EL PAíS › EL BICENTENARIO > UNA REUNIóN CON LOS MITOS DEL TANGO, ANTES DEL RECITAL
El regreso a los escenarios de Horacio Salgán, que al cierre de esta edición aún no se había concretado, estuvo precedido por una reunión entre los popes de la música ciudadana.
› Por Karina Micheletto
Horacio Salgán vuelve. Así lo anuncia el show que, como una sorpresa de la programación dentro de los festejos por el Bicentenario en la Avenida 9 de Julio, se ofrece para recibir el 25 de Mayo. Horacio Salgán vuelve y no lo hace solo: vuelve a tocar con su Quinteto Real, que ahora dirige su hijo César, y también con quien fuera su compañero de dúo por 45 años, Ubaldo De Lío. Además de Salgán, se presentan algunos pibes y pibas del tango: Leopoldo Federico, Susana Rinaldi, Ernesto Baffa, Julio Pane, Mario Abramovich, Rodolfo Mederos, Juan “Tata” Cedrón, y los bailarines María Nievas y Juan Carlos Copes, que también están protagonizando un regreso dentro de la danza: vuelven a actuar como pareja de baile después de quince años. Junto a ellos, una cantidad de glorias de la nueva camada del género forman tocando codo a codo. El dream team del tango está servido.
La muchachada tanguera se reúne unas horas antes del concierto en el Centro Cultural Torquato Tasso para hacer algunas fotos, entre la presentación de prensa y el recuerdo personal. Desde allí parten en dos combis rumbo al Hotel Panamericano, sobre Carlos Pellegrini, donde la organización tiene reservado un lugar para los artistas a modo de camarines. Entre la bulliciosa guardia del tango, ya en la puerta del hotel, se distingue la elegancia de María Nieves, impecable en su vestido negro, de riguroso tajo milonguero.
“¿Y cómo la convencieron para volver a bailar con Copes?”, pregunta Página/12. La pareja que formaron ambos es mítica en el tango. Míticos son, también, los motivos de su disolución, habiendo sido pareja también en la vida. “¿Le digo la verdad? Yo hasta este mediodía no sabía que iba a estar acá. No lo tenía decidido”, aclara ella, melena roja, impecable rulo en la frente. “Pero bueno, Copes me llamó por teléfono y... me dio cosa”. Se le dice a María Nieves que se hubiera dado mucho por tener, a los quince, las piernas que ella porta ahora, a los 75. “Son de familia. Mi madre tenía las mismas gambas”, dictamina, y pide que figure una aclaración: “Mi miedo es que la gente se piense que vamos a hacer las mismas cosas que hacíamos hace quince años. ¡Nosotros ya estamos de vuelta, querida!”
Dentro del Panamericano el clima es intenso. Horacio Salgán se abraza con Jaime Torres, que actuó bien temprano en la tarde, y se quedó con sus músicos aquí instalado, cantando y tocando, transformando los coquetos camarines en una peña jujeña. La escena es seguida por la cámara atenta de Caroline Neal, que desde hace tres años está filmando un documental sobre Horacio Salgán. O, más precisamente, sobre la relación entre Horacio Salgán y su hijo César, en esa difícil tarea que implica la sucesión artística. A un costado, el maestro Leopoldo Federico despliega una partitura en una mesa. Pide una birome, retoca unos compases. Desenfunda su bandoneón, prueba. De este tipo de amorosas obsesiones, a cargo de quien ya no necesitaría probar nada, está hecho el tango.
Afuera, en la 9 de Julio repleta, la programación se sigue atrasando, sigue cambiando el orden inicialmente anunciado. Los maestros van siendo reprogramados, una y otra vez. Y el tiempo de la prensa gráfica, que a veces es más tirano que el de la televisión, obliga a la cronista a cortar la cobertura, a correr a escribir ante la urgencia del cierre. Así que no verá en vivo a la Selección Nacional de Tango, que esta vez actuará con Susana Rinaldi como invitada, con el lujo de Federico, Baffa, Pane y Carlos Corrales en la fila de bandoneones, de Nicolás Ledesma en el piano, de los violines de Abramovich, Mauricio Marcelli, Mario Abramovich, Eduardo Walczack, Miguel Angel Bertero, Pablo Agri, o el contrabajo de Horacio Cabarcos, entre otros. No verá a Rodolfo Mederos con su trío, ni a Juan “Tata” Cedrón, ni a Copes y Nieves, con sus piernas envidiadas. No verá, aun siendo portadora de la preciada pulserita rosa, esa que permite el acceso al escenario, el regreso de Horacio Salgán, con su Quinteto Real y con Ubaldo De Lío. Y eso sí se lo hubiera contado a su hija, qué Bicentenario ni ocho cuartos. Cuando termine esta nota, pondrá algún disco de Salgán. Y al gran pueblo argentino, salud.
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