtades, en esta época tan proclive a las traiciones, llegará cuando el Congreso deje de jugar con el reglamento y se aboque a tratar los asuntos que de verdad les interesan a los votantes. Los más vocingleros de los opositores, también los más optimistas sobre su propio poder, hablan de modificar el Consejo de la Magistratura, el que castiga y promueve jueces, como una prioridad imperativa, mientras que para los ciudadanos no hay asuntos más urgentes que el trabajo y el costo de la vida. La proximidad de las fiestas de fin de año ha desatado una carrera de precios que alejó a los ingresos medios y bajos de los supermercados –algunos se refugian en los chinos, más baratos– y convierte a Papá Noel en un visitante de lujo. Los comerciantes remarcan como si no existiera control estatal, mientras la Secretaría de Comercio habilita nuevos negocios para las cadenas comerciales –como la adhesión obligatoria de los receptores del salario familiar universal para recibir, a cambio, el doble del valor en mercaderías; podría ser todavía más, dado el margen de ganancias que aplican los mayores proveedores del consumo popular, ese “círculo virtuoso”– y no se da por enterada del alza de precios. Total, después acomoda las estadísticas oficiales.

No es la única distorsión observada esta semana. Los piqueteros que se movilizaron a Plaza de Mayo forman parte de los que buscan trabajo, pero no cualquiera, sino uno en particular. Quieren su cuotaparte del trabajo en cooperativa que, desde hace un tiempo, controlan los intendentes como otro instrumento que les cedió el gobierno nacional a fin de mantenerlos de su lado. “Eso es clientelismo”, rezongan los jefes de los diversos piquetes. ¿Y lo de ellos cómo se llama? Piden el manejo de cooperativas porque eso les permite retener la adhesión de sus seguidores, puesto que si consiguieran empleo particular en empresas privadas o estatales se abrirían del piquete, provocando la pérdida de territorio y la disminución de la capacidad de convocatoria. Es equivalente al control de los sindicatos sobre los trabajadores de la rama por su exclusividad para negociar convenios y para manejar la obra social. La UTA se niega a que los subtes tengan su propio sindicato, así como hay piquetes que para sobrevivir en el movimiento social luchan por trabajos que ellos puedan administrar. Es un extravío de su misión original, provocado por las ambiciones políticas de sus jefes, alentados por los aparatos del oficialismo y hasta de las izquierdas, las más radicales incluidas, que descubrieron cómo ser “masivas” con el pobrerío. Un veterano piquetero indígena será reelegido, este domingo, en la presidencia de Bolivia por amplia mayoría de los cinco millones de votantes, según los anticipos de los encuestadores. Evo Morales es el beneficiario de tanta adhesión, lejos ya de su tiempo de militancia con los cocaleros, y lo mismo que Pepe Mujica en Uruguay, será el encargado de brindar satisfacción a los partidarios de la Unión Sudamericana. Otro domingo de “amandoté”, pero al ritmo de la lambada original.

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