Dom 23.05.2010

EL PAíS  › OPINION

Bergoglio y la pantalla dividida

› Por Washington Uranga

No es difícil imaginar el espectáculo televisivo que montarán los canales de noticias el próximo 25 de mayo en torno de los Tedeum simultáneos que se celebrarán en Luján y en la Catedral de Buenos Aires. Se ha tomado la precaución de separar las dos ceremonias con una hora de diferencia (Buenos Aires a las 11 y Luján a las 12) y seguramente los obispos habrán sincronizado relojes para no superponerse. Aun así será inevitable la pantalla dividida, presentando simultáneamente las dos imágenes y permitiendo de esta manera la analogía mediática de tiempo atrás con ocasión del debate en torno de las retenciones a las exportaciones agrícolas. Algunos de los actores serán los mismos y otros se incorporarán en esta nueva escena. En una mitad (a la derecha o la izquierda de acuerdo con la decisión editorial) estará la presidenta Cristina Fernández y seguramente gran parte del gabinete y de los representantes del oficialismo, congregados en la Basílica de Nuestra Señora de Luján, participando del acto de acción de gracias por el Bicentenario de la Revolución de Mayo. Ese Tedeum estará presidido por el arzobispo de Luján-Mercedes, Agustín Radrizzani. Del otro lado de la pantalla (a la izquierda o la derecha, según se disponga) la imagen mostrará a “la oposición”, seguramente encabezada por el vicepresidente Julio Cobos y acompañado, entre otros, por una piadosa Elisa Carrió y muy probablemente por el jefe porteño Mauricio Macri, participando de otro Tedeum, en la Catedral de Buenos Aires. En este caso el acto de acción de gracias será encabezado por el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio. Unos y otros le darán distinto significado a su participación religiosa y al hecho de agradecer. No sería extraño que para terminar de emular los tiempos de la revuelta sojera hasta pueda aparecer Alfredo De Angeli inserto con algún “última noticia” para recordar que mientras aquí se agradece, el hombre de la Mesa de Enlace continúa al borde de la ruta precisamente porque considera que no tiene nada que agradecer (por lo menos al Gobierno).

¿Qué dirán las leyendas que, a modo de titulares, acompañen la pantalla dividida? No se necesita mucha imaginación para suponer que de un lado se podrá leer “Tedeum K” y del otro “Tedeum opositor”. Y si las frases no son éstas, seguramente serán variaciones del mismo ritmo.

De esta manera la jerarquía de la Iglesia, que siempre se precia de presunto equilibrio y ecuanimidad, quedará definitivamente inserta en el escenario de las disputas que atraviesan al país. Y no precisamente porque los jerarcas eclesiásticos no participen y no hayan tomado partido en las refriegas bicentenarias. Sino porque siendo partícipes y promotores de muchos conflictos, los obispos suelen sacar a relucir su habilidad y una ancestral experiencia institucional para no quedar en evidencia, mirar todo desde las presuntas alturas de la neutralidad y salir indemnes de la situación.

No será éste el caso. Y por más que esta semana el arzobispado de Buenos Aires, por expresa indicación de Bergoglio, se encargó de difundir un comunicado en el que ratifica el carácter “religioso” del Tedeum que acontecerá en la Catedral, está claro que el cardenal porteño no puede hacerse el distraído y alarmado por una situación que él mismo provocó. Bergoglio se “alarma” ahora de que estén circulando correos electrónicos convocando a hacer del Tedeum metropolitano un acto político de la oposición. Y como si se tratara de alguien que navega en la mayor ingenuidad política envía a sus voceros a decir que no existen invitaciones oficiales, pero que “las puertas de la Catedral están abiertas para todos los fieles que quieran venir”. Quizá sea la forma que el cardenal tiene para mostrar que cuenta con una dilecta feligresía en la que se anotan Cobos, Carrió, De Narváez y otros muy fervorosos católicos y católicas de la oposición. Hasta podrá decir que aumenta su grey porque muchos de ellos volverán a pisar en esta ocasión un templo, después de años de ausencia o de ateísmo práctico.

La convocatoria de Bergoglio se hizo después de que la Presidenta anunció que iría Luján y que el obispo Radrizzani aceptó presidir el Tedeum en la basílica, postergando incluso un viaje a Roma para el que había sido invitado por el Superior General de los Salesianos. Y por más que ahora se recuerde que, en noviembre pasado, el plenario de los obispos había decidido realizar actos de acción de gracias en todas las catedrales del país, el argumento no parece suficiente. Entre otros motivos porque aquella decisión fue secreta hasta que quedó en evidencia el disparate de los dos Tedeum en Luján y Buenos Aires. Y porque aun después de ello hubo otra asamblea de la Conferencia Episcopal que podría haber corregido y emprolijado la primera decisión.

También es verdad que durante la asamblea episcopal celebrada el mes pasado, Bergoglio percibió la gravedad del hecho político que estaba generando. Después de haber rechazado varias sugerencias para cambiar el rumbo, él mismo intentó amortiguar los efectos y propuso que en todas las catedrales del país se rezara una oración común por la Patria. Entonces fue la asamblea por mayoría la que rechazó la iniciativa bajo el argumento de muchos obispos de que, ahora sí, querían tener la autonomía para expresarse de acuerdo con su propia realidad.

Radrizzani está preocupado y molesto. Se siente entrampado. Bergoglio continúa en la suya. El resto de los obispos mira el tema como una cuestión de “los que viven en Buenos Aires cerca del poder”. La mayoría guarda silencio y toma distancia. Algunos utilizarán los púlpitos ese día para decir lo que piensan. Habrá voces y acentos diferentes. Se verá cuál es el resultado, seguramente más cercano al ruido que a la polifonía.

La Comisión de Justicia y Paz, que preside el laico Eduardo Serantes y asesora el obispo Jorge Casaretto, después del fracaso de la convocatoria a emitir un documento sobre “amistad social” y cuestionando “la pobreza”, para lo que pretendió convocar a un arco tan diverso como enfrentado del escenario social, sigue insistiendo en trabajar “mancomunadamente” a partir del “diálogo y el consenso”. El llamado no parece descabellado, aunque los primeros destinatarios deberían ser algunos encumbrados jefes de la propia Iglesia Católica.

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