EL PAíS › UNA ESPECIALISTA EN SOCIOLOGíA DE LA RELIGIóN EXPLICA LA RELACIóN DE LOS POLíTICOS CON EL TEDéUM
La investigadora del Conicet Verónica Giménez sostiene que en Argentina “nunca se llegó a separar la Iglesia del Estado” y advierte que la apuesta de dirigentes opositores por “politizar una ceremonia religiosa” pone en duda “su propia constitución como políticos”.
› Por Laura Vales
Misterio patrio: ¿por qué parece tener tanta importancia el Tedéum? La socióloga Verónica Giménez ofrece algunas ideas para develar el enigma. Investigadora del Conicet y especialista en sociología de la religión, cuenta qué pasó en nuestra historia para que la imagen del obispo al lado del gobernante en los festejos del 25 de Mayo se naturalizara. También asegura que no hay antecedentes de lo que sucederá este año, cuando mañana los representantes de la oposición vayan a un Tedéum y el Gobierno a otro.
–Antes que nada, ¿somos un país laico?
–Es una cuestión difícil de responder, porque no hay una definición de país laico, sino modelos de países laicos. Un modelo clásico es el de Francia, que después de la revolución de 1789 construyó el Estado con una institucionalidad paralela y en contra de la institucionalidad católica; allí todas las celebraciones de la República se hacen en un espejo con las de la Iglesia. Entre nosotros tenemos países latinoamericanos muy laicos, como México después de la revolución mexicana, y Cuba. Está también el caso de Uruguay, donde, sin mediar una revolución, entre 1917 y 1919 se sancionó la separación de la Iglesia del Estado. En ese marco, yo diría que Argentina no es un país laico.
–¿Qué países entrarían en el modelo de país religioso?
–Irán, Arabia Saudita, Israel.
–Desde lo estrictamente formal, constitucional, ¿qué seríamos?
–No nos definimos como país laico, pero tampoco como un Estado religioso. No está sancionada constitucionalmente una relación entre algún poder religioso y el Estado, aunque hay una mención general a que el gobierno federal sostendrá a la Iglesia Católica. Lo que tenemos desde 1930 es un desarrollo histórico que no va en el sentido de un país laico. Se da una relación muy fuerte entre la Iglesia y el Estado, entre la Iglesia y los políticos, o las Fuerzas Armadas, que permanentemente buscan legitimarse unos a otros: la Iglesia busca que el Estado le otorgue determinados favores, como un lugar preponderante en las políticas de educación y de salud, y los políticos buscan legitimidad extrapolítica a través de la Iglesia.
–El kirchnerismo y la Iglesia se enfrentan en cada Tedéum. ¿Qué tensiones se expresan en esos debates?
–Son tensiones entre el poder político y el religioso que en la Argentina se han dado recurrentemente. No es sólo con este Gobierno; el primero que no fue a un Tedéum, y además fue a una celebración protestante, fue Roca, a quien recordamos bastante mal por algunas cosas. Es que para la manera de ver el mundo del liberalismo, la Iglesia era una suerte de resabio medieval que debía quedar atrás... Igual que lo que pensaban sobre los pueblos originarios. Roca fue el primero, Perón tampoco fue. Todos los Tedéum expresan de alguna manera una tensión, porque lo que hace en el Tedéum el obispo de Buenos Aires es hablarle al presidente para indicarle cosas sobre su rumbo. Esto nace de que la Iglesia se piensa a sí misma como preexistente a la Nación y, por lo tanto, se siente más legitimada para decir cuál es el destino del país que los mismos gobiernos, incluso los democráticos. Por eso es que la institución Iglesia Católica ha estado durante el siglo XX tan en consonancia con las Fuerzas Armadas, que tienen esa misma manera de pensarse, como preexistentes a la Nación.
–La repercusión que tiene el Tedéum en la Argentina, ¿se repite en otros países latinoamericanos?
–No tanto. En Argentina, la relación entre Iglesia Católica y política es singular, en parte, por la fuerza que tuvo un movimiento del catolicismo, el catolicismo integral, que se propone abordar todo lo que pase en el Estado para conquistarlo con personal católico, con laicos católicos. Esto no se dio tanto en otros países de Latinoamérica donde el indicador Tedéum no es tan importante.
–¿Cuándo llegó el catolicismo integral?
–Tiene sus raíces en la década de 1920, y empieza a crecer en 1930. Antes de 1930, pasada la época colonial, la figura típica de un obispo al lado de un gobernante en los actos oficiales no existía. El liberalismo no permitía esta presencia eclesiástica al lado del poder político. Con todas las críticas al país que construyó, el liberalismo de aquella época también fue el que sentó las bases de las instituciones separadas de la Iglesia, como el matrimonio civil. Los cementerios se secularizaron, el control de los nacimientos y de las muertes también. Eso sentó las bases de lo que debería haber sido un Estado laico como el de Uruguay, pero sin embargo aquí nunca se llegó a separar la Iglesia del Estado. Luego, en los años ’30 y sobre todo en los ’40, el catolicismo llegó a tener una fuerza que hizo que cualquier separación fuera impensable.
–Los medios dan al Tedéum una gran cobertura. ¿La Iglesia Católica tiene un peso en la sociedad que justifique esa atención?
–En la Argentina hay un 76 por ciento de católicos, pero este 76 por ciento no hace todo lo que la Iglesia pretende que la gente haga. Lo que tiene la Iglesia es otra cosa: una relación privilegiada con el poder político. Fijate que cada vez que está por salir una ley que la Iglesia considera que vulnera sus intereses o valores, el obispo de cada diócesis le escribe una carta al senador de la provincia para sugerirle cómo votar. Esto pasó cuando se discutió la ley de salud reproductiva y sucede permanentemente. Si un obispo se siente como para presionar al poder político, es también porque la Iglesia tiene una muy extensa red de personal que no tiene casi ninguna otra institución en el país.
–Al comenzar esta entrevista, decía que la Constitución garantiza un sostén estatal a la Iglesia Católica. ¿A quiénes paga?
–A los obispos, a los seminaristas y a los curas de frontera. A los seminaristas les da una beca, a los obispos un sueldo mensual que en un momento estaba equiparado a los jueces, y los curas de frontera perciben otro ingreso. La católica es la única religión que recibe ese subsidio para sus pastores.
–La oposición va a un Tedéum y el Gobierno a otro, ¿hubo antecedentes de esto?
–No que yo recuerde. Es interesante ver que esta interpelación entre Iglesia y partidos políticos es tal que hace que dirigentes de la oposición consideren que yendo a un Tedéum se puede politizar una ceremonia religiosa. Yo creo que lo que hacen es cuestionar su propia legitimidad política, porque fueron elegidos por los votos: hay algo de su propia constitución como políticos que están poniendo en duda y esto, en un país democrático, es peligroso.
–La Presidenta concurrirá a otro Tedéum.
–Eso reafirma el lugar de privilegio de la Iglesia Católica. En el país hay un 10 por ciento de evangélicos y un 11 por ciento de personas que no tienen religión. Lo que se hace con esta multiplicación de los Tedéum es dar nuevamente a la Iglesia Católica el lugar de “la” religión. Al haber más de un Tedéum, por otra parte, la Iglesia se adapta a las distintas clientelas. Si sos progresista, tenés un obispo progre que te hace un Tedéum; si sos más conservador, tenés otro más conservador que hace otro Tedéum. Una celebración interreligiosa sería una mejor representación de nuestra pluralidad.
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